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Silfredo Pérez Manga, patrullero que murió cuando iba en moto de la Policía

Perdí a mi hermano policía por brutal accidente en Bogotá; ahora le tengo preguntas a quien lo atropelló

Erika Pérez recuerda cómo le arrebataron al patrullero Silfredo Pérez Manga en la avenida Caracas. Conductora tenía la licencia suspendida.

Perdí a mi hermano policía por brutal accidente en Bogotá; ahora le tengo preguntas a quien lo atropelló

Erika Pérez recuerda cómo le arrebataron al patrullero Silfredo Pérez Manga en la avenida Caracas. Conductora tenía la licencia suspendida.

Sebastián García Castro*

Periodista

Sentí a mi mamá llorando. Amanecía el 21 de febrero de 2020, yo estaba durmiendo cuando ella entró a mi cuarto. “Levántate porque algo le pasó a tu hermano”, gritó. “¿Qué le va a pasar? Nada”, respondí. Tomé mi celular y le marqué a él para tranquilizarla, pero sonó apagado.

A la casa en nuestro pueblo, El Retén, Magdalena, había venido un amigo de mi hermano minutos antes. Le había dado un número de teléfono a mi mamá para que llamara porque le iban a informar algo de él. Ella no pensaba que pudiese ser malo porque sabíamos que ese viernes no tenía turno como patrullero de la Policía Metropolitana de Bogotá. Era su día de descanso.

Yo marqué al número que el amigo dejó.

¡Atención, conductores!

¡Atención,
conductores!

¿Serías capaz de ser
motociclista por un día?

Juega y completa tres misiones:
ir a una entrevista, entregar un
domicilio y viajar a un pueblo.

—Hablas con Erika, la hermana de Silfredo Pérez, ¿qué le pasó?

—Él tuvo un accidente —soltó el muchacho que me contestó. Ahí me alteré.

—¡Dime qué pasó! —insistí y me colgó.

Le devolví la llamada, pero él también me estaba llamando, entonces, no podíamos comunicarnos. Mi mamá lloraba en el cuarto, mientras yo estaba desesperada. Me imaginé que el accidente no había sido en la madrugada, sino en la noche cuando mi hermano salía de turno y regresaba a su apartamento.

El muchacho logró comunicarse otra vez conmigo.

—Lo que pasa es que tu hermano tuvo un accidente y falleció.

—¿Cómo así? ¡No puede estar muerto! —dije. No asimilé lo que me estaba contando.

—Él iba a recibir el turno y se accidentó.

No pude seguir escuchándolo, tiré el teléfono, grité y me volví loca.

Escena del accidente donde murió el policía, captada por cámaras de Citytv el 21 de febrero de 2020. Foto:Citytv

Entrar a la Policía, su meta más grande

Él siempre quiso ser policía. Teníamos dos tíos que eran soldados profesionales y, dentro de lo que cabe, era donde nos visualizábamos. Con mi hermano decidimos inscribirnos a la Policía, él ingresó a prestar el servicio social y yo desistí.

Al regresar de su servicio en Puerto Boyacá, siguió haciendo las vueltas para convertirse en patrullero. Después de varios intentos, lo seleccionaron en Barranquilla. Tuvo problemas con los exámenes médicos para ingresar por el peso, la dentadura… Hubo muchos inconvenientes y logró pasar.

Silfredo Pérez Manga soñó con ser policía. Foto:Cortesía para EL TIEMPO

La situación de mis papás no era la mejor, por lo que tuvieron que pedir créditos para pagar los costos de ingreso. En la Escuela le pedían una cantidad de cosas, que yo le llevaba cuando necesitaba.

Terminó el proceso y lo siguiente era que decidieran a dónde lo iban a enviar. Rogábamos para que fuera en la Costa, pero le tocó irse solo a Bogotá.

En el interior del país, fue difícil. Estuve con él por un mes durante 2018 y me di cuenta de lo que afrontaba. Hacíamos planes y, de repente, no podía acompañarme porque le cambiaban el turno o tenía que atender otros asuntos y llegaba tarde a la casa. Sabía a qué hora se iba, pero nunca sabía a qué hora iba a volver.

Le decía a mi papá que quería regresar a la Costa, estar más cerca de nosotros, porque era muy pesado manejar el tiempo y buscaba estabilidad económica. Allá debía pagar el apartamento, los servicios, la alimentación. Un policía no gana mucho y en Bogotá se trabaja para sobrevivir.

