Mejor ser ciudadano y hermano, que conocido y extraño

Este 13 de diciembre, en el blog Paz y Desarrollo, reflexión de monseñor Darío Álvarez Botero.

Alejandro López Conde, monseñor Enrique Sarmiento y monseñor Darío Álvarez Botero. Foto: Carolina Sánchez Montealegre

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El 26 de agosto de 1789, la Asamblea Nacional Constituyente sa aprobó la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano y una de sus implicaciones más importantes fue definir que estos derechos se entienden como universales, que son “naturales, inalienables y sagrados", así como que todos los hombres "nacen libres e iguales".
En este documento incluyó al ciudadano, que en el Diccionario de la Lengua Española aparece como adjetivo y nombre, y define como “habitante de las ciudades antiguas o de Estados modernos, como sujeto de derechos políticos, y que interviene, ejercitándolos en el gobierno del país”. También, como “miembro activo de un Estado, titular de derechos políticos y sometido a sus leyes”.
A esta importante palabra que es ciudadano, monseñor Darío Álvarez Botero, párroco de la Inmaculada Concepción de Bogotá, le agrega extraño, conocido y hermano.
Y así, 'Ciudadano, extraño, conocido, hermano', titula la columna que se publica este domingo 13 de diciembre en el blog Paz y Desarrollo de EL TIEMPO (http://blogs.eltiempo.com/pazydesarrollo).
“Parecen cuatro categorías distintas de personas, dependiendo de los ojos con los que miremos a los demás. En un país somos ciudadanos, nos da alegría, por ejemplo, los triunfos de nuestros deportistas y los reconocimientos que de nuestros ciudadanos hacen en el exterior”, escribe.
Y es cierto, qué importante es ver a los colombianos que se destacan en otros países, que ayudan a construir la historia del lugar al que se fueron a vivir, convirtiéndose en habitantes de las ciudades que los acogieron sin olvidar de dónde vienen, porque la mayoría lleva su lugar de origen en su corazón.
“Pero, en varios ambientes nos sentimos extraños y hasta tomamos distancia de quien no conocemos, porque pensamos que serían posibles agresores. Conocemos a muchas personas, y viceversa. Sin embargo, la categoría hermano la usamos con aquellos de nuestra familia. Hermano es el de sangre. Sin embargo, el papa Francisco, en su más reciente encíclica, Fratelli tutti, nos invitó a llamar hermano a todos los hombres de este planeta que habitamos en nuestra casa común”.
El papa Francisco tiene razón y hay que ratificar esa hermandad, más aún en este duro año que ya termina, en el que la ilusión de la vacuna llegó, pero todavía se demora.
Mientras tanto, hay que seguir cuidándonos y, especialmente, ser buenos hermanos entre todos. Lo más duro del 2020 fue que acabó de sacar a flote la inequidad tan grande que hay en el planeta, incluso en los países del primer mundo.
Por eso, además de ser buenos ciudadanos, tenemos que ser hermanos, no evitar al extraño y acercar más al conocido, para que ambos, tan ciudadanos como nosotros, sean nuestros amigos.

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