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Entrevista
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La increíble historia detrás de la parroquia de Chapinero que se convirtió en basílica por decisión del papa Francisco
El actual Santuario Mariano de Nuestra Señora de Chiquinquirá, ubicado sobre la carrera 13, entre calles 51 y 52, realizó su acción de gracias por la elevación al título. La construcción estuvo llena de escollos e historias, pero hoy es orgullo de Bogotá.
El templo parroquial de Nuestra Señora de Chiquinquirá se ubica en la carrera 13, entre calles 51 y 52. Foto: MIlton Díaz
El templo parroquial de Nuestra Señora de Chiquinquirá, en la carrera 13, entre calles 51 y 52, es una joya arquitectónica que emergió con la bendición de una primera piedra en un extenso terreno, mucho antes de que los edificios de ladrillo y el ruido de la vía con sus buses y carros, con el murmullo de la informalidad, con el humo, con la publicidad rimbombante y tantas cosas más lo rodearan.
Pero qué sería de la zona si no existiera, de los feligreses que mandan a sus hijos a visitarlo, de los hombres y de las mujeres que allí se arrodillan con los brazos abiertos pidiendo por su salud, de los jóvenes que buscando algo de espiritualidad se sientan en las sillas del templo como quien llega a un refugio, del lugar que acogió a los manifestantes en el estallido social sin tomar partido. Y es que es justo eso, su historia, la que lo elevó al título que Basílica Menor que este domingo 7 de julio recibió.
Nos metimos en la vaca loca porque se tuvieron que conseguir más recursos para adquirir El Ombrellino, una especie de paraguas, el Tintinnabulum que son campanas, las llaves de la cruz papal y las piedras conmemorativas que no pueden faltar en una basílica
El fraile dominico Carlos Arturo Ortiz Vargas, amante de la historia y con una trayectoria de 40 años en esta comunidad, fue párroco de ese templo durante seis años y residente del convento San José. Él, el padre y prior del convento, César Augusto Quiñones y Laura Nataly Vargas, asistente, le contaron a EL TIEMPO lo que saben de los orígenes de este templo que se remonta al año 1919 cuando los padres Andrés Mesanza Osaeta y José Ángel Lombana Sánchez arribaron a Bogotá procedentes de Chiquinquirá para ultimar los detalles de la coronación de la virgen en la Plaza Mayor que sería trasladada un mes después.
Por aquella época, no había más que terrenos baldíos en la zona y lo más cercano era la Basílica de Nuestra Señora de Lourdes. La historia plasmó que fue un niño, del que no se saben muchos detalles, el que les habló a los religiosos sobre un lote que estaban vendiendo con agua disponible. “Él les muestra el terreno y los conecta con el dueño”, dijo Ortiz.
Un luminoso azul adorna las bóvedas del templo. Foto:Milton Díaz
Muchos han especulado que detrás del infante puede estar la figura de Miguelito. Hay que recordar que el 26 de diciembre de 1586, los ruegos y súplicas de María Ramos, migrante española que oraba al cielo pidiendo ver claramente los rasgos desfigurados del lienzo de nuestra señora de Chiquinquirá, dañado por las inclemencias del tiempo y del clima, fueron escuchados.
Las basílicas menores son aquellas iglesias de toda la cristiandad a las que el Santo Padre les ha dado una designación especial. Las razones para otorgar esta designación pueden deberse a la belleza arquitectónica, el significado histórico, el renombre litúrgico o por cualquier combinación de estos atributos
Dice la historia que, a media mañana y mientras ella se retiraba del modesto recinto donde cada mañana oraba, la indígena Isabel y su hijito Miguel, que pasaban por la puerta de la capilla, vieron que el lugar se iluminaba y que el cuadro despedía rayos de luz de sobrenatural belleza. El fenómeno duró un rato, muchos pudieron contemplarlo y de hecho se repitió otras veces a lo largo de los siglos.
Cierto o no, ese mismo día en Chapinero hicieron un voto a la virgen de Chiquinquirá para construir un templo en ese lugar. Sería como una especie de embajada de la milagrosa virgen y se bendijo la primera piedra. La promesa estaba consumada, pero serían muchas décadas las que tuvieron que pasar para ver la obra terminada. Y en esa causa fueron muchos los que ayudaron.
