'Se me congelaron las manos': la angustiante historia de una mujer tras visitar un bar de hielo en Bogotá

El sábado 22 de febrero, alrededor de las 8:30 de la noche, Andrea quiso hacer realidad el deseo de cumpleaños de su amiga. Ella le confió que quería vivir una experiencia que habían estado promocionando en el restaurante Mambo, Latin-Nikkei, ubicado en la calle 93A con 13A, en Bogotá.

Se trataba de conocer el Glass Bar, una experiencia sensorial dentro de las instalaciones del restaurante, anunciada como la primera de este tipo en la ciudad: un bar de hielo cuyo ambiente está a -17 grados centígrados.

“Hice la reserva con mucha emoción, inicialmente para la cena, y cuando llegamos, nos dijeron que para entrar al sitio planeado debíamos esperar el orden de llegada”, relató Andrea.

La actividad consiste en ingresar al lugar, no sin antes colocarse una chaqueta. Además de disfrutar del ambiente, se ofrece un cóctel caliente con tequila Patrón y un nigiri. La experiencia, dijo Andrea, tiene una duración de aproximadamente 15 minutos y un costo de 69.000 pesos por persona. “Me pareció como una especie de contenedor en donde creo que caben unas diez personas”, añadió.

Lo primero que les incomodó fue que las chaquetas que les proporcionaron no cerraban adecuadamente. Incluso los empleados del lugar les comentaron que, en efecto, algunas eran demasiado pequeñas. “Pensé: ¡ay Dios, voy a sentir mucho frío! Lo cierto es que la cremallera no me cerró. Cuando entramos, de inmediato se sintió el cambio de temperatura”, relató la mujer.

Al ingresar, lo primero que observaron fue un bar decorado con múltiples figuras de hielo, hechas por personas que trabajan en el lugar. “Uno entra y está todo oscuro. Debo decir que, en un primer momento, la experiencia es diferente e interesante”.

Los empleados del bar comenzaron a preparar cócteles y a explicar cómo consumir la bebida caliente. “Nos dijeron que pusiéramos las manos cruzadas y nos colocaron unas tapitas como de barro para que fuéramos tomando la bebida mientras nos explicaban cosas y preparaban el sushi, compuesto por una bola de arroz que se moldea con la mano y sobre la que se sirve un trozo de pescado crudo”.

Mientras disfrutaban del ambiente, las amigas aprovecharon para tomarse fotos y grabar videos. Sin embargo, Andrea empezó a notar que sus manos estaban inusualmente frías. “Las sentía tiesas, congeladas. No era todo el cuerpo, solo las manos. Entonces le dije a mi amiga que ya no quería seguir estando ahí”, recordó.

Al salir del lugar y quitarse la chaqueta, sintió un dolor aún más intenso, especialmente en las yemas de los dedos. “Comencé a frotarlas contra el pantalón para calentarlas e incluso las puse en un recipiente caliente donde habían preparado el cóctel. Ahí sentí algo de alivio. Luego de unos diez minutos, el dolor empezó a ceder y me tranquilicé. Mientras cenamos, ya todo fue normal”.

Sin embargo, cuando alrededor de la medianoche salió del restaurante y se dirigió a un bar, el dolor volvió. “Cuando salí de ese segundo lugar, a las tres de la mañana, volví a sentir frío en mis manos y mucho dolor. No se me pasó sino hasta las seis de la mañana. De hecho, no pude dormir y, cuando me levanté, dije: esto no es normal, tengo que llamar a un médico”.

Una hora después, un médico llegó a su apartamento y ella le explicó lo sucedido. “No podía coger nada, me dolían las yemas de los dedos, los tenía inflamados y un poco rojos. Estaba tan asustada que busqué en internet y, al ver que mis manos no estaban moradas ni negras, me tranquilicé un poco, pero el dolor persistía”.

