Las razones detrás de la grave crisis que tiene en jaque a los comerciantes de San Victorino

Desde hace varios meses, San Victorino, el principal centor de comercio popular del país, parece que estuviera en un permanente diciembre. La diferencia es que por sus calles ya no pasan miles de clientes, sino puestos, jaladores y vendedores.

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Por el contrario, los locales y centros comerciales permanecen vacíos y sus propietarios ven con desolación que ya no venden igual que hace unos años y muchos ya advierten que dependiendo de cómo les vaya en la temporada de fin de año, pueden cerrar.

Angélica Daza es una comerciante del sector y miembro de la junta directiva de AsoSanVictorino. Tiene a su cargo más de 15 personas en sus dos locales comerciales cercanos a la calle 13 y manifiesta que sus ventas sí han bajado. Teme que las familias que están a su cargo podrían verse afectadas por el eventual cierre de su empresa.

“Uno que tiene comercio formal debe pagar servicios, impuestos y todas las prestaciones sociales a sus empleados. Es desalentador saber que uno trabaja por sacar su empresa adelante, pero las ventas no dan y afuera no hay regulación. Esto me hace pensar en cerrar, dejar todo botado y dejar a 15 familias sin trabajo”, dice Daza, quien expresa que sus clientes han dejado de ir, principalmente, por el desorden en las calles del sector, al que se suma el alto ruido con el que es difícil convivir.

Mientras las ventas cada vez van más hacia la baja, los arriendos, por el contrario, incrementan, los impuestos son obligaciones que les respiran al cuello cada año y los servicios no se pueden ignorar. 

“El arriendo de este local vale más que el de un apartamento en Rosales o Cedritos, pero los ingresos por nuestras ventas no le hacen justicia a esa comparación” dice Marta Ospina, una comerciante de San Victorino, quien denuncia que hace más de diez años no se veía una crisis económica tan grave como la que se hay actualmente en el sector.

En las cuadras que componen este importante sector económico de Bogotá hay una evidente falta de control a los vendedores informales, una alta percepción de inseguridad y cada vez más avisos de arriendo en los centros comerciales.

El centro de Bogotá es el lugar predilecto para muchos ciudadanos que quieren buscar ropa, artículos escolares, perfumería, juguetes y elementos para el hogar. Sus populares madrugones alcanzan a albergar a más de 400.000 personas en las 17 manzanas que componen el mercado popular más grande de Colombia, según datos de Fenalco Bogotá. Aunque muchos preferían acudir a establecimientos dentro de los centros comerciales, en los últimos años el mercado se ha trasladado a las calles con puestos informales.

Esta es una de las principales razones del caos que se vive al transitar por las cuadras del sector. Aunque hace algunos años podían circular vehículos por las vías de este punto del centro de Bogotá, hoy muchos conductores prefieren no hacerlo.

“Yo me bajo en la décima, dejo al conductor allá y prefiero irme caminando con la zorra para cargar los pedidos. Sencillamente es que no cabe una camioneta tipo van por las calles de acá. Se demora más el carro mientras entra, pita, gira y busca dónde parquear”, cuenta el empleado de una empresa transportadora mientras chifla para pedir permiso.

Y es que por la calle 11 entre carreras 10 y 13 moverse es toda una odisea. En temporadas altas de afluencia, como navidad, Halloween o amor y amistad, los puestos de vendedores informales pasan de estar en los andenes o al borde de ellos, para pasar a invadir casi un 50 por ciento de la vía. Justamente, la localidad de Santa Fe es donde más se encuentra esta población, que en Bogotá suma más de 15.000 personas.

A este poco espacio se le suma la cantidad de transeúntes que se movilizan o se ubican en las calles: los jaladores, quienes con producto en mano buscan atraer al comprador; los cargueros, que a sus espaldas llevan bultos de mercancía que casi igualan el tamaño de sus cuerpos; y los compradores, que, con el fin de buscar las mejores ofertas, caminan con las bolsas de compras.

Y es que el número de vendedores informales ha crecido en los últimos años. Angélica Daza, de AsoSanVictorino, manifiesta que en los últimos cuatro años el sector entró en una etapa de crisis con el uso del espacio público.

“Muchas personas se están saliendo de los centros comerciales a las calles a montar sus puestos allá, porque está siendo más rentable. Acá se paga arriendo, impuestos, servicios”, cuenta Daza, quien hace 18 años tiene un local comercial de productos para la piel.

Como lo menciona la comerciante, aunque el centro de Bogotá se siga viendo concurrido por los visitantes y compradores, la afluencia parece que es solo afuera, pues al interior de los centros comerciales son cada vez más los locales con puerta cerrada y anuncio de arriendo o venta.

De acuerdo con información suministrada por Fenalco Bogotá, los más de 3.500 establecimientos comerciales han reportado caídas en las ventas de hasta un 35 por ciento. Esto ha generado, como lo menciona Daza, que muchos comerciantes salgan a buscar un puesto en las calles o en el peor escenario terminen cerrando sus empresas por falta de ingresos y movimiento de la mercancía.

