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‘El hombre de los ojos azules, mi padre, ha desaparecido’

Nicolás Campos Villanueva salió de la casa de su hija el 18 de febrero de 2019 y nunca más volvió.

Nicolás Campos Villanueva salió de la casa de su hija el 18 de febrero de 2019 y nunca más volvió. Las pistas sobre su paradero son nulas y la investigación no da frutos.

Nicolás Campos Villanueva salió de la casa de su hija el 18 de febrero de 2019 y nunca más volvió. Las pistas sobre su paradero son nulas y la investigación no da frutos. Foto: Archivo particular

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No hay noche en la que no recuerde los profundos ojos azules de su padre, su sonrisa, su ternura particular; no era perfecto, pero guarda en su memoria hermosos momentos a su lado. Dayana lleva dos años de su vida esperando volver a ver al hombre que le dio la vida.
Nicolás Campos Villanueva nació en San Antonio, Tolima, y a los 60 años había decidido pasar 15 días en la casa de su exesposa en Girardot y luego viajó a Bogotá para celebrar el cumpleaños de una de sus tres hijas. Eso fue el 17 de febrero del 2019.
Tenía 60 años y durante toda su vida había vivido en Bogotá. Era un hombre humilde que no había podido terminar su primaria, pero su energía y su carisma le permitieron moverse como vendedor informal y como reciclador. Era conocido en las calles de Bogotá, sobre todo en el sector de Bosa Atalayas, y en la medida de sus posibilidades siempre acompañó a su familia en las buenas y en las malas hasta ese 18 de febrero, cuando desapareció.
Ese día disfrutaron de la fiesta de cumpleaños de una de las hermanas, la mayor, que vivía en la calle 13 con avenida Ciudad de Cali, muy cerca de la avenida Boyacá. “Almorzamos y tuvimos una celebración muy tranquila con toda la familia”, contó Dayana, y también dijo que ese día no se alcanzó a despedir de él y que eso es un peso con el que ha cargado desde entonces.
La joven salió para la casa de su otra hermana, que vivía en Hayuelos. Para esa época estaba embarazada y tenía que partir para descansar. “Al otro día tenía que ir a trabajar, yo soy profesora de inglés”.
Luego se supo que Nicolás había salido el domingo en horas de la mañana. Dijo que visitaría a unos amigos, pero no dijo a quiénes ni en dónde. “Él era de ese tipo de personas que se hablaba con todo el mundo, era recochero y siempre estaba pendiente de sus amigos y su familia”. Desde ese día nunca más lo volvieron a ver.
Al no llegar nunca a la casa de su hija, la familia comenzó a entrar en shock, sabían que su padre tenía defectos que lo podían poner en riesgo. Uno de ellos era su gusto por la fiesta y el trago. Al comienzo pensaron que se había ido de fiesta con sus amigos, pero con el paso de las horas las dudas comenzaron a embargar a su familia.
Un aspecto más agravaba la situación. Tres días antes, a Nicolás se le había dañado su celular, así que no había ninguna posibilidad de comunicación. “Esa noche fue terrible, todos nos preguntábamos dónde podría estar nuestro papá. Así llegó el día siguiente”.
En medio de la incertidumbre, las tres hermanas decidieron poner una denuncia por desaparición, pero, como es usual, les dijeron que había que esperar que transcurrieran 48 horas para que se hiciera efectiva.
Cumplido este requisito, la familia puso la denuncia en Paloquemao. También visitaron Medicina Legal y recorrieron varios hospitales, pero en ningún lado encontraron el más mínimo rastro de su padre.
Preguntando por todos lados supieron que la última persona que lo vio fue un vendedor ambulante que lo saludó y que asegura haberlo visto tomar un bus que iba con ruta hacia el sur de la ciudad, como si se dirigiera al sector de Patio Bonito. Este es el único rastro que dejó Nicolás tras su desaparición. “Él lo saludó por la ventana, pero dice que no supo más de él”.
Impotentes ante la falta de noticias, las hermanas fueron a buscarlo a Corabastos, empapelaron las paredes con su fotografía, visitaron el barrio donde Nicolás había vivido con una de sus hijas, Dayana, y preguntaron en cada esquina si alguien había visto a su padre, pero nada, era como si se lo hubiera tragado la tierra.
Los investigadores que asumieron el caso no han avanzado mucho. “Solo nos han hecho dos entrevistas en las que nos han preguntado las mismas cosas y nada más”, contó Dayana.
Nicolás Campos Villanueva

Nicolás Campos Villanueva Foto:Archivo particular

De hecho, todo ha marchado tan lento que en su momento, cuando se obtuvieron los permisos para rastrear las cámaras, ya todo el material relevante para esta investigación se había borrado. “De ahí no se sacó absolutamente nada”, contó la familia de Nicolás.
Solo han recibido llamadas que luego la familia ha catalogado de burla. “Una vez nos llamaron y nos dijeron que lo habían visto cerca del CAI de la Libertad en Bosa, cerca de donde vivíamos con mi papá, pero ahora creemos que fue una mentira porque cuando lo fuimos a buscar nadie dijo haberlo visto”.
Dayana siempre ha hablado con sinceridad acerca de su padre y por eso les ha dicho a las autoridades que él solía meterse en deudas, no grandes deudas, pero al fin y al cabo deudas. “Eran platas insignificantes, pero a veces también en medio de las tomatas pedía fiado”. Ellos temen que alguna de esas situaciones lo haya metido en problemas.
Pese a los defectos que Nicolás tenía, su ausencia ha dejado un profundo vacío en su familia. “Para mí era el mejor papá del mundo. Cuando yo estaba embarazada se preocupaba mucho por llevarme el almuerzo, siempre estaba pendiente de mí y de mi salud”.
Hasta los animales de la casa lo extrañan, como una gatica que vivió con Nicolás y que él solía consentir y cuidar. “Él era un hombre muy cariñoso con los animales. Quería mucho a su gata. Recuerdo también los domingos que pasábamos juntos.
Se rebuscaba plata para desayunar rico, traía tamales, siempre muy pendiente de mí, de mis hermanas, de mis sobrinitas. Solíamos ver televisión, hacía chistes, era agradable su compañía”, contó Dayana. Nicolás era de ese tipo de personas que ayudaban con lo que tenía.
Las últimas navidades para esta familia han sido muy tristes tras su ausencia, “Se siente como una ruptura familiar, cada uno por su lado, las fiestas no son iguales. Él era una parte muy importante de nuestra familia”.
Si bien la llegada de la pandemia ha frenado cualquier avance en la investigación, esta familia se ha sentido abandonada por las autoridades. “Yo siento que cuando se pierde es un famoso, o un niño, las investigaciones se mueven más, pero cuando es un adulto mayor es como si no importara”.
Esta familia no ha tenido paz. Todos los días se imaginan dónde estará Nicolás, si tiene frío, si le falta algo, por qué dejaron de decirle tantas cosas que sentían por él, por qué no disfrutaron de más momentos en familia. “Yo sé que han pasado ya dos años, pero si alguien lo llega a ver, si ven sus enormes ojos azules y su pelito canoso, mis hermanas y yo estaríamos muy agradecidas. Queremos saber cómo está porque vivir en la incertidumbre es muy duro. Es un ciclo abierto”, contó Dayana.
Ella decidió ponerle Nicolás a su hijo. “Él es el único bebé de la familia, sería muy lindo si pudiera conocer a su abuelo”.
(Esta historia se publicó originalmente el 22 de marzo de 2021).
CAROL MALAVER
Subeditora de Bogotá
Escríbanos a [email protected] 

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