El general (r) Jorge Enrique Mora Rangel es una de las figuras de mayor trascendencia en las Fuerzas Militares. Algunos de los hombres bajo su mando recuerdan que cuando estuvo al frente del Ejército Nacional dejó una huella indeleble por su capacidad de organización y su ejemplo cotidiano: “Era un tropero como ninguno”.
Con una clara animadversión hacia el escritorio, se movía como pez en el agua entre trochas y montañas combatiendo a la guerrilla.
Por eso cuando el presidente Juan Manuel Santos lo designó como negociador plenipotenciario del equipo que se sentaría frente a las Farc en La Habana, su nombre cayó bien porque, como recuerda una fuente castrense, se interpretó que él sería el “muro de contención para que la insurgencia no se pasara de la raya” en sus peticiones.
Así las cosas, él estuvo desde la instalación de la mesa hasta la firma final, por lo que recibió el reconocimiento de quienes se inclinaban por una salida negociada al conflicto armado.
Por eso mismo causaron sorpresa sus severas críticas, el miércoles pasado, al acuerdo de paz. La inquietante radiografía fue hecha en un foro virtual organizado por la Universidad Militar, titulado ‘Balance de los 4 años del acuerdo de paz entre el Gobierno colombiano y las Farc, aciertos y desaciertos’.
En este, además, participaron otros integrantes del que fuera equipo negociador, como el exalto comisionado para la Paz Sergio Jaramillo y la ahora congresista Juanita Goebertus.
Sus intervenciones fueron escuchadas por centenares de oficiales. Allí, el general empezó recordando que el Estado colombiano tiene una vasta experiencia en firmar acuerdos de paz, pues “mal contados yo tengo unos doce”, pasando por el EPL, el M-19, el Quintín Lame, entre otros.
Un 'error mortal'
Sin embargo, al instante lanzó el primer dardo: “En todos estos no se negociaron las instituciones. En cambio, en La Habana sí”, dijo. “Ese error mortal se cometió” en las negociaciones en Cuba, afirmó, y agregó que “el proceso de La Habana es el causante de lo que hoy nos divide”.
Para él, la negociación y el posterior plebiscito crearon una fractura que no ha sanado. Según su concepto, esto pasa porque, entre otras cosas, el expresidente Juan Manuel Santos prometió que en caso de que el plebiscito perdiera, él debía poner en un avión a los guerrilleros y llevarlos a la selva para seguir la confrontación.
Sin embargo, no fue así, afirmó el militar, sino que, por el contrario, tras la victoria del ‘No’ se regresó a La Habana y se le hicieron más concesiones a las Farc.
Y a manera de balance enumeró: “Las Farc hace parte de casi todos los equipos donde se tienen que tomar decisiones a nivel Gobierno. Si se va a hacer una reforma al sistema electoral colombiano, ahí están las Farc; si se va a hacer una reforma al sistema jurídico colombiano, ahí están las Farc; si se va a hacer una reforma al sistema político colombiano, ahí están las Farc”.
Romper el silencio
Su intervención abrió una serie de interrogantes que aún gravitan en el ambiente. ¿Por qué el general Mora decidió romper su silencio?
“Todo lo que dijo, en el Ejército ya se sabía”, dijo una fuente que conoce bien esta institución. Cuenta que durante la negociación hubo un voz a voz que transmitía en la alta oficialidad las debilidades que, desde su mirada, iban tomando los acuerdos.
Pero, ¿por qué soltarlos así de un solo tajo y en semejante espacio? Esta especie de desahogo no es una calentura pasajera. Se sabe que ya están en revisión los textos de un libro en el que el general hará más revelaciones. Editorialmente puede ser un éxito porque, entre otras cosas, él es un hombre metódico y riguroso en su trabajo. “A lo largo de su vida se acostumbró a registrar por escrito todos los detalles”, dice una persona que lo conoce bien.
“Lamento mucho las afirmaciones falsas del general Mora, a quien respeto mucho y con quien tuve el privilegio de trabajar durante más de 4 años”, respondió Juanita Goebertus.
Juanita Goebertus, representante a la Cámara. Foto:César Melgarejo/ EL TIEMPO
La congresista, además, se anticipó: “Él hizo parte de la construcción de cada letra del acuerdo de paz. Cuando publique el libro que anunció hace más de un año me referiré a la evidencia que presente”.
La primera consecuencia de las declaraciones de Mora es la fractura entre un equipo que siempre se mostró cohesionado.
Según dijo, nada más lejano: “La estructuración del equipo de Gobierno fue un desastre”. Ha trascendido que Mora se muestra especialmente severo con los políticos Iván Cepeda, Álvaro Leyva y Roy Barreras.
“Sorprende que cuatro años después decida contradecirse a sí mismo, negar su firma, su compromiso, que es de Estado, como miembro plenipotenciario del Gobierno, posición que aceptó de buena gana durante todos estos años”, le respondió Barreras.
Las palabras del general provocaron distintas reacciones. En una orilla, figuras como el expresidente Uribe las amplificaron en sus redes sociales; en la otra, se preguntan: si Mora estaba convencido de que el proceso tenía tantos defectos, ¿por qué no se levantó de la mesa y lo denunció?
Sorprende que cuatro años después decida contradecirse a sí mismo, negar su firma, su compromiso, que es de Estado, como miembro plenipotenciario del Gobierno, posición que aceptó de buena gana
“Tengo entendido que si uno no está de acuerdo con un documento, pues sencillamente no lo firma. Especialmente cuando se trata de un acuerdo de paz para la terminación de un conflicto y la desmovilización de la guerrilla más antigua del mundo”, escribió Esteban Santos. “Sí, general Mora, es con usted”, ironizó el hijo del expresidente.
También hay quienes se preocupan por el impacto en las regiones. Juan Diego Restrepo, director de Verdad Abierta, un portal que le hace seguimiento a las causas de la violencia, se pregunta por los efectos de estas palabras, que refuerzan el imaginario de sectores radicales y afectan la tranquilidad de los defensores de la paz en los territorios.
Otros, especialmente los sectores uribistas que han propuesto modificaciones a la implementación del acuerdo, consideran que la posición de Mora Rangel solo legitima la necesidad de encarar esa discusión.
Lo innegable es que el general abrió un nuevo desafío político al complejo proceso en el que se ha convertido la implementación de la paz cuatro años después.
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