¿Alguien en la Casa de Nariño será capaz de hacer el ejercicio desapasionado y autocrítico de mirar lo que dicen las encuestas? ¿Alguien le hará ver al señor Presidente que está tirando a la basura la oportunidad de que la izquierda democrática vuelva al poder, alguna vez, si las cosas siguen como van? ¿Nadie se da cuenta, acaso, de que el Gobierno Nacional se desconectó, aun en las redes sociales, en donde solía moverse bien, del sentimiento nacional y los temas de interés de la ciudadanía que se expresa en los medios digitales?
No se puede tapar el sol con una mano. La desfavorabilidad del presidente Gustavo Petro es directamente proporcional a la imagen positiva que tienen alcaldes como Federico Gutiérrez, Álex Char o Dumek Turbay en Medellín, Barranquilla y Cartagena. Según la última encuesta de Invamer, mientras Petro tiene un 66 por ciento de imagen negativa consolidada a nivel nacional, Fico, por el contrario, tiene un 73 por ciento de favorabilidad; Char, un 72 por ciento de conexión con la gente, y Dumek, en la Heroica, un 74 por ciento de imagen positiva.
Y no. El problema no es que estemos permeados por un contexto negativo en general o que haya una desconfianza estructural extendida en todo el país. Los datos sugieren que mientras el Presidente se dedicó a las peleas, a alimentar su paranoia con el tal golpe blando, a insistir en una línea discursiva en negativo y a improvisar en la implementación de políticas públicas, los alcaldes le están mostrando a sus ciudadanos que otro camino de gerencia pública es posible y, ocho meses después de su posesión, mantienen cifras de aceptación saludables y, en algunos casos, han podido darse el lujo de trabajar solos a pesar del Gobierno Nacional, y no gracias a él.
Muchos vaticinaban que el éxito de estos líderes regionales en las urnas sería efímero y que, por tener una mirada de país distinta a la del Gobierno Nacional, se estrellarían rápidamente contra el poder hiperpresidencial que existe en Colombia y que fracasarían en sus proyectos políticos.
Sin embargo, los alcaldes demostraron que pueden devolverles la esperanza a los colombianos desde sus respectivas regiones y abrieron una posibilidad real para que la gente compare entre la inacción del Gobierno central y la cercanía y soluciones reales, sin politiquería, que se están construyendo desde los gobiernos locales.
El espejo inverso en que se tiene que estar mirando el presidente Petro es implacable. Lo que para él va mal, para varios de los líderes locales está saliendo muy bien.
Una historia similar pueden contar los alcaldes de Bogotá y Bucaramanga, que, aunque con números menores que los de sus otros colegas de ciudades capitales, también pueden decir que tienen más positivo que negativo en este arranque de mandato. No era fácil que Carlos Fernando Galán tuviera un 50 por ciento de favorabilidad con la ciudad literalmente en obra, la amenaza de desmanes frecuentes y una percepción de inseguridad compleja y, sin embargo, ahí está siendo bien valorado por la mitad de los bogotanos.
El camino es largo para los alcaldes, y aunque seguramente subirán y bajarán en las encuestas, lo que no pueden hacer son dos cosas: la primera, desenchufarse de la gente, encerrarse en un palacio municipal y no gobernar en las calles. Tienen que seguir trabajando con criterios técnicos pero populares (que no populistas). Y lo segundo que les quedaría muy mal es que, tentados por los cantos de sirenas, decidan renunciar, faltando un año, para lanzarse a la Presidencia.
El espejo inverso en que se tiene que estar mirando el presidente Petro es implacable. Lo que para él va mal, para varios de los líderes locales está saliendo muy bien. Las regiones la tienen clara y, en medio de la incertidumbre nacional, los alcaldes les están metiendo una inyección de optimismo a sus gobernados. De eso se trata el espejo inverso que hoy tenemos en Colombia.