Un informe realizado por Unicef, El Banco Mundial y la UNESCO a finales del año pasado alertó que la actual generación de estudiantes podría llegar a perder unos US$17 billones del total de ingresos que percibirán durante toda su vida. Pasaron 676 días desde aquel anuncio el 19 de marzo de 2020 con el denominado ‘Simulacro por la Vida’, donde las instituciones educativas públicas y privadas de Bogotá no han tenido clases presenciales con el 100 % de aforo.
Es por esto, que esta semana es motivo de celebración, porque niños, niñas y jóvenes lograron retomar y recuperar el aula de clase como lo que siempre fue: el epicentro del aprendizaje, sueños y base de oportunidades de las futuras generaciones. Tuvimos que presenciar como centros comerciales, aeropuertos, restaurantes, discotecas y bares estaban sobresaturados de consumidores que buscaban recuperar el tiempo en el confinamiento. En paralelo, niños, niñas y jóvenes sufrían las consecuencias de un gobierno tímido en acelerar las inversiones, decisiones y adecuaciones necesarias para un retorno seguro, principalmente de las personas más vulnerables. Por otro lado, sindicatos y colectivos que frenaban un regreso a clases ante la falta de condiciones ideales, y finalmente, madres y padres que padecían la desinformación ante los procesos de retorno a la presencialidad que se impulsaron desde el año pasado.
Ahora, esta celebración se convierte en un nuevo punto de partida de un largo camino para trabajar por recuperar y mitigar los daños que tuvo el cierre de aulas durante casi dos años. Por esta razón, es crucial que se puedan afrontar tres problemas fundamentales ante este nuevo escenario: primero, superar las barreras que tiene un regreso a la presencialidad del 100% de estudiantes; segundo, la ausencia de mediciones y posteriores medidas ante las pérdidas en el aprendizaje, por último, los efectos sobre la salud mental de los niños, niñas y jóvenes.
Lograr que lo estipulado por la Alcaldía en la Resolución 2204 del 29 de octubre de 2021 tiene desafíos importantes. Se debe lograr acelerar el proceso de vacunación para completar los esquemas de los niños, niñas y jóvenes, así como terminar de completar para los docentes y en lo posible las dosis de refuerzo. También, mantener una posición firme ante las posibles quejas y reclamos de diversos actores, no es momento de retroceder. Por último, necesitamos trabajar en la pedagogía y difusión de información adecuada para las madres y padres ante todas las dudas, inquietudes y miedos, ya que de ellos depende la última decisión sobre el envío de sus hijos e hijas al aula.
Respecto a la pérdida de aprendizaje son necesarias medidas estructurales. Según, las Naciones Unidas, las consecuencias pueden ser mayores en los primeros años de la educación. Las simulaciones realizadas en países en desarrollo que participan en el Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos (PISA) demuestran que, sin medidas correctivas, una pérdida de un tercio del aprendizaje (equivalente a un cierre de las escuelas de tres meses) durante el tercer grado puede provocar que un 72 % de los estudiantes se queden tan rezagados que para el décimo grado habrán abandonado la escuela o no serán capaces de aprender nada en ella.
Este es un buen escenario de aplicar una vieja frase que dice “en la crisis está la oportunidad”. Este es un escenario propicio para emprender un proceso de monitoreo y evaluación de las habilidades que se han retrasado que puede fortalecer los sistemas actuales y así identificar ¿cuáles serán las áreas prioritarias de trabajo? Para qué se destinen medidas y recursos específicos en pro de uno de los problemas más graves que ha tenido este periodo.
La última problemática es mitigar los impactos en la salud mental. El Informe de UNICEF sobre el Estado Mundial de la Infancia 2021, menciona que niñas y niños sufren estrés más agudo si son separados de uno o ambos progenitores y el pronóstico es más complejo frente a la pérdida de cuidadores primarios y secundarios. Y esto es una realidad: se estima que entre marzo de 2020 y abril de 2021 unos 600 mil menores de 18 años quedaron huérfanos a causa de COVID-19 en Argentina, Brasil, Colombia, México y Perú.
Los confinamientos, falta de interacciones sociales y aulas cerradas que eran espacios de detección de síntomas han afectado a los jóvenes, por ejemplo, según la encuesta de percepción #miVozmiCiudad de Bogotá Cómo Vamos, en octubre del año pasado, solo el 23% de los jóvenes de 18 a 25 años declaró que su salud mental esta mejor hoy que antes de la pandemia.
Este es el regreso más esperado desde que se establecieron confinamientos estrictos, por esto el llamado sobre todas las cosas es ciudadano. Tenemos una obligación de ser veedores ciudadanos ante el proceso de regreso a la presencialidad porque de no hacerlo seguiremos interrumpiendo un proceso que va perpetuar la desigualdad, la pobreza y la exclusión.
FELIPE BOGOTÁ