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Los que se bajaron del carro

Seis personas nos cuentan que sí es posible cambiar el auto particular por medios sostenibles.

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Seis personas nos cuentan que sí es posible cambiar el carro particular por medios más limpios, más saludables y más sostenibles para moverse en Bogotá.

Para subirse a la bicicleta de carga

Alejandra y Breytnerth se conocieron en un curso de ciclomontañismo. “La bici nos unió, y esta familia es pura bicicleta”, dice Alejandra. Foto: Milton Díaz. EL TIEMPO

Alejandra y Breytnerth se conocieron en un curso de ciclomontañismo. “La bici nos unió, y esta familia es pura bicicleta”, dice Alejandra. Foto: Milton Díaz. EL TIEMPO Foto:Milton Díaz / EL TIEMPO

En las bicicletas de carga de Breytnerth Córdoba y Alejandra Díaz caben sus dos hijos, de cuatro y cinco años; Maca, la perrita de la familia; el mercado o los juguetes de los niños; y la alegría de moverse de otra manera por Bogotá.
Agotados por los trancones, en 2018, este profesor y esta ingeniera de petróleos se bajaron de su camioneta y se subieron en una bicicleta de carga de marca nacional y, en 2020, dieron el salto a dos bicis de la marca danesa Larry vs. Harry. Se las ingeniaron para diseñar las cajas donde cargan a sus hijos y a una de las bicis le instalaron un sistema de asistencia eléctrica.
“La gente suele asociar la palabra 'familia' con la palabra 'camioneta'. Y nosotros lo vivimos: recién casados teníamos un carro chiquito y cuando nacieron los niños compramos un carro más grande. Pero... son tantas las cosas que se pierden estando en el habitáculo de un vehículo, las ventanas quitan ruido, quitan visibilidad, nos quitan todo, nos quitan la vida. El tiempo que se demora uno metido entre un carro es casi que el doble que el que se gasta en una bicicleta”, dice Breytnerth, quien ya tiene calculados los tiempos.
Sobre su bullit asistida, puede llevar a su niña, desde su casa en Galerías hasta el colegio en La Calera en 35 minutos. También, a puro pedal, esta pareja lleva a los niños al complejo acuático o a visitar a la abuela, en la calle 170. “¿El trancón de la autopista? No, señor, muchas gracias. Vamos en bici”, anota Breytnerth. Llevar a la niña en bicicleta le ha evitado tener que subirla en una ruta a las 6 a.m. o someterla a los constantes trancones de la vía Bogotá-La Calera. 
Hoy, la camioneta está en el parqueadero y se usa en casos excepcionales. Para un viaje muy largo o para una emergencia. 
En la bici sientes el clima, el viento, ves las cosas, los niños preguntan por lo que ven... queríamos que tuvieran esa experiencia
Para todo lo demás, utilizan la bicicleta: pueden ser las de carga, las de papá y mamá o las de los niños, que ya pedalean solitos. "Ella me pregunta cuándo vamos a subir 'en trensito' por Patios", dice Breytnerth y explica que ya compraron una cinta remolcadora Tow-Whee que, en resumen, es una cuerda que une su bicicleta con la de la niña, que puede ir atrás, remolcada y guiada por su papá. 
“Esta es una herencia que les vamos a dejar a nuestros hijos: una percepción completamente distinta de lo que significa el tráfico, moverse, de las posibilidades diferentes que hay”, agrega Alejandra. Para ella, Bogotá debe generar más confianza a sus habitantes para elegir la bicicleta y promocionar todas sus ventajas.
Una familia que le debe todo a la bicicleta
"Mi esposo y yo nos conocimos por la bicicleta", empieza a contar Alejandra, "yo estudié fuera de Bogotá y cuando volví, en 2013, empecé a usar la bici para ir al trabajo. Duré un año y medio y supe que me gustaba, entonces busqué cómo salir con grupos, rodé con Teusaca; me gustó aún más, así que compré una bicicleta de montaña. Fui a un curso de ciclomontañismo y ese lo dictaba Breytnerth. Ahí empezó todo. Fue la bici la que nos unió". 
Alejandra asegura que una de sus mayores alegrías la vivió el día que los cuatro pudieron rodar juntos en bicicleta. "Mi esposo y los niños me acompañaron al trabajo", recuerda, y agrega "si a mí me dijeran tiene que escoger entre carro o bici, siempre diré bici". 