Cuando varios frailes, entre ellos Ceslao María Brygier, quisieron darle un buen comienzo al proyecto compraron un predio donde funcionaba una fábrica que, acondicionada, permitía más capacidad de hospedaje para vivir cerca de la obra y a su vez, trabajaron como capellanes para la clínica Marly para la que en esa época laboraban como enfermeras las Dominicas de la Presentación. “Ellos lo que hacían era oficiar misa en una pequeña capilla. Con lo que ganaban empezaron a avanzar en la obra”, dijo Ortiz.
Fieles de todo el país visitan el templo votivo Nuestra Señora de Chiquinquirá. Foto:CEET
Lo primero era buscar a los arquitectos y así terminaron por ar a uno reconocido en Tunja (Boyacá) quien levanta los primeros planos, pero luego buscaron a Hugo Silvano Orjuela de Chiquinquirá, un arquitecto autodidacta afamado por diseñar varios templos en Boyacá. “Al final se quedaron trabajando con él porque el templo comenzó a crecer a punta de bazares y limosnas que traían también los frailes dominicos que recorrían todo el país”, dijo Ortiz. También ayudaron mucho los devotos a la virgen de Chiquinquirá, quienes llenaban alcancías para reunir recursos.
Todo era lento y la emoción solo comenzó a brotar cuando los chapinerunos comenzaron a ver las inmensas columnas del templo más de 20 años después. “El lío eran los recursos porque en esa época no había problemas con los alcaldes ni había Plan de Ordenamiento Territorial (POT)”, dijo Ortiz.
En el frontispcio se puede observar tres esculturas: la Virgen y El Niño, San Antonio y San Andrés. Crédito: CEET Fotógrafo: MILTON DÍAZ Foto:CEET
Y como en cualquier obra, surgieron muchos problemas. No cuadraban las calles, las carreras, el atrio, la cripta y ahí fue cuando los líderes del proyecto tuvieron que hablar con el mismísimo alcalde de Bogotá, Jorge Eliecer Gaitán, para hacer una especie de trueque, dijo Ortiz. “El padre Martínez era muy amigo de él, se reunieron y le propusieron que les regalara parte de los terrenos de la hoy carrera 13 para poder hacer la cripta donde reposan los difuntos y el atrio y Gaitán les dijo que sí, pero si le cedían parte de la 51 para ampliar el corredor vial”. Y así se gestó el todo.
La dupla del arquitecto autodidacta Hugo Silvano Orjuela y el padre Pablo Enrique Acevedo Serrano de Zapatoca Santander, ambos artistas y dibujantes, avanzaron en los cimientos, los muros, las ventanas y en el diseño interior. También se consiguieron unos vitrales checos con unos padres salvatorianos.
Fieles de todo el país visitan esta parroquia en Chapinero. Foto:Milton Díaz
Pero, para el 14 de noviembre de 1950, el padre Silvano partió de este mundo y fue el padre Acevedo quien tomó las riendas con la ayuda del fraile dominico Alberto María Madero, bogotano de nacimiento. “Él era una maquinita para conseguir recursos, obreros y materiales. También hicieron una buena dupla”, dijo Ortiz.
El templo se llenó de colores pasteles, los disponibles para ese entonces, pero solo hasta 1980 se vio terminado. “Era bellísimo, pero luego vinieron otros líderes religiosos que querían agregarle tonos oro y pintar las bóvedas de azul. Cambió buena parte de la decoración”, dijo Quiñonez.
La visita del Papa
La visita del Papa Juan Pablo II en 1986 fue una de las más emblemáticas que ha tenido este lugar, ocurrió el mismo año en el que se montaron las tres esculturas de color blanco para el frontis que recibe a los peregrinos en el templo, hechas por el maestro Pablo Murillo Cano. Allí están La Virgen y El Niño, San Antonio y San Andrés.
Todo estaba decorado, limpio, brillante y ya se habían invertido los recursos ahorrados por el padre Tomás Monsalve y la iglesia para dejar el templo reluciente con tonos rojos y oros. “Muchos se metieron la mano al bolsillo y se culminó la obra”, dijo Quiñonez.
Usted no se imagina lo que pasó en esa ocasión. Tuvimos que cerrar las puertas porque todo el mundo quería verla. Fue una locura
Para mediados del año 1999, la virgen de Chiquinquirá visitó a Bogotá por la petición de los colombianos para acabar con la guerra y la conmemoración del segundo milenio de la era cristiana. “Usted no se imagina lo que pasó en esa ocasión. Tuvimos que cerrar las puertas porque todo el mundo quería verla. Fue una locura”, recordó Ortiz.
