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El brillante arquitecto bogotano que murió luego de que una vaca chocara contra su moto

Roger Andrés iba, junto a su prometida, de Bogotá a Villeta cuando ocurrió el fatal accidente.

Roger Andrés Velásquez tenía 30 años.

Roger Andrés Velásquez tenía 30 años. Foto: Cortesía

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El corto viaje a Villeta de Roger Andrés Velásquez y Lorena Merchán no prometía nada inusual. El arquitecto y la estudiante de psicología, dos jóvenes apasionados por las motocicletas, buscaban rodar por las carreteras de Cundinamarca, como ya lo habían hecho en decenas de oportunidades durante los últimos siete meses. La idea era compartir un rato con tres de sus grandes amigos del colectivo motero Yamaha R15, en el que forjaron su relación, y regresar a la ciudad. Sin embargo, sobre las 6:27 p. m. del domingo, la irrupción de una vaca descarriada en el kilómetro 46+750m de la vía frustró todos los planes.
Roger y Lorena, como era costumbre, iban en motos separadas. A pesar de que no les gustaba manejar de noche, portaban las luces exploradoras que habían comprado hace poco para ambos vehículos. Ella, habituada a viajar con su mascota para darle peso a la parte trasera de la motocicleta, era la última del grupo. Él, con mayor experiencia en la conducción, iba adelante para tratar de guiarla en la ruta. Ambos habían parado en dos oportunidades, para recargar combustible y monitorear que todo estuviera bien. Pero la situación empezó a tornarse extraña cuando el panorama se oscureció y la música dejó de sonar en el intercomunicador de Lorena.
“La carretera empezó a ponerse muy oscura después de las seis y yo solo veía la luz del ‘stop’ de él. Cuando la música se paró en mi intercomunicador, me puse muy nerviosa porque a mí me da mucho miedo manejar sin escuchar algo, y Roger no llevaba intercomunicador para que pudiéramos hablar. Y aunque no íbamos rápido, yo sentía muchos nervios, muchos…”, recuerda ella.
En medio de la incertidumbre, el consuelo para la joven era que ya faltaba muy poco para llegar. Pero cuando habían pasado por la estación de gasolina de la zona, y se acercaban a un tradicional paradero, la luz de advertencia de freno de la moto de Roger se apagó. Lo siguiente que vio Lorena fueron unas chispas en el suelo.
“Yo lo primero que vi fueron las chispas, que después entendí que eran del choque de la motocicleta, y me orillé. Luego de que me bajé, me tocó prender la linterna del celular para ver qué había pasado. Ahí vi a Roger tendido en el suelo y llamé rapidísimo a nuestros amigos y una ambulancia para que me ayudaran”, relata.
Según cuenta Merchán, en medio de su zozobra, le sorprendió ver una vaca herida en el lugar. Luego, entendió que el animal había impactado frontalmente con la motocicleta en la que iba su pareja.
Roger Andrés Velásquez, joven arquitecto bogotano.

Roger Andrés Velásquez, joven arquitecto bogotano. Foto:Cortesía

Un hombre de la zona cuenta que la vaca, negra, negra, negra, venía bajando a toda desde la montaña y se atravesó por todos los carriles de la vía. Me dicen que el animal se saltó el separador e impactó a Roger por el lado izquierdo. El golpe fue lo que le generó una hemorragia en el pecho, y después creo que su cabeza golpeó con el suelo, en lo que llaman un efecto látigo, y le dio una hemorragia en el cerebro”, comenta.
Mientras la ambulancia llegaba, Merchán vio que muy cerca había rastros de un carro, que al parecer se había estrellado con la misma vaca. Luego, ella se lanzó al suelo junto al cuerpo de su prometido, que posteriormente fue remitido al Hospital de La Vega. Allí, en medio de los esfuerzos médicos y las posibilidades del centro de atención, desafortunadamente Roger falleció.
“Yo lloraba mientras me pedían un montón de datos y papeles, pero yo trataba de calmarme. Después me dejaron entrar a ver el cuerpo y lo vi como era: bonito… con su cara bonita y su cuerpo bonito, porque en los accidentes es muy catastrófico el tema, pero él lucía bien. Eso sí, cuando lo vi lloré mucho”, narra Lorena, quien cuenta que pidió que le dejaran cortar y llevarse el buzo que tenía Roger, pues en él se leía el apodo que le puso por su gusto por el café sin azúcar: ‘Tintico’.
Desde entonces, no ha dejado de encontrar recuerdos que, hoy, en medio del dolor, hacen sentir tranquilo al círculo cercano de Roger, un talentoso arquitecto que disfrutaba de las motos y que, destaca Lorena, “murió como quería y haciendo lo que amaba”.