Silfredo Pérez fue asignado para trabajar en la Policía Metropolitana de Bogotá. Foto:Cortesía para EL TIEMPO

No estaba dentro de sus planes casarse o formar una familia. Se había mentalizado de que no quería hijos por el momento. En cambio, tenía una meta clara, la de ayudar a mis papás a pagarle la carrera a mi hermana, porque ellos habían hecho el sacrificio de sacar créditos para el curso de policía.

Últimos cumpleaños y Navidad

La última vez que lo vimos fue a finales de 2019. Llegó a nuestro pueblo El Retén el 21 de diciembre, día de su cumpleaños número 28.

No era de quedarse en la calle hasta la madrugada tomando con sus amigos; esa Navidad sí lo hizo. Fue raro para nosotros porque no le gustaba salir a bailar. “Yo trasnocho mucho para perder una noche así. Vengo a recuperar las noches aquí, a mi casa”, comentaba.

Estuvo visitándonos hasta el 26 de diciembre. Las semanas siguientes todo marchó normal, no hubo nada raro ni un presentimiento.

Silfredo Pérez visitó a su familia por última vez en la Navidad de 2019. Foto:Cortesía para EL TIEMPO

Mi mamá habló con él en la noche del 20 de febrero. Le dijo que salía de turno a las 10 p. m. y que tenía descanso el día siguiente, el viernes. Le pidió que no se preocupara sino la llamaba cuando llegara a la casa, pues iba a terminar de trabajar tarde, pero prometió que llamaría en la mañana. No sucedió.

Esa mañana, del 21 de febrero, supimos que murió. Los vecinos comenzaron a llegar a nuestra casa. También apareció mi tío, quien había escuchado la noticia del accidente en la avenida Caracas con calle 49, pero no lo había identificado porque el periodista había dicho el nombre Wilfredo, no Silfredo. Cuando yo revisé los apellidos y el segundo nombre en las noticias, verifiqué que era él: Silfredo Enrique Pérez Manga.

—Necesito que tú me digas qué pasó, mi mamá se está volviendo loca —le pedí a mi primo por llamada. Él estaba en la clínica, donde había muerto mi hermano.

—Él iba…

—¿Cómo así que iba? —lo interrumpí—Él le dijo a mi mamá que no tenía turno.

—Fue un turno que le notificaron a última hora. Él iba hacia las 4 a.m. en la moto de la Policía a un punto donde debía cubrir unas protestas. No te puedo explicar qué pasó. Se accidentó, me llamaron y cuando llegué al lugar ya se lo habían llevado en la ambulancia. Alcancé a entrar con él a la Clínica Marly —me contó.

Así quedó la moto de la Policía en la que iba Silfredo Pérez. Foto:Citytv

Mi hermano, desafortunadamente, había sufrido un trauma craneoencefálico, un trauma de tórax, un trauma pélvico y un trauma en el codo izquierdo. Trataron de reanimarlo. No respondió.

Un sepelio de horas

La Policía le notificó la muerte a mis papás para que alguien fuera a Bogotá a reconocerlo. Decidí viajar. Yo estaba en un trance, pensaba que no estaba muerto y que estaban confundiendo las cosas. El vuelo despegó en la noche desde Santa Marta. Seguía creyendo que todo era mentira y que, aunque había tenido un accidente, iba a poder hablar con él.

Al estar en Bogotá, no pude verlo. Tuve que esperar hasta el otro día para ir a la morgue. Fue la noche más larga de mi vida. El sábado, la cita para verlo me la dieron hasta la tarde. Así que, mientras, tuve que ir a su apartamento a recoger sus pertenencias.

Encontré todas sus cosas intactas. Había una Biblia en la cama. Todo estaba organizado, la cama tendida, la toalla colgada y las ollas con comida que había guardado para su regreso del turno. Empaqué lo que pude en bolsas y me las llevé.

Esa tarde reconocí el cuerpo.

Silfredo Pérez junto a su familia. Foto:Cortesía para EL TIEMPO

La idea era volver con él al pueblo el domingo para que estuviese con mi familia, pero debí esperar al lunes. La Policía me dijo que iba a hacerle un homenaje… Un homenaje ya después de muerto, ¿para qué? No lo permití porque mis papás estaban esperándolo. Ofrecieron llevarlo en avioneta de regreso.

El viaje fue larguísimo, eterno. Lo único que le preguntaba al piloto era por dónde íbamos, no veía la hora de aterrizar. El trayecto de Santa Marta al pueblo fue por tierra. Llegamos sobre las 10 p. m. El martes ya tocaba sepultarlo porque estaba hinchado; ese era el miedo que tenía y por el cual les insistí en Bogotá para que me lo entregaran rápido.

