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Experiencia local
Don Luis Gómez Vargas, el bogotano que recibió un nuevo año y un nuevo siglo de vida
Al celebrar sus 100 años, recuerda los inicios de Millonarios, sus años como jugador y el Bogotazo.
Luis Alfonso Gómez Vargas celebró este martes 100 años de edad. Foto: Cortesía Héctor Gómez Bustamante
Hace calor, don Luis Alberto Gómez Vargas contempla la carrera 74 del barrio Modelia, donde se ubica el refugio donde celebrará su cumpleaños número cien. Sobre el asfalto que recibe los rayos de la tarde del 31 de diciembre, cinco pelados improvisan un partido de banquitas.
Don Luis Alberto Gómez Vargas con sus amigos de juventud. Foto:Héctor Gómez Bustamante.
Uno de ellos marca un gol y al longevo amante del fútbol, que está cumpliendo un siglo de existencia, le llegan los recuerdos de sus años de futbolista.
Recuerda, Héctor, cuando fuimos a la final de Millonarios-Cali por allá en los 80. Esa vez ganamos gracias al penalti que tapó Amadeo Carrizo, le dice el pionero del fútbol capitalino a su hijo, el Gato Gómez, quien contradictoriamente es hincha del equipo verde de la capital vallecaucana.
Padre e hijo viajan en el tiempo a esa tarde en el estadio El Campín, cuando el fenomenal arquero argentino atajó el penal a Henry Loaiza.
El viejo Gómez sonríe al recordar que, al salir del estadio, el técnico Gabriel Ochoa corrió a abrazarlo, lo reconocía como uno de los mejores aficionados del conjunto embajador.
El abuelo centenario con el hijo, Héctor Gómez Bustamante. Foto:Héctor Gómez Bustamante.
Mientras Héctor finaliza los preparativos y dispone la torta, busca en su celular tangos y música de la Sonora Matancera para homenajear al viejo que se dispone a celebrar sus 100 diciembres.
Cumplir años en esta fecha tiene sus ventajas, pues uno celebra por partida doble, dice, mientras enseña su viejo carné de jugador de fútbol de primera categoría.
El férreo defensor del deportivo Coca Cola y Buses Municipales, de donde saltaron varios jugadores a la división profesional rememora los días en que, de cortos, visitaba las canchas de entrenamiento del equipo de sus amores.
"Mi papá era un central muy fuerte, le decían ‘El Cleto Castillo’", dice Héctor, apodo que le pusieron en alusión a un defensa uruguayo que pegaba durísimo. “Si pasa el balón, no pasa el jugador", interviene don Luis y suelta una carcajada.
Al fondo ya suena una canción decembrina del decano de los conjuntos de Cuba. Héctor mira a su padre con nostalgia y sólo pide que el próximo año estén juntos para celebrar. Los muchachos que jugaban en la calle partieron y por la calle, ahora solitaria, pasa un hombre que empuja un carro esferado y desde lejos desea a los Gómez que pasen un feliz año nuevo.
Don Luis Alberto Gómez Vargas con su hijo y su esposa. Foto:Héctor Gómez Bustamante.
Nostalgias del tranvía
Don Luis acepta salir a dar una caminata donde pasa sus días al cuidado del personal del hogar especializado en atención de adultos mayores. Una brisa refresca el paseo del viejo y los festones que nos hablan de los días decembrinos que en horas serán apenas un recuerdo.
El abuelo centenario. Foto:Héctor Gómez Bustamante.
—Si repasar un año da nostalgia, imagínese lo que son los recuerdos de vivir un siglo —dice don Luis, escoltado por su hijo Héctor, periodista de profesión y quien heredó de su padre el gusto por el atletismo de fondo.
En ese instante enseña unas fotos de su padre, estampas que se tomaron hace 60 y 70 años.
En una de las gráficas aparece don Luis Alberto frente al tranvía. Recuerda cuando, cansado de insistir con el fútbol, decidió buscar empleo en la empresa de moda a mediados de los cuarenta.
No era fácil entrar a la empresa de los pequeños trenes que serían un rasgo distintivo del centro de la ciudad. “Después de persistir con las directivas de aquel servicio, pude entrar y hacerme respetar por mi seriedad en el trabajo” -señala- “hasta que todo terminó con la tragedia del Bogotazo”.
Cédula de Luis Alberto Gómez Vargas. Foto:Héctor Gómez Bustamante.
Don Luis se queda en silencio y mira al suelo. De esa jornada prefiere no hablar, aunque reconoce que luego de ver los vagones volcados y en llamas, derrotados sobre la carrera séptima, fue difícil recuperarse. Fue ver tu lugar de trabajo reducido a cenizas.
De regreso al hogar de ancianos hay una extraña sensación. Uno de los adultos mayores, compañero de Luis, entona el Año viejo y baila en solitario a la espera de la visita de algún familiar para despedir el año. Otro abuelo mira su reflejo en la pantalla de un televisor apagado, una anciana de tez morena y ojos cristalinos hace sonar una pandereta, mientras otra doña reza el rosario con una voz muy delgada, como si la habitara una niña.
Don Luis vuelve a mirar sus fotografías donde aparece de la mano de su esposa, doña Graciela Bustamante, quien partió hace 5 años.
—Fueron muy unidos —interviene Héctor—, y hasta sus últimos días como pareja iban a bailar en las tardes musicales que una vez al mes se programan en el centro comercial Hayuelos.
Don Luis Alberto Gómez Vargas junto a su esposa. Foto:Héctor Gómez Bustamante.
Con el tiempo nos volvemos solo nostalgias, dice don Luis, quien contempla su imagen radiante en la fotografía al lado de su esposa sonriente. Esos fueron los mejores años, cuando conocí a Graciela, en esa época me desempeñé como profesor de mecánica del Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA).
"Mi papá era un profesor que exigía disciplina; como les daba clase a mujeres, no les permitía a las estudiantes que usaran esmalte ni maquillaje. La mecánica y el glamour no combinan, era su filosofía", comenta Héctor, mientras Luis asiente con un gesto de picardía.
La tarde empieza a caer con los sonidos agónicos del motor de un camión que pasa al frente, un chico flaco que canta un vallenato recoge basura; en la radio de una casa vecina se escucha que tan solo faltan unas horas para despedir el año. Héctor enciende las velas que parpadean sobre la torta. Don Luis se acerca con parsimonia, el gato que dormita a un lado del pesebre lo sigue con la vista al hombre centenario, que ahora se queda con la mirada fija de quien lo ha visto todo. Por su rutina pasó la ciudad del caos de la tragedia y turba gaitanista, y las tardes de euforia en el estadio.
El abuelo centenario con el hijo, Héctor Gómez Bustamante. Foto:Héctor Gómez Bustamante.
Al final evoca la avenida Jiménez. La recorrió vestido a la usanza de su ídolo Gardel, y luego metido en el gusano rojo al que llaman Transmilenio y vio campeonar 16 veces a su Millonarios del alma, y conoció a los Pedernera y Di Stefano y Pipo Rossi.
Don Luis se retira ensimismado, como en la canción de Piero, creció con el siglo, con tranvía y vino tinto, desde aquel lejano diciembre en que vio la luz por vez primera el 31 de diciembre de 1924.