Nueve niños de diferentes zonas de Colombia se encuentran hoy en el Instituto Cardiovascular de la FCV de Floridablanca esperando recibir un nuevo corazón para continuar viviendo.
Todos están hospitalizados por miocardiopatía dilatada, una enfermedad que agranda y debilita el corazón al punto de impedir el bombeo de la sangre hacia las diferentes zonas del cuerpo.
“Cuando un niño presenta una falla cardíaca terminal, como en estos casos, la solución definitiva es el trasplante”, señala Claudia Flórez, cardióloga pediatra líder del Centro de Cardiopatías Congénitas y Pediátricas de la FCV.
Ángel González López tiene tres años y dice que quiere un nuevo corazón para
quitarse las 'mangueritas', haciendo referencia a las cánulas que salen de su pecho y se conectan a la máquina que lo mantiene con vida.
"Lo que ha pasado con él es un milagro", según su mamá, Anahís López, lo ha acompañado desde La Guajira hasta la FCV.
“Él llegó a inicios de abril con un corazón que casi no se movía. Tuvimos que pasarlo rápidamente a una asistencia ventricular de mediano plazo, un sistema que extrae la sangre directamente del ventrículo izquierdo hacia un aparato que hace las veces de corazón”, explica la doctora Flórez.
La miocardiopatía dilatada de Ángel es de base genética, es decir que nació con un gen que dañó la estructura del corazón.
“Hace seis años perdí a un hijo por la misma razón y no quiero que me pase lo mismo. Quiero ver a mis hijos crecer y llegar a conocer a mis nietos”, manifiesta Anahís.
Como Ángel hay ocho niños más en las camas del FCV esperando un corazón para poder salvar sus vidas.
Todos los niños que están en lista de espera se encuentran en urgencia cero, categoría que les da prioridad. Sin embargo, las esperas son prolongadas, en parte por la baja cultura de donación que hay en Colombia.
“Si como padres llegamos a tener la oportunidad de decidir sobre la donación, hay que entender en medio de la tristeza de perder a un ser querido que tenemos en las manos la oportunidad para prolongar la vida de otros”, concluye la doctora Flórez.
BUCARAMANGA