Las actitudes agresivas que empiezan a verse, especialmente desde los 2 o 3 años de edad, pueden hacer parte del desarrollo normal de los niños. Sin embargo, cuando dejan de ser hechos aislados, requieren de atención y se presentan especialmente en el colegio.
Martha González, investigadora de la Universidad de la Sabana, con maestría en sicología, explica que las investigaciones han revelado que entre los niños más pequeños existe con mayor frecuencia la agresión física, es decir, patadas o puños, que pueden aprender de los adultos. “En los niños más grandes se habla de una agresión relacional, que implica otras capacidades como usar el rumor o la burla para hacerle daño al otro”, explica la experta. También se ha determinado que, a pesar de haber excepciones, es más frecuente la agresión física entre los niños y la relacional entre las niñas.
En casa
Las causas por las que un niño puede convertirse en intimidador o intimidado son multifactoriales. Martha González explica que una razón es el temperamento, que viene genéticamente determinado, y que de ahí en adelante juegan un papel importante elementos ambientales y sociales.
Para Luis Alberto Rengifo, sicólogo especialista en niños y adolescentes “existen factores biológicos y ambientales que pueden hacer posible que un niño sea tímido, inseguro y pasivo frente a la agresión o a las exigencias de otros en su ambiente. Si hablamos de los factores biológicos genéticos, nos referiemos a la personalidad introvertida que hace que un niño sea pasivo frente a la forma como le exige el ambiente, y es el niño que no sabe cómo responder o defenderse ante esa exigencia”.
Esas características de temperamentos pueden determinar que el niño sea vulnerable a un ambiente agresivo, por lo que, pueden ser intimidados por los demás.
Rengifo asegura que “la reacción de los niños depende de los niveles de aprendizaje y la forma como los padres o cuidadores les enseñan a interactuar con ellos y así mismo con los demás. Es decir, la forma como los padres educan a sus hijos frente a las habilidades de interacción y determinan, en parte, la forma como dichos niños responderán a esa interacción, ya sea mediante agresión con los demás o pasividad”.
En contra de la intimidación
Para los expertos Martha González y Luis Alberto Rengifo, los padres deben:
- Ser observadores de sus hijos, que entre más pequeños son, más fácilmente pueden hablar sobre lo que les sucede. Siempre hay que escucharlos y observarlos. Hay que preguntarse si tiene amigos, si habla de ellos o si por el contrario, no quiere volver al colegio. Aunque la negativa a la asistencia a clases puede tener varios factores, hay que averiguarlo.
- Los adultos tienen el importante papel de ayudarles a sus hijos a canalizar las emociones, a expresarlas, para que ellos puedan demostrar sus sentimientos.
- Hay que fortalecer la familia. La interacción de pareja, si hay buenas o malas condiciones, también influye en el desarrollo social del niño.
- Los padres deben trabajar en educar niños con gran autoestima, que se valoren a sí mismos, reconociéndoles sus cualidades y características positivas. Eso los ayudará a ser niños seguros, con herramientas para reaccionar de manera efectiva ante las situaciones de riesgo. “Es importantísimo enseñarles el valor del otro, del respeto, desde que está empezando a crecer hay que enseñarles sobre la dignidad del otro”, aconseja la sicóloga Martha González.
- Los padres no deben estimular un defensor que golpee o insulte, porque se generaría otro intimidador. El niño debe ser un defensor proactivo que pueda mediar con tranquilidad, sin insultar o agredir físicamente.
- Muchos padres les exigen a sus hijos que respondan con violencia cuando es agredido. Si el niño no actúa como ellos le aconsejaron, reciben reacciones violentas por parte de los adultos.
Perfiles
Los niños suelen ser reforzadores y asistentes, mientras las niñas son defensoras y externas:
Intimidadores: son niños que además de ser bruscos o groseros, son líderes. A pesar de sus actuaciones, no son rechazados por sus compañeros de aula, sino que también son quienes impulsan, estimulan a los demás, son populares y seguidos por sus pares.
Víctimas: de ellos se podría pensar que son solo los que tienen personalidades introvertidas, pero también se ha reconocido que a través de su agresividad pueden ser provocadores. Por eso también se puede hablar de intimidador- víctima.
Defensores: en las aulas se necesitan más niños defensores que sepan, con respeto, interceder por los niños que son víctimas. Tienen alta aceptación social.
Asistentes: son aquellos que sostienen físicamente a la víctima y se unen a la situación cuando el intimidador ha comenzado.
Reforzador: estimulan e impulsan a que los intimidadores sigan ‘haciendo su trabajo’ y se valen de frases como “vamos, pégale”. Son quienes no lastiman a nadie, pero son reforzadores de la conducta violenta.
Externo: no hacen nada frente a la intimidación.
Por Edna Juliana Rojas H.
Redactora ABC del bebé