“Todo el tiempo uno llega a final de mes y es la misma incertidumbre de pensar cómo vamos a pagarle a los empleados, a pedir más materia prima para vender, para pagar el arriendo, los servicios y los impuestos. Le confieso que hay momentos en que uno sacrifica lo que se gana de las ventas para cubrir otros gastos obligatorios”, cuenta Carol, a de un local de dos por dos metros en un centro comercial de la zona.

Y es que estas empresas son responsables de generar más de 23.800 empleos directos e indirectos. También, trabajan más de 5.000 familias, de las cuales más de la mitad son mujeres y cerca del 55 por ciento son madres cabeza de familia, según Fenalco.

Una de las razones que explicaría el caos en el espacio público de San Victorino, son las mafias que se dedican al control de estos puestos callejeros, un fenómeno del que las instituciones ya tienen conocimiento.

De acuerdo con un informe realizado por la Defensoría del Espacio Público, este tipo de mafias se han dedicado a estafar a comerciantes ambulantes cobrando cuotas para poder usar determinados metros de calle. Y es que muchos comerciantes optan por pagar dichos valores porque las ventas son tan altas que “puede llegar a tener la misma rentabilidad que los negocios formales presentes en esos lugares”, según le mencionó Hugo Acero, exsecretario de Seguridad de Bogotá, a este medio.

Los grupos de personas que se dedican a estas prácticas alcanzan a tener hasta 200 puestos en distintas zonas de la ciudad por las que cobran desde 40.000 pesos hasta cinco millones.

“Estas personas son mafias que venden el espacio público y usan a los vendedores más vulnerables para cobrarles montos de dinero. Están por todos lados, incluso en puestos de 6 x 6 en las entradas a los centros comerciales, en las esquinas y cuadras afectando al tránsito seguro de las personas”, mencionó Lucía Bastidas, directora del Departamento istrativo de La Defensoría Del Espacio Público (DADEP) en entrevista con EL TIEMPO.

De hecho, varios comerciantes de la zona consultados por este medio manifestaron que no solo ocurre con personas vulnerables, sino con comerciantes con gran poder adquisitivo. 

En medio de la frustración, cuentan que hay puestos que para temporadas altas los venden hasta por 16 millones. Quienes los pagan lo hacen porque saben que en las calles pueden conseguir más ventas y no pagan servicios ni impuestos.

“Cuando uno está en la calle es por necesidad. Pero esa gente tiene más mercancía que incluso los que estamos en los locales. No entiendo cómo hay puestos que tienen 80 millones de pesos de capital”, menciona una comerciante que prefirió no dar su nombre.

Sin embargo, la mafia por el espacio público también estaría relacionada con casos de hurto y control territorial.

“Estas mafias resultaron inmersas o relacionadas con bandas delincuenciales que se dedicaban a la distribución de estupefacientes, venta de armas, la movilización de elementos hurtados y el desorden planeado en espacios para facilitar las acciones delictivas”, mencionó Andrés Nieto, director del Observatorio de Seguridad de la Universidad Central y exsubsecretario de Seguridad, en una entrevista que le dio a EL TIEMPO.

Esta situación, además, ha hecho que los ciudadanos y comerciantes al por mayor dejen de frecuentar San Victorino como tradicionalmente lo han hecho. El aumento en el número de casos de inseguridad ha impactado directamente en las ventas del sector. “Este año llevamos más de 13 casos de homicidios, una explosión de granada y varios comerciantes que denuncian extorsiones. Nuestros clientes ya no quieren venir, muchos sienten miedo”, denuncia Angélica Daza, líder de AsoSanVictorino.

Desde las instituciones confirmaron que la istración distrital está al tanto de la problemática y que se continuarán instalando mesas de trabajo para atender tanto a los comerciantes formales como a los vendedores informales.

“Esta misma semana tuvimos reunión con el alcalde (Carlos Fernando Galán) y los directivos de AsoSanVictorino para trabajar con más entidades y abordar el problema del espacio público, el ruido y los hurtos”, mencionó la directora del DADEP, quien confirmó que ya tienen instalado un Puesto de Mando Unificado (PMU) permanente en la zona que estará para la atención de la problemática.

Para este sector, aseguró la funcionaria, se han realizado dos recorridos de verificación, 22 jornadas de sostenibilidad y pedagogía, así como 17 reuniones con las organizaciones del sector comercial. Adelantaron 769 intervenciones a establecimientos de comercio, vendedores informales, conductores y transeúntes.

Además, se anunció que continuarán con las 6 jornadas de revitalización del espacio y restitución del espacio público, como los realizados en la estación de TransMilenio Ricaurte. El plan de trabajo será integral para garantizar que los vendedores ambulantes sigan teniendo presencia en la zona, pero de forma organizada.

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NICOLÁS DÍAZ MALPICA

Escuela de Periodismo Multimedia EL TIEMPO