Para subirse a la patineta

María Fernanda solo utiliza el carro cuando necesita salir de la ciudad; para ir al trabajo y hacer otros trayectos cercanos, usa la patineta.

María Fernanda solo utiliza el carro cuando necesita salir de la ciudad; para ir al trabajo y hacer otros trayectos cercanos, usa la patineta. Foto:Ana Puentes / EL TIEMPO

María Fernanda Santacruz tiene pase de conducción desde los 16 años, pero dice que jamás ha disfrutado manejar.
“A mis padres les parecía importante, pero no me gusta. Me estresa el trancón, tener que adelantar, las intersecciones... Los carros, las motos, los buses son agresivos. También me parece insostenible que una persona se movilice sola en un carro: eso no ayuda a la movilidad ni al medioambiente”, cuenta.
Por eso, un día, decidió dejar el carro en el garaje y subirse, inicialmente, a la bicicleta.
“Pero no tenía la destreza. Me sentía insegura, temía que un carro o un bus me pudiera arrollar. ¡Hasta me arrojaba de la bici cuando se acercaban! Entonces intenté con la patineta”.
Durante un mes usó los servicios de patinetas eléctricas compartidas en Bogotá; le gustó y, en 2019, se compró una. “Voy de la oficina a la casa, es un trayecto de 20 minutos. Me rinde y llego relajada”.
“Bogotá podría hacer tres cosas para que más personas se bajen del carro: Una es mejorar la infraestructura: en la patineta se sienten con más fuerza los huecos y los desniveles de las ciclorrutas; mejorar la seguridad: yo solo utilizo la patineta si logro regresa a casa antes de las 5:30 p.m., pero su ya está oscuro, me da miedo que me roben; y promover la cultura, la empatía entre actores viales, ser menos agresivos con los demás”, dice.

Para usar transporte público

John ha decidido entregarle el vehículo a su hija mayor. Ahora aprovecha la poca congestión que suele haber en la ruta L41 para llegar a su trabajo.

John ha decidido entregarle el vehículo a su hija mayor. Ahora aprovecha la poca congestión que suele haber en la ruta L41 para llegar a su trabajo. Foto:Camilo Castillo

Es cuando menos curioso que una persona que dedica su vida a vender automóviles para una multinacional sa, decida dejar su vehículo de lado para empezar a movilizarse en TransMilenio. Ese es el caso de John Émerson Sánchez, un bogotano de 50 años que vive desde mediados del 2020 en el municipio de Soacha y que desde muy joven tuvo claro que, además de tener un hogar para él y su familia, deseaba tener un carro para moverse en la ciudad.
Así fue desde el 2012. Ese año, John Émerson compró un vehículo en el mismo concesionario donde trabajaba y aunque su oficina, ubicada en la calle 80 con carrera 116 en Engativá, quedaba apenas a 20 minutos caminando desde su casa, empezó a utilizarlo casi a diario.
Con el paso de los años, las ya poco frecuentes visitas al sistema de transporte público de Bogotá, desaparecieron. Para cuando llegó la pandemia, el señor Sánchez ya no recordaba lo que era subirse a un bus de TransMilenio o del SITP, sin embargo, fue justamente esta coyuntura la que lo obligó a él y a su familia a cambiar su rutina.
La crisis económica y sanitaria provocada por el covid-19, no les dejó otra alternativa que trasladarse a Ciudad Verde, en Soacha, en agosto del año pasado. Allí, tenían una casa comprada en el 2016 y que siempre había estado arrendada. Debido a que era imposible costear el alquiler del apartamento, que tenían en el barrio Ciudadela Colsubsidio, y al mismo tiempo pagar las cuotas de su casa, toda la familia se mudó.
Es difícil que vuelva a mi vida de antes, ahora solo tardo 45 minutos en llegar al concesionario. Únicamente debo hacer un transbordo y no tengo que aguantar el caos de la autopista Sur.
El primer cambio que ocasionó esta decisión tuvo que ver con los horarios. “Para llegar a tiempo a mi trabajo en Chapinero ahora tenía que salir de Soacha a las 4:30 a.m. Además, en el camino debía acercar a mi esposa e hija, quienes trabajaban y estudiaban en Engativá”, relata.
Así las cosas, lo que antes era un viaje de 15 minutos, ahora se había convertido en una odisea de dos horas y media. Los meses pasaron y esta situación empezó a dejar secuelas en el cuerpo de John Emerson. Las largas horas que pasaba en medio del tráfico y el estrés que le generaba el ruido de los pitos, lo estaban enfermando. “Estaba durmiendo muy poco; apenas tres o cuatro horas por noche”, afirma.
Un día de agosto, por una coincidencia, John tuvo que dejar su carro guardado y utilizar Transmilenio para llegar al concesionario. Esta situación cambió su percepción de la movilidad en Bogotá y sus viajes diarios de la casa al trabajo. “Ya no recordaba cómo se utilizaba y tenía algo de miedo por todo lo que dicen acerca de la inseguridad. Pero al final resultó ser una gran decisión. Ahora me voy sentado y durmiendo en la ruta L41, después, me bajo en la estación de Comuneros y me subo en el M47, el cual me lleva en 20 minutos al Museo Nacional”, dice.
Haciendo una reflexión sobre lo sucedido durante los últimos tres meses, John es consciente de lo complicado que podría ser volver a utilizar el carro con la misma frecuencia. De hecho, ahora su vehículo es utilizado únicamente por su hija mayor. “Es difícil que vuelva a mi vida de antes, ahora solo tardo 45 minutos en llegar al concesionario. Únicamente debo hacer un transbordo y no tengo que aguantar el caos de la autopista Sur”, concluye.