Tras revisarla, el doctor le recetó medicamentos para el dolor y la inflamación, explicándole que los cambios drásticos de temperatura pueden provocar reacciones peligrosas en el organismo. “Me explicó que, por eso, las personas que viajan a lugares con nieve deben usar vestimenta adecuada para protegerse. Me di cuenta de que no habíamos entrado a la experiencia con el equipo necesario. De hecho, el personal del restaurante se percató de que sería recomendable ofrecer guantes y plantearon esa posibilidad a la a. El médico me dijo que, en casos más extremos, hay personas a las que incluso les han tenido que amputar los dedos”.

Andrea aclara que su denuncia no busca afectar al restaurante ni a su intención de ofrecer experiencias innovadoras, pero considera que deberían manejar advertencias claras, ya que no se sabe cómo puede reaccionar cada persona ante un cambio tan drástico de temperatura. “Deben tener chaquetas de todas las tallas, guantes y otras medidas por si quienes asisten tienen alguna contraindicación médica. Ahora tengo cita con mi reumatóloga porque quiero contarle lo que me pasó, ya que, además, sufro de fibromialgia, aunque lo que me sucedió le podría ocurrir a cualquiera”.

EL TIEMPO ó a Juan Méndez, socio del restaurante Mambo, quien lamentó lo ocurrido y la afectación que Andrea sufrió en sus manos tras la experiencia en el Glass Bar.

“Hemos implementado todas las medidas de seguridad y los protocolos correspondientes. De hecho, cuando una persona llega al restaurante, le preguntamos si tiene alguna alergia o restricción médica, pues esto es necesario para despachar los alimentos”, explicó.

Según Méndez, hasta la fecha no habían recibido ninguna queja similar y, desafortunadamente, el anonimato del caso les impide hacer una investigación más detallada. “Si hubiéramos sabido antes, habríamos hecho una trazabilidad del tema, analizado qué pasó exactamente, determinado si fallamos en algo y tomado medidas de forma inmediata”.

Aun así, agradeció que la cliente haya compartido su experiencia, ya que les permitirá mejorar su servicio e implementar más medidas de seguridad. “Ya estamos consultando la parte médica y, en alianza con nuestros promotores, evaluaremos qué debemos reforzar a partir de hoy para subsanar este tema”, concluyó.

Según Jairo Morantes, internista y epidemiólogo del Hospital Universitario Nacional, entrevistado por este medio, los cambios bruscos de temperatura hacia el frío generan una vasoconstricción de las mucosas, reducen el flujo sanguíneo y, por lo tanto, pueden causar irritación de las vías respiratorias y una mayor vulnerabilidad a las infecciones.

Asimismo, estas experiencias provocan una adaptación del cuerpo para el control de la temperatura, lo que hace que el organismo concentre su energía en este proceso y descuide en cierta medida las defensas. “Eso también nos hace más vulnerables y aumenta el riesgo de infecciones. Por eso, estos cambios bruscos generan irritación, inflamación y susceptibilidad a diferentes enfermedades”, explicó Morantes.

El especialista señaló que los participantes de este tipo de experiencias deben prepararse de manera consciente antes de entrar. “Cuando el ingreso se realiza muy rápido, en cuestión de segundos, es cuando se presentan los mayores problemas. Es importante hacerlo de manera paulatina”.

La recomendación es evitar cambios bruscos. Esto significa que, si se va a vivir una experiencia como la de Andrea, se debe prever que la temperatura corporal previa no sea demasiado alta. “Hay que controlar la calefacción, no aumentar demasiado la diferencia de temperaturas y permanecer en áreas ventiladas”.

El médico agregó que, al ingresar a estas áreas frías, se debe cubrir la boca, la nariz y el resto del cuerpo, pues son las zonas más susceptibles. “Hay que abrir la puerta, esperar a que salga un poco el frío e ir ingresando gradualmente a medida que la temperatura ambiente se va ajustando”.

Por último, Morantes advirtió que las personas alérgicas, aquellas con problemas cardiopulmonares, bajas defensas o asma, deben tener un cuidado especial. “En estos casos, es fundamental reforzar las medidas de protección”, concluyó.

CAROL MALAVER

SUBEDITORA BOGOTÁ

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*Nombre cambiado por solicitud.