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La historia detrás de 'El beso de los invisibles' en el centro de Bogotá
El mural es un símbolo del amor en la ciudad; se inspiró en una foto de un reportero de EL TIEMPO.
Cuando se camina por la calle 26 hacia el centro de la ciudad, es improbable no verlo. Por esa vía, hacia el corazón de la capital, en medio de edificios altos, algunos nuevos y otros de hace veinte años, el mural cobra sentido. La mítica 'Rebeca' es testigo de lo más genuino, puro y sencillo que podemos vivir los humanos: el amor.
(Esta historia fue publicada originalmente el 19 de agosto del 2021)
Ese sentimiento que envuelve, enceguece, pero que aturde y arruga el alma, se transmite cuando se besa a otra persona. El mundo se detiene por una fracción de segundos y lo que sucede alrededor pasa a un segundo plano. Es silencio, es deseo, es vida.
Eso mismo sucedió en el 2013 cuando Diana y Hernán, dos habitantes de la calle del llamado 'Bronx', se besaron sobre una terraza de un edificio de la 'L'. Ese momento sublime eclipsó la visita del expresidente Juan Manuel Santos, mientras se adelantaban los operativos contra las 'ollas' de drogas en la zona.
La escena fue captada por Héctor Fabio Zamora, reportero gráfico y fotoperiodista de EL TIEMPO que estaba en el lugar. Hernán, de camiseta roja, jean azul oscuro y zapatos negros, puso su mano derecha, en la que tenía tres anillos, sobre el hombro de Diana, quien estaba con un saco blanco y abrigada con una cobija café con cuadros. Ambos tenían los ojos cerrados. "En medio del caos, había amor; y si había amor, había esperanza", aseguró Héctor Fabio.
La fotografía fue publicada en la portada del periódico impreso y fue plasmada en un edificio de la calle 26 con carrera 13b, en junio de ese año, por el equipo Vértigo Graffiti. Fue uno de los primeros murales de gran formato hecho en la ciudad. "Se capturó un momento de humanidad en un ambiente adverso", le dijo en ese momento Camilo Fidel López, director del colectivo, a EL TIEMPO.
Foto: el beso del 'Bronx' que inspiró el mural 'El beso de los invisibles'. Exclusivo EL TIEMPO. Foto:Héctor F. Zamora / EL TIEMPO
La recuperación
Las tensiones sociales que hoy son atestiguadas por todos, demandan la renovación de un símbolo que inspira sensibilidad y empatía
Ocho años después, Vértigo Graffiti decidió recuperar el mural de casi 10 pisos de alto y 20 metros que se convirtió en un símbolo en Bogotá y transformó la entrada al centro de la capital del país.
Los artistas Santiago Castro (Word) y Ricardo Vásquez (Yurika), con amplia experiencia y trayectoria en arte urbano y graffiti, y del grupo, fueron los encargados de la renovación que tomó una semana. Todo comenzó el 11 de agosto con una limpieza completa del muro y la aplicación de una capa protectora. Para la recuperación se usaron 30 galones de vinilos y 150 aerosoles de pinturas para cubrir un área cercana a los 350 metros cuadrados, según informaron.
Santiago Castro, 'Word' (izq.); Ricardo Vásquez, 'Yurika', y Camilo Fidel López, integrantes de Vértigo Graffiti. Foto:Instagram Fundación Gilberto Alzate
Santiago Castro (Word) dijo que lo que se busca es "revivir un símbolo de amor", afirmación en la que coincide Ricardo Vásquez (Yurika), quien tiene una historia personal con el mural pues su hija Celeste nació durante la creación original: "Vamos a reanimar una imagen para que siga formando parte de las conversaciones y los diálogos urgentes en Bogotá".
La Fundación Gilberto Alzate (Fuga), la entidad pública que busca transformar el centro de la ciudad con cultura, también participa en el proyecto. "Queremos que 'El beso de los invisibles' sea una invitación a dejarnos inspirar, amar y cuidar en medio de la cotidianidad de la ciudad. A que reconozcamos las historias, experiencias y oportunidades que habitan el centro de Bogotá y que tenemos la posibilidad de conocer, vivir y transformar", explicó Margarita Díaz, directora general de la entidad, en un comunicado.
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Este lugar es reconocible por cualquier bogotano, o al menos por los que han transitado alguna vez por este lugar, incluso para quienes han pasado por la estación de TransMilenio de la calle 26. Además es una parada obligatoria para varios extranjeros que buscan graffitis y arte urbano en la ciudad.
"Las duras condiciones climáticas, cuyo impacto se nota en sus colores y contrastes, así como las tensiones sociales que hoy son atestiguadas por todos, demandan la renovación de un símbolo que inspira sensibilidad y empatía en los corazones, con el arte y la cultura como herramientas de sanación y acercamiento para todos", asegura Camilo López.
¿Qué pasó con Hernán y Diana?
El fotoperiodista Héctor Fabio Zamora siguió sus casos con atención. Contó que, con la imagen que captó, les cambió la vida a los protagonistas. Justo después de que el país conociera la escena, Hernán decidió salir de las calles. "Le devolvieron el nombre, le dejaron de decir 'ñero' y eso lo motivó", dijo.
Diana corrió con la misma suerte. Un tiempo después, ella se rehabilitó. Ahora vive en una casa y cumple varios años 'limpia' de drogas. Ya no son pareja, pero se recuerdan.
Seguramente, cada vez que pasan por este lugar, sus almas se agitan y la adrenalina recorre cada centímetro de su cuerpo. Ese momento majestuoso, que fue 'tatuado' en esa pared, marcó sus vidas como marcó la historia de la ciudad. El mural resume la cantidad de historias dentro de la selva de cemento que pocos conocen, pero en la que todos vivimos. Es una imagen que da vida y contrasta. Es un beso que inspira, que alienta y que motiva. Es amor y arte puro.