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La historia detrás de la mujer de 82 años que se salvó de morir en ataque en Fontibón
Para huir de su asesino, se lanzó del segundo piso de la vivienda.
Lo ocurrido en Fontibón es una de las masacres más recordadas en Bogotá en los últimos años. Foto: César Melgarejo. EL TIEMPO / Archivo particular
Hace tres meses Nelly Ovalle, de 82 años, se convirtió en la única sobreviviente de una masacre que estremeció al barrio La Laguna, ubicado en la localidad de Fontibón. Durante la mañana del pasado 1° de abril, la mujer saltó del segundo piso de su vivienda, huyendo de un hombre desconocido que acababa de asesinar a tres de sus familiares.
Aquel sábado, sobre las siete de la mañana, Nelly se encontraba desayunando con su esposo José Manuel Gutiérrez, de 84 años, su hijo Orlando (52) y su nieta Sofía Pulecio (19), cuando de repente sonó un estruendo en el tercer piso.
La mujer decidió ir a averiguar lo que estaba pasando, pero José Manuel la adelantó en la segunda escalera para protegerla de algún peligro, sin imaginar que se encontraría cara a cara con su asesino.
José Manuel Moreno defendió a su esposa con la vida. Foto:Archivo particular
“Él, como todo hombre, lo que hizo fue defender a su familia. Al alcanzarla en las escaleras la hizo a un lado con el brazo y se adelantó. Si hubiera sido al contrario, doña Nelly hubiera sido la primera en caer”, cuenta para EL TIEMPO Juan Ramírez, uno de los de la familia que actualmente vive en esta vivienda.
Al llegar al tercer piso don José Manuel fue asesinado con un arma blanca por Manuel Moreno Valois, un hombre de aproximadamente 35 años proveniente de Istmina (Chocó) que instantes antes había discutido con sus arrendadores: Edilma González, de 82 años, y Julián Jaramillo, de 68.
Mientras que peleaba con el tipo, le salvó la vida a su abuela
El sujeto, desconocido totalmente por la familia Gutiérrez, también acabó con la vida de Edilma e hirió a Julián, quien fue trasladado al hospital de Fontibón en un bicitaxi y días después murió. Mientras tanto, Moreno para huir de los Policías, quienes llegaron rápidamente a la zona por el clamor ciudadano, subió al tercer piso de la construcción y luego caminó por las tejas para escaparse.
Las estructuras no aguantaron su peso y cayó, totalmente descontrolado, a la terraza de la residencia donde estaban José Manuel, Orlando, Sofía, y Nelly. “Nosotros no sabemos qué le pasó por la cabeza a ese señor”, comenta Juan, quien en ese momento se encontraba acompañando a su hijo a un partido de fútbol.
Doña Nelly, luego de ver que mataron a su esposo, corrió hasta la ventana de uno de los cuartos ubicados en el segundo piso, en donde empezó a gritar que “un ratero se había metido a la casa y había matado a Don José Manuel”.
Víctimas de las masacre de Fontibón. Foto:Archivo particular
Sofía escuchó los gritos y se dirigió corriendo hacia donde estaba su abuela, pero primero se encontró con Manuel Moreno, a quien se enfrentó valientemente. “Dicen que ella trató de defenderse con una escoba, fue la que más heridas sufrió. Mientras que peleaba con el tipo, le salvó la vida a su abuela”, afirma Juan.
Los vecinos salieron al escuchar los gritos de auxilio de doña Nelly. Algunos le decían que se lanzara desde la ventana, mientras que otros creían que era muy riesgoso e intentaron llevarle unas escaleras, pero en ese momento el asesino ingresó a la habitación donde se encontraba la mujer y la atacó. “Le causó heridas en todo el brazo y en sus dedos”, señala Juan.
Fue entonces cuando Nelly, al ver la muerte ante sus ojos, decidió lanzarse desde el segundo piso para salvar su vida. “La alcanzaron a agarrar, pero su pie alcanzó a golpearse con el piso y se fracturó. Unos vecinos la llevaron inmediatamente al hospital de Fontibón”, relata Juan.
Manuel Moreno, entonces, bajó por las escaleras y se encontró con Orlando, quien también fue asesinado. Después, se dirigió hasta la puerta de la vivienda, pero estaba cerrada con pasador y doble llave, por lo que subió hasta el tercer piso, donde se encuentra el apartamento de Juan, quien afirmó que el sujeto “entró, botó los muebles y se metió en el espacio donde está la nevera”. Los policías ingresaron a la residencia también por el tejado y fueron atacados por Moreno, por lo que le propinaron dos tiros que acabaron con su vida.
Una mujer de roble
Nelly fue trasladada a la Clínica Shaio, pues su brazo y su mano izquierda quedaron con graves heridas, además de la fractura en su pierna. Allí, en medio de su profunda tristeza, duró dos semanas y fue sometida a varias operaciones, entre ellas, la amputación de su dedo pulgar.
