Seguramente, más de una persona ha tenido que sufrir los trancones para poder entrar o salir del barrio donde reside. Esta problemática viene creciendo y recibe poca atención por parte de las autoridades, quienes solo se enfocan en reducir y controlar el flujo vehicular en los principales corredores viales de la ciudad.
El trancón se trasladó a los barrios como consecuencia de varios fenómenos recientes. Por un lado, están las plataformas de movilidad como Waze, que con el objetivo de agilizar los desplazamientos desvían el flujo vehicular hacia zonas residenciales con baja capacidad para soportar el incremento de la demanda de carros, motocicletas y camiones. Tan es así, que en algunos barrios los residentes han optado por colocar barreras improvisadas, como “policías acostados”, bolardos, canecas y hasta talanqueras para desincentivar el uso de estas vías.
Aunque nada justifica este tipo de acciones sobre la vía pública, la gente se está cansando de los trancones, el ruido y los siniestros viales que antes no se veían en su barrio. Incluso, varios han optado por vender sus inmuebles por causa de esta compleja dinámica.
A lo anterior se suma el arribo de supermercados de cadena como D1 o ARA que, a diferencia de las pequeñas tiendas de barrio, tienen una alta demanda de compradores, quienes, a su vez, no tienen problema en parquear en vía pública o sobre los andenes mientras realizan sus compras en estos establecimientos, trayendo consigo mayor congestión vehicular al interior de los barrios. Como respuesta, la Secretaría de Movilidad ubica en estas zonas señales de ‘prohibido parquear’ o pacificadores de tráfico, como si con estas acciones se solucionara el problema.
Esta difícil situación también debe ser abordada desde la Secretaría de Planeación y las Alcaldías Locales, pues, aunque es legal el uso comercial del suelo por parte de estas cadenas de supermercados, los efectos que ocasionan en la movilidad no son menores.
Una situación similar la padecen los vecinos de los centros comerciales, que, a diferencia de los supermercados, sí ofrecen el servicio de parqueadero, pero hoy en día es insuficiente, lo que conlleva filas interminables de vehículos que tratan de entrar o salir del centro comercial. Esto termina afectando la tranquilidad de los vecinos, en especial los fines de semana, pues sufren bastante para entrar o salir de sus viviendas.
Tiende a suceder lo mismo cuando a las zonas residenciales llega un centro médico, una cadena de restaurantes o un centro de servicios de plataformas de domicilios, que cambian la vida del barrio y alteran la tranquilidad.
Y es que las actividades comerciales, recreacionales o religiosas que implican aglomeración de personas o vehículos están generando altos impactos en la congestión vehicular en las vías de los barrios. Por lo tanto, es importante que se les solicite un plan de manejo de tráfico especial, el cual debe ser avalado por la misma comunidad de vecinos. En algunos casos, incluso, debería obligárseles a ofrecer parqueaderos a sus compradores.
Lo cierto es que ni hasta los barrios se salvan del trancón bogotano.
ÓMAR ORÓSTEGUI
ESPECIAL PARA EL TIEMPO
Redacción Bogotá