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Noticia
Qué queremos: ¿más obras o más entregas? / Voy y vuelvo
Desde hace décadas se rompe, se construye, se arregla, se deja, se abandona, vuelve y se construye y así sucesivamente.
Obras en la avenida Ciudad de Cali. Foto: Milton Díaz. EL TIEMPO
No es un juego de palabras. Es verdad que Bogotá presenta atrasos importantes en materia de infraestructura. Qué tal lo que se demoró en consolidarse la construcción del metro, que ya va llegando al 40 por ciento de ejecución después de 70 años de espera. O la pesadilla que siguen siendo las entradas y salidas de la ciudad. O la falta de andenes.
Ponernos al día en varias de ellas nos tiene al borde del caos en materia de movilidad. Hay cerca de 500 frentes de trabajo, incluyendo el metro y las troncales; hay otras que se pagaron vía valorización y aún no arrancan. Y en 76, según explica hoy el alcalde en entrevista con este diario, se están adoptando medidas para ‘desatrasarlas’, pues los niveles de ejecución eran preocupantes.
La mala noticia es que no hay plata. Se requieren no menos de dos billones de pesos para concluirlas. La istración hace maromas para ver de dónde saca recursos que permitan finalizar su ejecución. Amén de los traumatismos que generan no solo para la movilidad sino para la economía.
Reconoce Galán que muchas de estas obras han impactado de alguna manera el comercio y a la industria textil, lo cual explicaría su bajo aporte al PIB. Mientras que la obra pública ayudó a que este creciera 0,9 por ciento.
Imágenes de los avances en las obras de Transmilenio Tramo 9 por la avenida 68. Foto:MAURICIO MORENO EL TIEMPO
Hace un tiempo relativamente corto, fue noticia que un grupo de comerciantes de distintos sectores de Bogotá no permitió que se empezarán a ejecutar trabajos para mejorar el espacio público. Alegaban que eso perjudicaba sus ventas y que muy probablemente iban a tardar más de lo que se prometía. Y no les faltaba razón.
De ahí que siempre será importante que, antes de acometer un trabajo de envergadura, se consulte a la comunidad sobre el impacto que tendrá y se le ofrezca alguna alternativa para que su economía no se afecte y reciba la obra como un beneficio, no como un castigo. Es una promesa difícil de cumplir, pero hacia allá hay que avanzar.
Dicho esto, recuerda el alcalde Galán que la exsecretaria de Gobierno Alicia Eugenia Silva le recomendó no hacer más obras sino dedicarse a entregar el cúmulo de las ya contratadas y diseñadas. Y eso no es cualquier cosa. Es una pregunta que deberíamos hacernos todos los bogotanos: ¿queremos más obras o queremos que se terminen las actuales?
Obras de la primera línea del metro. Foto:MAURICIO MORENO
Estoy tentado a irme por la segunda opción. Confieso que cada vez que me hablan de un nuevo frente de trabajo, una nueva obra, una nueva licitación, en lo primero que pienso es en cómo va a afectar a la ciudad física y ambientalmente; pero también en el ánimo ciudadano. Los bogotanos no hemos conocido la paz del taladro.
Una ciudad sin obras es como una casa sin mantenimiento: cuando saque la mano, todo será más costoso.
Desde hace décadas se rompe, se construye, se arregla, se deja, se abandona, vuelve y se construye y así sucesivamente. La última obra que vi desarrollarse más o menos a tiempo fue el arreglo de la calle 116. Con ciclorruta, andenes, vías, plazoletas, etc. Pero ha sido la excepción.
¿Qué pasa si no se proyectan más obras? ¿Qué pasa si todo el esfuerzo se dedica a terminar lo que ya se empezó? ¿Se agilizarían más? ¿Ya no habría la excusa de la falta de mano de obra? ¿Los concesionarios, a falta de más proyectos, se empeñarían en acabar bien los que tienen? ¿O se irían a otra parte? ¿Qué tal que a la vuelta de seis u ocho años tengamos troncales, metro, andenes, ciclorrutas, vías reparchadas, puentes concluidos y sin un taladro más rompiendo una calle? Suena utópico pero no imposible.
Hoy, en cada istración existe la obsesión por hacer y hacer. Ese mantra se lo escuché a Claudia López y a Enrique Peñalosa. Y quizás también tengan razón. Bogotá no se puede paralizar, ni aplazar proyectos porque va y nos pasa lo del metro. La misma dinámica de la ciudad, su crecimiento, sus nuevas necesidades, hace que se esté reconstruyendo cada día. Además de que la obra civil es quizás una de las principales generadoras de empleo y dinamismo económico.
Una ciudad sin obras es como una casa sin mantenimiento: cuando saque la mano, todo será más costoso.
Pero quizás pueda haber una fórmula intermedia: hacer obras cuando buena parte del impacto que ocasionan esté resuelto, cuando su ejecución represente un salto de décadas para el desarrollo de la ciudad y, por su puesto, cuando haya plata para contratarlas.
ERNESTO CORTÉS FIERRO - Editor General de EL TIEMPO