Fueron 26 horas y pico, guiado por dos amigos, que comenzaron a las ocho de la mañana del domingo, alrededor del estadio El Campín, después en cercanías del parque Simón Bolívar, y que concluyeron a las 12 pasadas del lunes festivo en el parque El Salitre, donde se emitía en directo el programa de televisión Animalandia .
Sin imaginárselo, Martín Emilio Mosso recibió su primer reconocimiento público por televisión, cuando apenas le faltaban un par de horas para terminar con su difícil reto. William Vinazco, animador del programa concurso, dio la noticia del nuevo récord del boyacense en directo para todo el país. De inmediato le brotaron lágrimas de melancolía, de amargura, de desesperación, de alegría, de felicidad, de rabia. La confusión de sus sentimientos era entendible...
Fueron 1.577 minutos en los que sólo se bajó de la bicicleta prestada y en perfecto estado de deterioro, porque la suya se la habían robado meses atrás, cuando las necesidades fisiológicas se lo obligaron. En la madrugada del festivo, cuando promediaban las 18 horas de pedaleo, el inclemente frío bogotano hizo su aparición y estuvo a punto de derrotarlo. Pero sus ganas de superación hubieran podido hasta con el más fuerte de los aguaceros capitalinos.
Cuando la lente fotográfica de EL TIEMPO lo captó en acción 10:30 a.m., faltaba apenas hora y media para que terminara su gesta y su accionar estaba totalmente descompuesto. El sol calentaba como nunca y de su rostro brotaban goterones de sudor. Pero al fin y al cabo era un boyacense verraco, de pura cepa, que aguantaba de todo, que, guardando las proporciones, se hubiera podido comparar ayer con Patrocinio Jiménez, Miguel Samacá o Pajarito Buitrago.
La historia de Martín Emilio Mosso era como la de cualquier colombiano de clase media, con limitaciones, pero con esperanzas de mejorar y de ayudar a su familia. Pero un día cualquiera, hace cuatro años, esa historia tomó otro rumbo. Un golpe en la cabeza (nadie quiso contar la historia) le quitó todas las ilusiones de vivir. Lo consumió en una oscuridad que sólo él puede ver y sentir, la de su ceguera, y le echó a pique todos sus sueños y propósitos. Sólo hasta hace unos meses volvió a vivir, a sentir la necesidad de demostrar que está presente para él mismo, para su familia y para el país.
La vida no puede ser más fuerte que yo. Por eso estoy haciendo esto y espero conseguir el patrocinio para algunas campeonatos en los que quiero demostrar que puedo servir para muchas cosas. Ojalá me apoyen y entiendan mi situación .
Por eso los retos que se ha impuesto son varios. Lo principal es terminar su carrera de economista en la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Tunja. Por añadidura, vendrá lo que comienza a hacer su carrera deportiva como invidente. En el latinoamericano para ciegos en Puerto Rico, el próximo 5 de diciembre y en algunas pruebas de carácter nacional de fin de año, se ven sus claras intenciones de darle a Colombia alguna medalla que lleve su sello personal.
Aunque aún no recibe ningún apoyo por parte del gobierno departamental, ni mucho menos del nacional, ha tenido en Jorge Zárate, su entrenador, a la persona que con paciencia y tolerancia lo ha ayudado y preparado para salir adelante. Un grupo de alumnos del Colegio José Asunción Silva y uno de terapeutas de la Universidad Manuela Beltrán de Tunja, también se han solidarizado y le colaboran en sus entrenamientos y necesidades de primer orden.
Su apellido Mosso, hace honor a ese encanto de joven provinciano que lleva por dentro y que sale a relucir cuando sonríe. Es evidente su humildad y el sacrificio que ha tenido que hacer para abrirse un campito dentro la sociedad...