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Autoridad y cultura ciudadana, otra vez / Voy y vuelvo
Hay pequeños aspectos que están en nuestro diario vivir y son referentes para calificar la ciudad.
Andenes en males estado y basuras en las calles, algunas de las quejas ciudadanas. Foto: Sergio Acero. EL TIEMPO / Néstor Gómez. EL TIEMPO
Dos escritos me dejaron absorto esta semana. Uno es del lector Juan Carlos Espinosa, asiduo seguidor de las páginas de EL TIEMPO, y el otro, una columna de Diana Pardo, publicada en este diario hace poco.
El primero me envía un correo extenso en el que hace una radiografía de lo que, a su juicio, es la Bogotá de hoy. Habla de su “ruina” y su “paupérrima calidad de vida”. Dice que lo peor es la suciedad, la invasión del espacio público y que los vendedores ambulantes dejaron sin andenes a los peatones.
También se lamenta por el ruido excesivo que hay en Bogotá, por la contaminación visual a pesar de estar gobernada por un partido “verde y ecologista”; critica las bicicletas con motor (que además están prohibidas) sin que Rappi haga algo por detenerlas o evitar que lo invadan todo.
Este amable lector me invita a ser “realista” y a que mejor opte por abandonar la ciudad porque, por si fuera poco, los impuestos de los bogotanos no se ven bien invertidos.
Ciclomotores Foto:Secretaría de Movilidad de Bogotá
En un tono similar, Diana Pardo escribe sobre las peripecias que hay que hacer en esta ciudad para no ser arrollado por una moto, una cicla, un carro; para no caer en una alcantarilla mal tapada o tropezar con un andén en mal estado.
Diana advierte que se debe ser adivino para entender las señalización que está en mal estado, la demora de los semáforos para dar paso al peatón y hasta se queja del clima cambiante de la ciudad. Eso sí, en su columna dice que enfrentar estos obstáculos en Bogotá nos prepara para afrontar la vida. ¡Calculen!
Estos reclamos, justificados a todas luces, contrastan sin embargo con otras cosas que también pasaron en la ciudad esta semana.
Como el premio internacional que obtuvo Bogotá gracias a su política de ‘reto a la U’, que ha permitido, entre otras cosas, que 36 mil jóvenes hayan conseguido becas gratis para acceder a educación superior. O que las manzanas del cuidado se estén convirtiendo en referente internacional o que Ciudad Bolívar, en donde los medios cosechas noticias judiciales a diario, esté desarrollando desde hace tiempo una impresionante estrategia cultural para esa comunidad y para el resto de la ciudad.
En gracia de discusión, valga decir que es probable que la gente ya sepa todo esto. Incluyendo a Juan Carlos y a Diana. Y como ya lo saben y lo asumen, reparan más en su día a día, en los pequeños desafíos de la jornada, en ese salir de casa con la ilusión de que ojalá hoy sí la ciudad luzca mejor y se comporte mejor.
Esas cosas, que para un gobierno o un funcionario pueden ser menos importantes que los megatemas de seguridad, constituyen nuestro diario vivir
Ya lo había dicho acá hace varias semanas: esas cosas, que para un gobierno o un funcionario pueden ser menos importantes que los megatemas de seguridad, por ejemplo, constituyen nuestro diario vivir y son las que nos sirven de referente para calificar la ciudad.
Tener andenes en buen estado, ver las paredes limpias, que los ciclistas respeten a los peatones o que las autoridades se amarren los pantalones y eliminen las bicicletas a motor; que se controle la contaminación auditiva o que la suciedad no sea una constante simbolizan el buen o mal vivir en la ciudad.
Bogotá es todo lo que dicen Diana y Juan Carlos. Pero no es toda la ciudad. La ciudad es también aquello a lo que quizás no estamos expuestos, pero que significa mucho. Seguir con los colegios nuevos, atender con subsidios a los pobres extremos, impulsar la primera y segunda línea del metro o tener una flota de buses eléctricos también son cosas significativas.
Todo se resume a lo que ya hemos dicho: nos faltan cultura ciudadana y autoridad. Sin autoridad, las bicis a motor seguirán haciendo de las suyas. Lo mismo que las motos. Sin cultura ciudadana, no habrá una ciudad limpia y amable para disfrutar. Sin autoridad, los andenes serán una quimera para los peatones, y sin cultura ciudadana no habrá ciudad para defender.
“No quiero vivir en una ciudad cuya única ventaja cultural es poder girar a la derecha con el semáforo en rojo”, dijo alguna vez Woody Allen. Ahora, que por sus problemas no resueltos se nos invite a dejar la ciudad, eso sí jamás.