La pasión de Roger Andrés Velásquez

Roger Andrés Velásquez, joven arquitecto bogotano.

Roger Andrés Velásquez, joven arquitecto bogotano. Foto:Cortesía

A Roger, sus familiares lo recuerdan como un hombre apasionado. Sin importar si hablan de su gusto por las motos, la fotografía o la arquitectura, quienes lo conocieron destacan que contagiaba de buena energía todo espacio que ocupaba.
“Roger siempre fue un excelente hijo, un excelente novio, un excelente vecino, un excelente amigo... Nadie podría tener queja de él”, remarca su primo Abel.
Sobre la pasión de Roger por las motos, Abel recuerda que nació desde el momento en que su padre compró una, hace más de una década. “A él le gustó tanto que después de eso se compró su propia moto, una Kawasaki Ninja 300. Luego, la cambió por la Yamaha, que era la que tenía, y le encantaba salir a rodar”, indica.
Por su parte, Lorena no deja de pensar en todas las experiencias que vivieron durante los siete meses de noviazgo. “A nosotros nos decían que parecía como si lleváramos muchos años, porque la verdad alcanzamos a hacer de todo. Viajamos a muchas partes y conocimos muchos lugares en las motos, y eso que no dejo de pensar que nuestra primera cita fue yendo a un funeral”, comenta.
Roger Andrés Velásquez, joven arquitecto bogotano.

Roger Andrés Velásquez, joven arquitecto bogotano. Foto:Cortesía

“Eso fue el año pasado. Nosotros queríamos ir a la ciclovía, pero murió el papá de una amiga de él y tocaba ir a Girardot. Yo no tenía mi moto porque yo había tenido un accidente y entonces nos fuimos en la de él, a pesar de que a ninguno de los dos nos ha gustado ir de pato. Hacerlo era un acto de amor para nosotros”, agrega sobre el comienzo de su relación.
También, en medio de sus recuerdos de los bellos gestos que tenía con ella, Lorena destaca que hace unas semanas él le había dado un anillo de promesa, después le dio otro de compromiso, pero todavía faltaba una última ‘pedida de mano’ con todas las de la ley.
“Él me decía que quería que fuera muy especial, pero que no tenía dudas de que su idea era casarse conmigo. Y aunque entre sus propósitos al final no estaba tener hijos, sí queríamos formar un hogar”, apunta.
Roger, quien murió a sus 30 años, había estudiado arquitectura en la Universidad Gran Colombia, en Bogotá. El interés en el diseño, la concepción y la edificación lo llevó a desarrollar un ojo crítico ante cualquier construcción que visitara. Pero nada le despertaba más emoción que visitar los proyectos en los que participaba.
"Su pasión por la arquitectura también era increíble. Él era realmente brillante y estaba emocionado en los últimos días por un proyecto en la 116, en el norte. Cuando íbamos, era muy bonito ver cómo lo recibían y le prestaban atención como si fuera el dueño", cuenta.
Al final, Lorena concluye que no tiene dudas sobre las palabras que repetían algunos amigos en las exequias esta semana: “Él murió enamorado”. Y lo hizo realmente con ella, su familia y la vida, porque, remarca Merchán, “él era un hombre que era un caballero con todos, que dejó mucha paz y felicidad a tantas personas”.

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