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TransMilenio, un sistema que se convirtió en un mercado persa | Opinión
Hay que recuperar la cultura ciudadana, pero también hay que mejorar la experiencia de viaje.
Bogotá febrero 1 de 2024. Avanza día sin carro y sin moto en Bogotá, estación de Transmilenio San mMateo en Soacha Foto: Milton Díaz / El Tiempo
Nadie niega que una de las soluciones más sensatas para aliviar la congestión vehicular es incentivar el uso del transporte público. Sin embargo, la experiencia de viaje resulta cada vez más difícil y, en algunas ocasiones, pareciera que todas las acciones se concentran en combatir los colados, en lugar de proteger a aquellos s frecuentes que hacen un uso adecuado del sistema.
Basta ver las barreras de ingreso en estaciones y buses. Los nuevos torniquetes en TransMilenio tienden a asemejarse, cada vez más, a las puertas de ingreso de un centro carcelario. Pasar en medio de ellos es difícil, hecho que viene incrementando las filas de s que tienden a desesperarse fácilmente. Igual sucede con los buses del SITP, donde han instalado barreras que dificultan el , sobre todo de mujeres embarazadas y personas de la tercera edad.
Se entiende que todas esas medidas han sido para reducir la evasión en el pago de la tarifa y que, de alguna manera, están dando resultados. Pero también van en detrimento de la experiencia del , y en contra de la gran mayoría de pasajeros que sí pagan.
Nuevos torniquetes en TransMilenio. Foto:Milton Díaz / EL TIEMPO
Pero la situación empeora una vez se logra acceder al bus. Cada vez es más frecuente la presencia de ventas ambulantes, cantantes informales, mendigos y toda clase de s que han encontrado en el sistema un medio de subsistencia.
Y es que viajar en TransMilenio resulta ser una experiencia agotadora para cualquier . El nivel de ruido es insoportable debido a los cantantes que ingresan con parlantes sobredimensionados. Luego vienen las ventas informales de todo tipo de productos: ungüentos, perfumes, alimentos y cualquier tipo de elementos de miscelánea. A lo anterior hay que agregarle la mendicidad y la presencia de habitantes de calle.
Y si a lo anterior se le suma la aglomeración de personas, la agresividad e intolerancia de algunos s y el riesgo de ser víctima de hurto, lo único que se puede esperar es una fórmula perversa donde viajar en TransMilenio termina siendo una experiencia estresante, que incluso no termina al bajarse del bus, pues aún falta atravesar los corredores de los puentes peatonales o portales donde hay todo un mercado persa y de comidas rápidas. El problema de fondo es que nos acostumbramos a normalizar este tipo de malos comportamientos en el sistema de transporte público.
Hay que recuperar la cultura ciudadana en el TransMilenio, pero también hay que pensar en mejorar la experiencia de viaje, sobre todo de quienes sí pagan el pasaje, pues pareciera que las acciones que se han desarrollado hasta ahora terminan afectando más a los buenos s que a los colados.
Ojalá la nueva istración reconozca estas problemáticas y actúe en consecuencia; de lo contrario, por más discursos de buena voluntad y publicidad para incentivar el uso del transporte público, será difícil que la gente se baje de su carro o moto para regresar a este medio de transporte.
ÓMAR ORÓSTEGUI
Director del Laboratorio de Gobierno de la Universidad de La Sabana