Son muy diferentes los entierros en la ciudad. Allá los llevan a la funeraria donde pasan los días. El pueblo guarda sus tradiciones, donde el cuerpo amanece con la familia, amigos y vecinos presentes. Así lo queríamos hacer, pero tocó sepultarlo el mismo martes.

‘Ella es la quien lo atropelló’

Carro que embistió al policía Silfredo Pérez en Bogotá. Foto:Citytv

Viajé a Bogotá después de ocho días a poner la denuncia ante la Fiscalía por el accidente. Al principio, hubo muchas especulaciones. Unos decían falsamente que mi hermano estaba tomado y que había sido imprudente.

Otras personas, quienes habían sido testigos del accidente, me contaron que estaba esperando cruzar un semáforo. Cuando este cambió a color verde e intentó pasar, un carro que manejaba una señora dio un giro prohibido, no bajó la velocidad y lo arrolló. Lo arrastró unos metros. Hay un video de una cámara de seguridad que, hasta hoy, no he terminado de ver.

Video de cámara de seguridad con accidente del policía Silfredo Pérez. Foto:Archivo particular.

Busqué quién era la conductora. Según sus redes sociales, era una chica del medio, estuvo en un reality de televisión y era médica de profesión. Su rostro se me quedó grabado.

La vi por primera vez cuando fui a hacer la declaración. Estaba en el cubículo de al lado, sin maquillaje, con lentes puestos y un buzo, estaba bastante cubierta. “Ella es”, le dije a la abogada que me estaba acompañando. “No, no es”, me respondió.

Al salir de la declaración, la doctora aceptó que sí era, pero no me lo había querido decir para evitar un problema. No sé cuál hubiese sido mi reacción, quizá me hubiese acercado a preguntarle “¿por qué no paró?” y “¿por qué lo hizo?”. No iba a pelear con ella, porque yo sé que, independientemente de lo que haga o diga, nada va a devolver a mi hermano.

Debimos contratar a una abogada en Bogotá. Justo vinieron tiempos difíciles porque se metió la pandemia. Estuvimos en comunicación hasta que ella se perdió, nos decía que era un caso que podía durar tres o cuatro años.

Se cumplió el año del accidente y nos pidió conectarnos a una audiencia de preacuerdo que había logrado la conductora con la Fiscalía. La jueza le hacía preguntas a nuestra abogada, pero ella no respondía. Como no dijo nada, se acató que no teníamos ningún reparo. Intenté intervenir y la jueza me lo impidió. “Para eso está su representante”, dijo.

Homicidio culposo… y hasta ahí

Silfredo Pérez, patrullero de la Policía Metropolitana de Bogotá. Foto:Cortesía para EL TIEMPO

Luego de que se acabó la audiencia, me enviaron un preacuerdo en el que, únicamente, dice que a la conductora se le dicta una sentencia por el delito de homicidio culposo, más no doloso. Por ende, eso nada más da para tres años de cárcel y privarla de ejercer un cargo público**. Hasta ahí llegó todo.

Buscamos a otro abogado que interpuso una tutela, solo que nunca hubo respuesta. Hace poco cambiamos otra vez de abogado para mirar qué se puede hacer con tal de que haya reparación de víctimas. Se había dicho que nos responderían con el seguro del carro, pero el seguro estaba vencido. En fin, ha sido un proceso muy tedioso en el que, desafortunadamente, si tú no tienes dinero para buenos abogados la cosa queda ahí.

Mi papá no trabaja porque a raíz del accidente se enfermó. Junto a mi mamá, reciben una pensión dividida por la muerte de mi hermano. Es difícil.

Mi hermano luchó por lo que anhelaba. Le quedó esa satisfacción de ser policía, no por mucho tiempo, pero logró su meta de llegar a la institución. Si lo tuviera de frente, le diría que me hace mucha falta.

“¿Por qué no paró?” es la pregunta que quisiera hacerle a la joven que lo atropelló. ¿Por su cabeza no pasó que él podía sobrevivir? Ella es la persona más idónea para responderme, cuatro años después, qué ocurrió.

Notas

**A partir de los registros judiciales, Angie Lorena Gómez manejaba con licencia de conducción suspendida, por contar con 11 infracciones de tránsito, cuando embistió al policía Silfredo Pérez Manga. La Fiscalía le formuló el cargo de homicidio culposo agravado; sin embargo, por un preacuerdo, se eliminó la circunstancia de agravación.

Fue condenada por homicidio culposo a dos años y ocho meses de cárcel, una multa de más de 23 millones de pesos, la prohibición para manejar por 48 meses y la inhabilidad para ejercer cargos públicos.