Cada vez es más frecuente encontrar mayor cantidad de basuras y escombros en calles, puentes, avenidas y andenes peatonales. Aunque el servicio de aseo se mantiene en los horarios establecidos algo no anda bien desde hace un tiempo.
De allí que es necesario hacer un corte de cuentas al ‘nuevo’ modelo de aseo en la ciudad, cuya concesión fue adjudicada, en 2018, a cinco operadores para hacer la recolección, barrido y limpieza en diferentes zonas o Áreas de Servicio Exclusivo. Estos, a su vez, se comprometían a renovar la flota de vehículos, a instalar contenedores de aseo y canecas a lo largo y ancho de la ciudad y a ampliar la cobertura en zonas rurales. Incluso, se hablaba de una reducción estimada de la tarifa en un 10 %, en promedio.
El nuevo esquema prometía, en su momento, resolver los problemas de limpieza de la ciudad que no eran reconocidos vía tarifa, como la recolección, transporte y manejo de llantas; la pintura bajo puentes; la remoción de avisos, vallas, pendones, pasacalles y grafitis, y hasta la remoción de cambuches, entre otros aspectos. Se hablaba, incluso, de nuevas tecnologías para identificar puntos críticos en tiempo real y optimizar las rutas de recolección.
A su vez, se incentivaba el reciclaje por parte de los s residenciales y comerciales, quienes debían dividir sus residuos en dos tipos de bolsas: la blanca, para el material potencialmente aprovechable, y la negra, para residuos orgánicos. Esto, con el fin de ayudar a la labor de los recicladores de oficio.
Sin duda, el diseño del modelo estaba muy bien sustentado en el papel, pero en la práctica comenzaron a emerger nuevos inconvenientes, que en su momento no fueron bien diagnosticados.
Para empezar, el modelo de contenedores ha traído más problemas que soluciones. Los lugares donde fueron ubicados se han convertido en focos de contaminación, donde abundan los malos olores, los escombros de construcciones, llantas o muebles viejos. Esta acción, en parte, es el resultado de una clara ausencia de programas de cultura ciudadana y de capacitación permanente para el uso adecuado de los contenedores; pero también por una falta de control y gestión de la UAESP y los operadores, pues, de alguna manera, cuando el camión compactador pasaba de casa en casa recogiendo los residuos era más fácil identificar aquellos s que abusaban del sistema, pero bajo el modelo actual de contenedores, es difícil.
Situación similar se viene observando en las cestas de basura, cuyo propósito era ayudar a reducir las basuras en el espacio público, pero hoy se han convertido en espacios donde también abundan escombros, excrementos de mascotas y todo tipo de residuos de las comidas callejeras.
En medio de todo esto, la ciudad también ha visto crecer la actividad que realizan los recicladores; algunos llevan años realizando esta labor, mientras otros son nuevas personas que han encontrado en este oficio una estrategia de subsistencia, en particular después de la pandemia. El problema es que no hay quién controle aquellos que no realizan la actividad apropiadamente y dejan más sucios los lugares por donde pasan.
Lo cierto es que la UAESP no está haciendo bien su tarea, ni con los operadores de aseo ni mucho menos con los recicladores. Poca atención han recibido el servicio y frecuencias de recolección alrededor de los contenedores de aseo; tampoco se ha trabajado en temas de cultura ciudadana y ni hablar del control y sanción a s que contaminan la ciudad o hacen mal uso de los contenedores.
Pero el problema de fondo es que la entidad nunca se ha preocupado por ejecutar correctamente la política pública de recolección y reciclaje de residuos en la ciudad. Sugiero empezar por hacer cambios considerables al modelo de contenedores.
ÓMAR ORÓSTEGUI
PROFESOR UNIVERSIDAD DE LA SABANA
LABORATORIO DE GOBIERNO GOBLAB