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Opinión
Opinión | Troncal de los Andes: una obra detenida, una región en riesgo
El estancamiento amenaza la calidad de vida de los habitantes y la competitividad de 11 municipios.
La obra proyecta una doble calzada de 3.4 kilómetros y puentes vehiculares Foto: Cortesía Mauricio Mustafá
Chía, la puerta de entrada a la Sabana de Bogotá, vive una contradicción profunda: mientras busca posicionarse como un modelo de desarrollo urbano y económico, está atrapada en el cuello de botella que representa su movilidad. La Troncal de los Andes, proyectada como una doble calzada de 3.4 kilómetros con puentes vehiculares estratégicos, prometía ser uno de los alivios necesarios. Sin embargo, su avance se encuentra estancado, y las consecuencias amenazan no solo la calidad de vida de sus habitantes, sino también la competitividad de toda una región de 11 municipios que junto a Bogotá aportan cerca del 30% del PIB Nacional.
En noviembre, las lluvias provocaron inundaciones que paralizaron la Autopista Norte por más de 6 horas, dejando atrapados a cerca de 4.000 niños en rutas escolares y provocando la evacuación de más de 2.350 personas que se movilizaban en vehículos particulares y públicos. Aunque los organismos de socorro y emergencia se merecen una mención de honor por haber evitado una tragedia, este grave incidente pone en evidencia la fragilidad del principal norte a la capital del país, la necesidad de ampliarlo, y fortalecer las vías alternas.
Inundaciones en la autopista Norte de Bogotá Foto:Mauricio Moreno / EL TIEMPO
Si bien los habitantes de Chía serán los primeros beneficiarios de la Troncal de los Andes, no podemos perder de vista que esta obra trasciende la movilidad local. Sabana Centro y Bogotá generan cerca de una cuarta parte de las exportaciones del país. Cada día, alrededor de 1,500 tractomulas atraviesan el casco urbano de Chía por la Avenida Pradilla, generando caos vehicular, contaminación y un desgaste acelerado de la infraestructura. Empresas de sectores vitales como la floricultura, la agroindustria y el sector manufacturero dependen de esta conexión con Bogotá, Boyacá, Santander y municipios aledaños para atender mercados al norte del país que terminan por conectar con los principales puertos para exportaciones.
Como integrador regional, los retrasos en la Troncal de los Andes perjudican la eficiencia del transporte, generando un efecto dominó en toda la región y que se extiende a los departamentos de esta cadena logística, incrementando costos de operación que se traducen en alzas de precios para los consumidores finales, y en una reducción de la capacidad de las empresas para cumplir con los estándares internacionales de tiempo y calidad. La Troncal de los Andes promete reducir en un 40% los tiempos de desplazamiento, ya que conectaría la provincia de Sabana Centro con la de Sabana Occidente, mejorando la conectividad y liberando al municipio y al corredor de la Calle 80 del impacto devastador del tráfico pesado sobre unas vías urbanas que no fueron diseñadas para soportarlo.
Puentes vehiculares en la Troncal de Los Andes Foto:Cortesía
No podemos permitir que el debate ambiental se convierta en una excusa para la inacción, pues la parálisis de la Troncal también está generando sus propios impactos ambientales y afectando no solo a los ecosistemas urbanos –sometidos cada vez a mayores niveles de contaminación debido a los largos trancones–; sino también a las personas, quienes son parte esencial de estos ecosistemas.
Aquí entra en juego el concepto de ecología humana, definida por Ernst Haeckel como el estudio de la “interacción entre las personas y su entorno, incluyendo los sistemas naturales, sociales y construidos”, que señala que el bienestar de una comunidad depende tanto de la calidad de su entorno natural como de la eficiencia de su infraestructura. Por ello, cualquier debate ambiental en torno a la Troncal debe integrar también la perspectiva de salud física y mental, así como el tiempo disponible para actividades familiares, buscando soluciones que beneficien tanto a los ecosistemas como a las comunidades humanas que dependen de ellos.
Como habitantes de la Sabana de Bogotá, es nuestra responsabilidad exigir soluciones integrales que aborden tanto la urgencia del progreso como la responsabilidad de proteger nuestros recursos naturales. La Troncal de los Andes no es una elección entre el desarrollo y el medio ambiente: es una oportunidad para demostrar que ambos pueden avanzar juntos si hay voluntad y planificación. Es hora de que Chía de un paso al frente. Este proyecto debe ser un modelo de infraestructura sostenible, pero para lograrlo, necesitamos movilizarnos, participar y exigir que se ejecute. La Troncal de los Andes no solo aliviará el presente de Sabana Centro; sino también definirá su futuro.