Para elegir la bicicleta (y la bicicleta eléctrica)

Luis Enrique Rojas ahora llega cada mañana en bicicleta a su almacén de repuestos mecánicos y autopartes en Puente Aranda. Él decidió dejar de usar su Chevrolet Corsa, para pedalear. Este comerciante de 54 años, relata que el motivo que lo llevó a transportarse en dos ruedas, fue darse cuenta de que era más eficiente para llegar hasta su trabajo y realizar diligencias.
"Al 'rojito' lo dejé de usar hace siete meses. Siempre venía hasta el almacén en el carro, pero un día el berraco se quedó sin gasolina y me quedé varado", expresa Luis. El carro sufrió una fuga en el tanque y tuvo que enviarlo a reparar. Mientras tanto este comerciante no hallaba en qué movilizarse y el transporte público no le parecía una opción.
“En TransMilenio, yo no me monto hace mucho. Más que todo hago vueltas por el barrio y de vez en cuando que tengo ir por mercancía a Patio Bonito (...). Ahora con todo lo de la pandemia a uno le da miedo contagiarse”, dice.
Luis le comentó a su hijo, Juan Carlos, la situación y en medio de la charla le manifestó que quería conseguir una bicicleta. Durante varias semanas estuvo en la búsqueda, pero no se decidía a comprarla. Un amigo suyo le prestó una para que se pudiera desplazar. Desde entonces, el recorrido diario que realiza es del parque de los Comuneros hasta la carrera 53, donde queda su almacén. Él explica que antes en carro cuando había trancón se podía demorar hasta 50 minutos, una hora, pero ahora se demora la mitad de tiempo.
Pasó un mes desde que había empezado a movilizarse con este medio de transporte, cuando Juan lo sorprendió entregándole una bicicleta eléctrica. Él cuenta que ya les habían entregado el carro, pero vio tan feliz a su padre movilizándose en bicicleta que tomó la decisión de darle ese regalo, que, en palabras de Luis le cambió la vida. “Uno se siente más enérgico, menos estresado y para la salud es mucho mejor”, afirma.
Parte de comerciante
Por su parte, Elizabeth Idalgo, dueña de un negocio en Suba de reparación y mantenimiento de bicicletas, patinetas y motocicletas eléctricas, afirma que a causa de la pandemia el negocio de venta de estos medios de transporte ha mejorado. Al mes en promedio llegan entre 30 a 40 personas para realizar reparaciones y explica que “en una importación que tiene 90 bicicletas se pueden vender hasta 50 en medio mes”.