La siguiente visita fue la del Papa Francisco en el año 2017, antes del centenario de la coronación de la virgen, cuyo lienzo se exhibió en la Catedral Primada, pero antes estuvo en el templo en Chapinero. “Fue una petición especial del pontífice debido a que no podía ir hasta Chiquinquirá”, explicó Quiñonez.
La petición a la Santa Sede
El sueño para que el Santuario Mariano de Nuestra Señora de Chiquinquirá fuera elevado a la categoría de basílica menor comenzó con una petición que elevó el padre Ernesto Rojas primero a la Arquidiócesis de Bogotá que la aprobó, luego a la Conferencia Episcopal en pleno, que en una de sus asambleas votó la propuesta a favor y luego se fue directo a la Santa Sede, en Roma. Para esto se tuvo que hacer un levantamiento histórico del templo, demostrar los detalles de su belleza arquitectónica, pero también la asidua visita de peregrinos que vienen desde diferentes partes de Colombia.
Desde la entrada se puede observar la gama de colores de los vidrios checos que componen el rosetón central. Foto:Milton Díaz
Esta localidad tiene una cultura LGBTI muy fuerte, una población históricamente excluida, cargada por los prejuicios y los señalamientos. A ellos también les abrimos las puertas
También aspectos como la especial atención al sacramento de la confesión y la cantidad de eucaristías que se llevan a cabo. “En Chapinero todavía viven muchas familias que en antaño vinieron acá y hoy, incluso sus descendientes, nos visitan”, dijo Quiñonez.
Hay que decir que, por la presencia en la zona de varias universidades, hay muchos jóvenes que ingresan al templo a encontrarse con su espiritualidad. “Además, esta localidad tiene una cultura LGBTI muy fuerte, una población históricamente excluida, cargada por los prejuicios y los señalamientos. A ellos también les abrimos las puertas”, añadió.
Tres años después, en noviembre del año pasado, se obtuvo un sí como respuesta. “Nos metimos en la vaca loca porque se tuvieron que conseguir más recursos para adquirir El Ombrellino, una especie de paraguas, el Tintinnabulum que son campanas, las llaves de la cruz papal y las piedras conmemorativas que no pueden faltar en una basílica”.
Y así, hoy 7 de julio, a las 6 de la tarde, se eleva este templo a Basílica y esto se conmemorará cada 7 de julio. Hay dos tipos de basílicas: mayores y menores. Hay cuatro basílicas principales en Roma: la Basílica de San Juan de Letrán, la Basílica del Vaticano de San Pedro, Santa María la Mayor y San Pablo Extramuros.
Las basílicas menores son aquellas iglesias de toda la cristiandad a las que el Santo Padre les ha dado una designación especial. Las razones para otorgar esta designación pueden deberse a la belleza arquitectónica, el significado histórico, el renombre litúrgico o por cualquier combinación de estos atributos. Una basílica menor comparte una relación especial con la Santa Sede de Roma y con el Santo Padre. “Una Basílica también tiene una misión formativa y debe promover la cultura y la convivencia”, dijo Quiñonez.
Y lo más importante, una basílica debe ser un lugar seguro y así está escrito en algunos parajes de la historia en los que desamparados o perseguidos iba a parar allí.
Este lugar es tan querido por la comunidad que incluso en el estallido social suscitado en Bogotá se vio una pancarta en templo que decía: “Bienaventurados los que paran ante lo injusto” y otra que decía: “Bienaventurados los que trabajan por la justicia”. También les llevaron comida a los jóvenes que protestaron de manera legítima, es sí, sin tomar partido.
La ceremonia tuvo un aforo de más de 500 personas, desde representantes de la Iglesia hasta las comunidades de los barrios que aportaron a la obra.
Este templo tiene un misticismo especial, será por eso que atrae a tantos que buscan contar sus pecados arrodillados en los confesionarios de 300 años de antigüedad traídos del convento de Santo Domingo. "En conclusión, este edificio religioso es a la vez un templo votivo, iglesia conventual, parroquia y ahora basílica menor. Un espacio único y multiforme a la vez, en el que somos testigos de las promesas de Dios", dijo Ortiz.
CAROL MALAVER
SUBEDITORA BOGOTÁ
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