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Hace 35 años, 'Happy' Lora hizo famoso el sombrero vueltiao

Con el título mundial de boxeo del monteriano en Miami, también le llegó la hora a la prenda zenú.

Miguel 'Happy' Lora vivió el esplendor de su carrera en los años 80 y es recordado con gratitud por el pueblo colombiano.

Miguel 'Happy' Lora vivió el esplendor de su carrera en los años 80 y es recordado con gratitud por el pueblo colombiano. Foto: ARCHIVO EL TIEMPO

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En el patio de una casa de la calle 23 con carrera 8, en Montería, Miguel ‘Happy’ Lora visualizó su futuro en charla con el interlocutor de casi siempre: el periodista deportivo Roger Olascoaga Maduro.
El patio era el rústico gimnasio de boxeo que Oswaldo López Castellar armó para complacer a su hermano menor, Ivo, que por las tardes entrenaba, primero solo, y luego en compañía de las grandes figuras de entonces del pugilismo cordobés, como Francisco 'Yata' Durango y Luis Zúñiga, entre otros.
El sombrero me traerá buena suerte cuando sea campeón mundial
'Happy' descubrió el gimnasio meses atrás, una tarde de 1975, al treparse por la paredilla de su casa y mirar hacia la contigua. Desde entonces, a pesar de la oposición de su madre, Mercedes Escudero, era uno de los más aventajados aprendices del patio.
–Yo sé que voy a ser campeón mundial, Roger –dijo esa tarde Lora, entonces de 14 o 15 años–, pero quiero identificarme con algo que sea de mi región, algo así como el porro María Varilla…
–Estoy contigo… –atinó a expresar Olascoaga Maduro, auténtico defensor de la cultura cordobesa.
Lora no dejó terminar al periodista y expresó unas palabras que ahora resultan mágicas:
–¡El sombrero vueltiao!
–Ese sombrero –agregó, para referirse al mejor protector del sol en largas jornadas laborales de los campesinos de las sabanas de Bolívar, Sucre y Córdoba, y prenda que algunos músicos de la región exhibían en sus presentaciones públicas– me traerá buena suerte cuando sea campeón mundial.
–Cuando vayas a pelear por el título, yo mismo me aseguraré de que lo tengas –prometió Olascoaga, en un pacto entre los dos del que casi nadie se enteró.
Diez años más tarde, el viernes 9 de agosto de 1985, en el Tamiami Park, de Miami (Estados Unidos), el monteriano venció por decisión unánime de los jueces al mexicano Daniel Zaragoza, desatando una locura colectiva en el escenario y en Colombia, que siguió la pelea en directo por televisión. Además del cinturón verde y oro como nuevo campeón peso gallo del Consejo Mundial de Boxeo (CMB), Lora lució, por primera vez sobre el ring, el sombrero vueltiao… Se iniciaba, sin saberlo, la internacionalización de esa obra de arte indígena zenú, elaborada en trenzas con la caña flecha, que hoy es orgullo colombiano en el mundo.

Se lo puso un gringo

Para cumplir la parte de su promesa, el lunes 5 de agosto de ese 1985, Olascoaga Maduro se presentó a la residencia de su amigo y locutor deportivo Álvaro Díaz Arrieta. Montería era una pequeña ciudad y todo el mundo estaba enterado de todo. Más de un hombre, como Díaz Arrieta, que había promocionado por radio que transmitiría desde Miami la pelea de Lora contra el campeón mundial Daniel Zaragoza.
"Vengo a pedirte el favor, Álvaro, de llevarle esto a ‘Happy’", dijo Olascoaga, y pasó al relator una carta, sin cerrar el cuadrado sobre de correo; una pancarta con la imagen del boxeador y la leyenda alusiva a Lora como campeón (Díaz Arrieta la había visto una semana atrás exhibida frente al parqueadero del taller de Hernando Tapia, ‘El Portalito’, amante del boxeo), y un sombrero vueltiao.
Díaz Arrieta acomodó la encomienda en la parte superior del bolso, su equipaje del primer viaje a Estados Unidos, y el martes 6 de agosto se desplazó a Barranquilla, donde al día siguiente salió rumbo a Miami. Al llegar a suelo norteamericano, luego de recoger el equipaje, en Inmigración, lo mandaron a un cuarto por cerca de dos horas. Allí se encontró al promotor de boxeo colombiano Julio Guerrero Caraballo.
Primero hubo una espera larga. Luego, policías registraron su equipaje y les llamó la atención la pancarta que estaba almidonada. La tocaban y luego pasaban el dedo, protegido por un guante plástico, por la nariz.
“Les dije que era para un boxeador amigo colombiano que disputaba título mundial en Miami… Un policía gringo se puso el sombrero vueltiao y soltó una carcajada. Entonces, otro policía cubano habló con ellos en inglés y autorizó mi ingreso al país. El sombrero vueltiao, que era de 21 vueltas (el más fino y famoso), me salvó de que no me regresaran a Colombia”, recuerda ahora Díaz Arrieta, aún detrás del micrófono.
El locutor deportivo solo vio a Lora después del pesaje, el mismo viernes 9 de agosto, descansando en la habitación del hotel Shelborne, en Miami Beach. Convenció a quien le abrió la puerta, el reacio Amílcar Brusa, el gigante y riguroso entrenador argentino, alegando que tenía una encomienda que su pupilo esperaba. Que solo le quitaría un minuto.
Despierto en la cama, ‘Happy’ recibió sonriente la pancarta enviada por Tapia (por la noche se vería en la primera fila del ring side, portada por unos aficionados barranquilleros) y el sombrero vueltiao enviado por Olascoaga. Díaz Arrieta se quedó con la carta, porque consideró que de pronto había algo que sacara de concentración al boxeador.
–Gracias, Álvaro –dijo ‘Happy’–. Salúdame a Roger…
–Él te manda a decir que tiene mucha fe y confianza en ti –manifestó Díaz Arrieta–. Y que no olvides que eres un hombre del Sinú (eso decía la carta, llena de sentimiento de la región, que solo el locutor entregó al deportista el día siguiente).
En verdad, Lora esperaba el sombrero. En las llamadas telefónicas que hacía a su casa, semanas atrás desde Miami, insistía en que lo buscaran donde Olascoaga. Sabía que el periodista iba hasta el resguardo indígena de Tuchín, el epicentro del sombrero vueltiao, no solo a buscar uno, sino a que los indígenas lo rezaran.
Por eso, el viernes 9 de agosto sabía que su último obstáculo era el mexicano Zaragoza. En la víspera, para evitar la cancelación de la pelea, firmó un contrato de apoderamiento con el cubano Félix 'Tuto' Zabala –quien lo llevó y promocionó en Estados Unidos, además de conseguir la oportunidad– y el hombre que financió la realización del combate en Miami, el chileno ‘Mister Chichi’ Godoy, e incluyó a su amigo cordobés Jairo Espinosa, residente en Miami.
Con el vueltiao en sus manos, sabía que ahora todo dependía de él. “Nada me detiene. Este sombrero me traerá suerte como campeón”, pensó en la habitación.
Un policía gringo se puso el sombrero vueltiao y soltó una carcajada