“Yo la vi después de unos días porque era muy duro para mí. Al verla me desmoroné totalmente, lloré como un niño pequeño. La abrazaba, pero ella, como un roble, dijo de una forma tan sabia: ‘Dios quiso que las cosas pasaran así, nosotros tenemos que seguir’ “, recuerda Juan, su yerno.
Don José Manuel era un señor que iba todos los días a la iglesia. Sufría del corazón, entonces todo el mundo pensaba que, si él llegaba a fallecer, iba a ser por eso
La mujer pronto cumpliría 50 años de casados con José Manuel, de los cuales 30 fueron en aquella vivienda de Fontibón, en donde actualmente reina un ambiente frío y oscuro, pero que también aloja cientos de recuerdos para los Gutiérrez, ahora solo inmortalizados en fotos.
Sus vecinos comentan que tanto ella como su pareja eran personas sencillas, amigables y que no tenían problemas con nadie. “Don José Manuel era un señor que iba todos los días a la iglesia. Sufría del corazón, entonces todo el mundo pensaba que, si él llegaba a fallecer, iba a ser por eso”.
Juan agrega que junto con su esposa Marcela, quien es hija de Nelly, decidieron quedarse en la casa con el propósito de cuidarla, ya que para don José Manuel era muy importante. Cambiaron los pisos, las cortinas, las cosas de la cocina y volvieron a pintar las paredes para, de alguna manera, empezar de nuevo.
Nelly Ovalle se lanzó desde el segundo piso de la vivienda. Foto:Archivo Particular
“Nosotros nos quedamos, pero doña Nelly no ha querido volver a la casa y no creo que vuelva, al menos por este año. No quiere ni siquiera ver fotos y solo ha ido una vez al cementerio. Ahora vive en un apartamento con una de sus hermanas”, dice Juan.
A veces sale, va a las terapias para su pierna y compra un helado, para hacer sus días más amenos. De lo sucedido aquel sábado de abril no ha querido hablar, solo una vez con su psicólogo y con su hija Marcela, con quien llora y consuela su corazón.
Si ella no estuviera el hogar estaría totalmente desarmado, cada quien por su lado y esta casa se hubiera vendido
Su yerno dice que ella “seguramente vio muchas cosas” en aquel momento, pero que todos esos recuerdos “se los llevará a la tumba por respeto a la memoria de su familia”. Eso sí, Juan dice que su suegra sigue siendo la fortaleza de sus seres queridos.
“Todo gira en torno a la señora Nelly. A pesar de que su dolor no se compara con nada, y que perdió a su hijo, a su esposo, a su nieta, y uno de sus dedos, ella ha sido la fortaleza para la familia. Si ella no estuviera el hogar estaría totalmente desarmado, cada quien por su lado y esta casa se hubiera vendido”, indica su familiar.
Mientras tanto Marcela y Juan han vivido un proceso de aceptación, en el que han pasado por el duro proceso de despedir a sus familiares a través de las cosas que dejaron, especialmente de su hija Sofía, también reconocida por “ser la luz de sus abuelos”. Tan solo un día antes, había celebrado su cumpleaños número 19 y aún tenía muchos sueños por cumplir.
“Para mi esposa deshacerse de las cosas de su hija fue terrible. Ver las cosas de su cuarto, su ropa, su maquillaje, sus dibujos. A ella le encantaba dibujar muchísimo, quería ser abogada y tatuadora”, recuerda Juan entre lágrimas.
El hombre desconocido
Muchos probablemente pensaron que esta masacre se debió a un ajuste de cuentas o a una venganza. Sin embargo, de Manuel Moreno la familia Gutiérrez solo ha escuchado que vivía en arriendo en la casa de atrás y que “vendía aguacates en una carreta”.
Las personas que conocían al hombre le dijeron a este diario en su momento que era una persona de pocas palabras, que a veces se acercaba a la gente que trabajaba cerca de él a fumar un cigarrillo y contar, a grandes rasgos, los problemas de dinero que tenía.
Zona donde trabajaba Manuel Moreno. Foto:Archivo Particular
“A él lo mató el gota a gota. Arriendo, servicios, comida. Llegó y se sentó a decir que no tenía plata para comprar el desayuno. Se encerró en sí mismo. Él madrugaba a las cuatro de la mañana diciendo que se le estaba escondiendo a la dueña de la casa", afirmó uno de sus conocidos.
Varios de los habitantes del barrio que hablaron con él aseguraron que vivía junto a su pareja, quien en los últimos días se enfermó y tuvo que ser hospitalizada."Su mujer tiene una bacteria en la pierna porque se cortó hace como 20 días y se descuidó", afirmó otra persona.
Juan, no obstante, afirma que esto es una contradicción, pues dijo que “a él se le encontró en su sudadera medio millón de pesos en efectivo”. Sea cual sea la verdad detrás del asesino, la familia afirma que el hecho de que él muriera fue lo mejor que pudo haber pasado para vivir el duelo. “No sé cómo estaríamos nosotros si estuviera vivo. Saber que está comiendo, durmiendo gratis, y que está tranquilo. Incluso tener que verlo en un juicio, en televisión, creo que sería mucho más difícil para nosotros. Entonces es una especie de alivio saber que él también murió”, señala Juan.