El 2024 fue un año violento para Bogotá. Los homicidios superaron los 1.200 casos, marcando una tasa cercana a los 15 homicidios por cada 100.000 habitantes, lo cual dista mucho de la meta que se trazó la actual istración de reducir el homicidio a 9,9, es decir, bajar la tasa a un dígito. Es una meta difícil de alcanzar, pues, en la práctica, significa lograr que la ciudad registre menos de 800 casos para el 2027.
Una parte del problema se explica por la violencia homicida que existe hoy en las calles, liderada por bandas criminales que se disputan el control territorial para acceder a las rentas criminales asociadas a la extorsión, el tráfico de drogas y hasta los préstamos gota a gota. Esta disputa se expresa a través del fenómeno del sicariato, que está presente en un 40 % de los casos.
En la misma línea está el delito de extorsión, que registró un aumento del 64 % en comparación con el 2023, cerrando con 2.497 casos, cifra que, seguramente, en la realidad puede llegar a ser mucho más alta, pues mucha gente no denuncia por miedo a las represalias que puedan tener los delincuentes.
No solo son los comerciantes las principales víctimas; también ciudadanos que son extorsionados a través de correos electrónicos o mensajes de texto. Habría que analizar qué tantos delitos extorsivos corresponden a amenazas por parte de prestamistas del famoso gota a gota; cuántos a bandas criminales que solicitan pagos a comerciantes y hasta a los mismos vendedores ambulantes para poder realizar sus actividades en determinados sitios. Y en la misma medida, falta analizar los vasos comunicantes entre la extorsión y el homicidio en Bogotá.
Ahora bien, el problema con los homicidios y la extorsión no es nuevo. Por el contrario: desde la istración anterior se evidenciaba un deterioro en los indicadores que, entre otras cosas, no es un fenómeno exclusivo de la capital, sino de las principales ciudades del país.
Lo mismo viene sucediendo con la violencia intrafamiliar que, después de la pandemia, se viene manifestando con mayor preocupación en Bogotá. El año pasado siguió creciendo y marcó un aumento del 16 % en relación con el año anterior.
Esta tendencia alcista evidencia que las estrategias implementadas están fracasando y que, de puertas para adentro, la violencia se está apoderando de los hogares bogotanos, tema que no se puede pasar por alto, al igual que el tema de los delitos sexuales, que tuvieron un incremento del 34 %.
Si bien la istración distrital tiene problemas en reducir los delitos contra la vida, tampoco se pueden desconocer los logros que tuvo en la reducción de delitos contra el patrimonio, como el hurto a personas, comercio y residencias.
Sin embargo, no se puede bajar la guardia. El caso del joven abogado que se encuentra hoy hospitalizado, en cuidados intensivos, por causa de un atraco en la localidad de Chapinero demuestra que los delincuentes no temen quitarle la vida a un ciudadano por robarle un celular. Lo cierto es que en Bogotá no hay una estrategia clara en seguridad para proteger la vida de los capitalinos.
ÓMAR ORÓSTEGUI
Director Govlab
Universidad de La Sabana
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