Más ídolo en Tuchín

Hoy, 35 años más tarde, Lora se siente orgulloso de su gesta deportiva –ocho defensas– y de la fama que le dio al sombrero vueltiao, la artesanía zenú que lució en cada una de esas peleas. Y todavía parece escuchar los gritos de los aficionados latinoamericanos, más que todo cubanos, que decían: "¡Qué bonito sombrero, ‘Happy’, dámelo!".
Cuando observa el video de la celebración, al ser declarado ganador sobre el ring del Tamiami Park, recuerda que Jairo Espinosa, a quien le había dado la custodia, le pasó el sombrero y él lo agarró con la derecha. Lo presenta de manera triunfal y se lo pone…
Ese día, antes de la pelea, Lora y Espinosa posaron con sombreros vueltiaos, menos la tercera persona de la foto, el también cordobés Hélder Navarro, a quien el suyo le quedó pequeño. Por la noche, Navarro llevó el casete con el porro María Varilla que se escuchó en el Tamiami Park cuando el colombiano subió al cuadrilátero.
Años más tarde, recordando aquella noche en Miami, Navarro, actual Fiscal del Comité Olímpico Colombiano (COC), propuso el sombrero vueltiao para el desfile inaugural de los Juegos Olímpicos de Sidney 2000. Desde entonces, impulsado por otro cordobés, Ciro Solano, vicepresidente del COC, no ha faltado en una delegación nacional. Y menos desde que por la Ley 908, del 8 de septiembre de 2004, el sombrero vueltiao es Símbolo Cultural de la Nación.
En la actualidad, el exboxeador va a Tuchín unas cuatro veces al año. Los artesanos lo identifican como la persona que dio a conocer su arte y en ocasiones le obsequian sus obras, algunas marcadas con 'Happy’ Lora'. Es el lugar donde más se siente ídolo.
Lora ha tenido unos 20 sombreros vueltiaos, sin incluir los que su abuelo materno, Manuel Escudero, le daba cuando de niño iba a ordeñar vacas y a ayudar con los oficios en la finca de Florida, pueblo cercano a Montería. Pero no tiene aquel que lució en Miami. ¡Ni sabe quién se quedó con él! Físico, de aquella noche, además del cinturón, solo guarda los guantes que utilizó y que regaló a Gregorio Díaz, amigo del abuelo. Al morir Díaz, un hijo se los regresó.
Piedad Malluk, su esposa, se ríe ahora, 35 años después, porque ‘Happy' se salió con las suyas y dio a conocer el sombrero vueltiao. Ella, que lo acompañaba en Miami en ese 1985 al lado de Samia, la pequeña hija de ambos, quiso disuadirlo de la idea cuando se enteró del propósito. Pero él decidió seguir con la promesa que había hecho una tarde en el patio de los López.
Promesa cumplida que hoy no pueden celebrar ni los López, ni 'Portalito' Tapia, ni Olascoaga, todos muertos. Con el paso del tiempo, ese juramento se convirtió en proeza, por la internacionalización de la prenda, que ni el propio Gabriel García Márquez –el peso pesado nacional en todos los tiempos– había logrado justo 32 meses antes en Estocolmo, cuando posó con un sombrero vueltiao en los días que recibió el Premio Nobel de Literatura, acompañado de una alegre y caliente delegación colombiana que derritió el hielo sueco.

Vea  también

ESTEWIL QUESADA FERNÁNDEZ
EL TIEMPO
(Publicado originalmente el 11 de agosto de 2015)

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