Si bien los rayos solares generan bienestar y son imprescindibles para el desarrollo de las personas, ya que permiten la absorción de las vitaminas A y D, si no se toman la precauciones necesarias, pueden ser dañinos para la piel.
El espectro solar está formado por tres tipos de radiaciones que llegan a la piel: los rayos ultravioleta (5%), luz visible (45%) y los rayos infrarrojos (50%). A su vez, los rayos ultravioleta se dividen en tres tipos: UVA, UVB y UVC.
Los UVC son detenidos por la capa de ozono y no alcanzan a llegar a la tierra. Los rayos UVA son los responsables del bronceado, del fotoenvejecimiento cutáneo y del daño ocular, ya que penetran en la piel más profundamente. (Estos atraviesan las nubes, los vidrios y el agua). Y los UVB son los más peligrosos, puesto que provocan quemaduras solares y cáncer de piel en los casos más graves.
“La exposición indebida al Sol genera lesiones que van desde el enrojecimiento de la piel hasta auténticas quemaduras. Una quemadura solar es una reacción ante la exposición prolongada a los rayos ultravioleta.
Cuanto más blanca sea la piel, mayor será el riesgo que se presente una daño grave en la misma por sobreexposición solar”, explica la dermatóloga pediatra Ana María Salazar.
De primer y segundo grado
De primer grado: se caracterizan por presentar gran inflamación pero sin destruir las capas profundas de la piel. Hay enrojecimiento, hinchazón y dolor, que por lo general pasan en tres días. A veces, produce descamación en la parte más superficial de la piel, la cual volverá a restituirse en una semana sin dejar cicatriz.
De segundo grado: afectan la epidermis (superficie de la piel) y lesionan la dermis (estrato profundo de la piel) produciendo ampollas. Sin embargo, su evolución es buena. La ampolla se seca y se desprende sola. En aproximadamente ocho días la piel se regenera.
También existe la insolación, que es la exposición prolongada a elevadas temperaturas y cuyos síntomas son fiebre, escalofrío, calambres, dolor de cabeza, dificultad para respirar y signos de deshidratación como ojos hundidos sin lágrimas, poca orina y boca, lengua y piel secas.
Efectos nocivos
Estudios han demostrado que entre el 50 y el 80 por ciento de la exposición total a los rayos ultravioleta ocurre antes de los 18 años, ya que la piel ‘tiene memoria’ de toda la radiación que ha recibido durante los primeros años de vida, señala la especialista Ana María.
Los niños que padecen quemaduras severas de sol tienen el doble de posibilidades de contraer cáncer de piel cuando sean adultos. Por esta razón, se aconseja la prevención desde edad temprana.
Los niños de piel clara, rubios, pelirrojos o con pecas son más sensibles a los rayos solares, por lo que deben utilizar cremas y protectores solares con factores altos de protección, que les prevengan de quemaduras e incluso el cáncer de piel, agrega Ana María. Claro, los protectores solares se deben comprar teniendo en cuenta las recomendaciones del pediatra.
Los padres deben llevar al pequeño al médico cuando tenga síntomas de insolación como fiebre, escalofríos, náuseas, vómito o sensación de desmayo; mareos, delirio o diarrea, alteraciones visuales, dolor de ojos y sensibilidad a la luz; pulso rápido, sed exagerada, ojos hundidos, piel pálida, fría o húmeda y ampollas grandes y dolorosas.
Para evitar:
* No aplique vaselina, porque retiene el calor.
* No use ungüentos a base de benzocaína, que irritan la piel.
* Ni lidocaína o mantequilla en la quemadura, ya que estos empeoran los síntomas e impiden la cicatrización.
* No lave la piel quemada con jabón.
Protector solar, indispensable
Se recomienda el uso de protector solar después de los 6 meses. Antes de esta edad, evite que el niño reciba los rayos solares directamente.
Elija un protector solar adecuado (asegurándose de que proteja contra los rayos UVA) para su hijo. Pregúntele al pediatra cuál es el apropiado para si hijo. Una vez lo adquiera o en la muñeca del niño antes de aplicarlo en todo el cuerpo.
A los niños se les debe aplicar un protector solar con factor de protección (SPF) entre 20 y 30. Estos bloquean los rayos UVA y UVB.
Aplíquelo 30 minutos antes de la exposición al sol. Repita la operación cada 40 minutos, sobre todo si está mucho tiempo en el agua, se seca con toallas o se llena de arena.
Proteja el niño del sol inclusive durante los días nublados.
No permita que se exponga al sol entre 12 a.m. y las 4 p.m.
Johana Fernanda Sánchez
Para ABC del bebé