Para caminar

Sebastián Casallas es fotógrafo y estudiante que se la rebusca cómo sea: con sus fotos o conduciendo para plataformas en el carro de la familia. Un día, su padre vendió el carro y lo dejó sin el medio de trabajo y el medio de movilidad al que a veces acudía. 
"Un día, ya sin el carro, por fuerza mayor tuve que caminar de Iserra 1000 hasta Unicentro. Fue como hora y media a pie", cuenta y anota que le gustó. "Eso me hizo pensar en caminar para movilizarme y disfrutar. Como soy fotógrafo, aprovecho el camino para hacer fotos en cada esquina". 
Sebastián ahora camina por su barrio y por su localidad. Cuando la distancia es un poco más larga, usa la bicicleta. 
"La ventajas son muchísimas. Uno se olvida del sedentarismo y los trancones. Cuando uno está en el carro, no se mueve y se pega al celular; pero cuando uno va caminan o en bici, tiene todos los sentidos puestos en el camino", afirma. 
Sebastián, en general, se siente satisfecho con el sistema de ciclorrutas; pero cree que la seguridad podría mejorar, para que las calles estén cada vez más llenas de gente. "Cuando hice esa caminata de Iserra 100 a Unicentro, no vi mucha gente caminando. Veía recicladores, más que todo; y la gente que había estaba perdiendo el tiempo esperando un bus". 

Cuatro preguntas a Movilidad

EL TIEMPO solicitó información a la Secretaría de Movilidad para ampliar este reportaje:
¿Cuál es el estado actual de las ciclorrutas de Bogotá?
Según la Secretaría de Movilidad, hoy Bogotá cuenta con 590 kilómetros de red de ciclo infraestructura. Según un diagnóstico hecho entre octubre de 2017 y junio de 2018, se tiene 81,28 % de la infraestructura está en buen estado; 5,83 % en estado regular; y 12,89 % en mal estado. 
Esta diagnóstico, sin embargo, se actualizará en 2022.
¿Hay acciones para promover el uso de patineta eléctrica como medio de movilidad?
Según la Secretaría de Movilidad, el trabajo con esta alternativa de movilidad viene desde 2018 con recomendaciones de tránsito para estos vehículos, reglas para las empresas que llegue con los modelos de préstamo o uso compartido de patinetas, entre otras estrategias. 
Hoy, sin embargo, pese a tener una estrategia de permisos temporales gratuitos para empresas que prestan patinetas, el Distrito indica que "la Secretaría no ha recibido solicitudes por parte de empresas interesadas en operar". Aunque, asegura que "sí se han acercado empresas interesadas en conocer más sobre el proceso de obtención de estos permisos con el objetivo de iniciar su operación en Bogotá bajo las condiciones allí establecidas"
¿Tiene la Secretaria de Movilidad una proyección deseada de distribución modal?
En su respuesta, la Secretaría aseguró que "el Distrito estima que, como meta de la política, la evolución de la demanda de viajes de bicicleta en la ciudad los viajes en bicicleta en la ciudad pasarán de 880,000 en 2019 (en día hábil típico) a cerca de 2'051,000 en 2039. Esta proyección se cumpliría gracias a la implementación de las medidas contenidas en dicha política (Política Pública de la Bicicleta) incluyendo el proyecto de la Ciclo Alameda Medio Milenio". 
Estas fueron las proyecciones (de viajes en un día hábil típico) que envió la entidad a este diario: 
2019
Bicicleta: 880.000
Transporte público: 4'682.000
2024
Bicicleta: 1'321.000
Transporte público: 4'915.806
2027
Bicicleta: 1'467.000
Transporte público: 5'072.961
2035
Bicicleta: 1'856.333
Transporte público: 5'492.039
2039
Bicicleta: 2'051.000
Transporte público: 5'701.579
¿Bogotá está formulando una nueva política  pública relacionada con la movilidad sostenible? ¿Qué ejes clave tendrá?
La Secretaría de Movilidad le confirmó a EL TIEMPO que se está formulando la Política de Movilidad Motorizada de Cero y Bajas Emisiones 2022-2040. Estará lista en diciembre de 2021 y será una "hoja de ruta de corto, mediano y largo plazo para consolidar la movilidad motorizada de cero y bajas emisiones como una alternativa eficiente, sostenible, accesible y competitiva en la ciudad región". 
Además, tendrá  como objetivos: 
"• Desarrollar esquemas de incentivos y desincentivos económicos y no económicos.
• Promover un modelo de economía circular de baterías eléctricas.
• Establecer un ecosistema entre el sector público, privado y académico de generación de información, investigación, desarrollo e innovación.
• Desarrollar un entorno de comunicación, pedagogía y participación alrededor de la movilidad de cero y bajas emisiones.
• Consolidar una red de infraestructura de recarga inteligente, accesible y competitiva en articulación con el sector privado"
ANA PUENTES, CAMILO CASTILLO Y DIEGO LOZANO

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