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Las Cabezas: la hacienda que llegó a tener 70 mil hectáreas y 40 mil cabezas de ganado

El economista e historiador Adolfo Meisel investigó por más de 10 años la propiedad. ¿Qué encontró?

El economista e historiador Adolfo Meissel Roca en la presentación del libro.

El economista e historiador Adolfo Meissel Roca en la presentación del libro. Foto: Cortesía Universidad del Norte

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El nombre de la Hacienda Santa Bárbara de Las Cabezas aparece dentro de la historiografía del Caribe colombiano gracias al trabajo apasionado y acucioso del historiador y economista Adolfo Meisel Roca alrededor del más grande emporio ganadero de la región y, tal vez, del país, a lo largo de más de dos siglos.
Durante más de una década, Meisel, rector de la Universidad del Norte de Barranquilla y exmiembro de la junta directiva del Banco de la República, se dedicó a investigar sobre este eje económico y cultural de los costeños.
Revisó documentos históricos, hizo entrevistas, viajó a pueblos y veredas de los departamentos de Bolívar y Cesar, consultó libros, artículos, estatutos, analizó mapas, cartas, testamentos, documentos sobre demandas judiciales, y hasta se adentró en las ricas anécdotas de juglares del folclor vallenato.
“Tengo la certeza de que este libro me ha estado buscando durante años. Ahora pienso que me llevó por caminos en donde me encontré con pistas que me parecían frutos del azar y no del rompecabezas histórico que se estaba armando ante mis ojos”, dice el autor.
Adolfo Meeissel Roca es el actual rector de la Universida del Norte en Barranquilla.

Adolfo Meeissel Roca es el actual rector de la Universida del Norte en Barranquilla. Foto:Cortesía Universidad del Norte

Todo este gran trabajo investigativo, realizado con la paciencia del campesino, como él mismo lo dice, desembocó en el suelo fértil de la historiografía del Caribe colombiano con la publicación del libro ‘Santa Bárbara de las Cabezas’, la gran hacienda del Caribe colombiano 1742 – 1942’, publicado por la Editorial de la Universidad del Norte, que cuenta la formación, desarrollo y colapso de la más grande hacienda ganadera en toda la historia del norte del país.
Fue la gran hacienda del Caribe colombiano por varias razones. Una, sobrevivió durante 200 años en manos de una misma familia. Segundo, su extensión, la cual rondaba las 78 mil hectáreas documentadas, pero otros estudiosos afirmaron que llegó a tener cerca de 100 mil. Y tercero, por su gran cantidad de cabezas de ganado, alcanzando las 40 mil. Son unos volúmenes que no hay en todo el Caribe colombiano”, enfatizó Meisel.

Desde la colonia

La hacienda Santa Bárbara de las Cabezas estuvo ubicada en el sur del departamento del Cesar, donde hoy están los municipios de El Paso, Ariguaní, y Chimichagua, pero sus propietarios eran de Mompox y allí vivieron casi todos hasta los comienzos del siglo XX.
Santa Cruz de Mompox

Santa Cruz de Mompox Foto:Kronos

Por más de dos siglos perteneció a los descendientes de la familia Trespalacios, herederos de los marqueses de Santa Coa, asentados en Mompox, consolidada como la segunda población del Caribe neogranadino. Aquí se hacían tantos negocios como en Cartagena, lo cual atrajo la atención de inmigrantes españoles y criollos, esperanzados en conseguir riquezas.
En ese momento Mompox llegó a albergar la mayor cantidad de nobles en todo el virreinato: dos condes y cuatro marqueses, y uno de ellos fue el fundador de Santa Bárbara de las Cabezas: Juan bautista de Mier y la Torre, primer marqués de Santa Coa.
Meisel en su investigación subraya que la hacienda fue impactada por los grandes hitos históricos y económicos de la región, tales como la Independencia, el auge exportador a Panamá y las islas del Caribe a comienzos del siglo XX, las tomas de tierras por los campesinos a partir de la década de 1970 y la fuerte presencia de la guerrilla en las zonas rurales desde la década de 1980.

Cuna de acordeoneros

En la hacienda Santa Bárbara de las Cabezas había cientos de trabajadores, entre vaqueros, esclavos e indios. Muchos no salían a los pueblos vecinos y su tiempo de entretenimiento lo pasaban en este sitio disfrutando su naturaleza y en celebraciones con sus compañeros de trabajo.
Esta situación permitió que se diera un mestizaje entre los ritmos africanos, los negros esclavos fabricaban sus tambores con los cueros de las vacas e instrumentos alemanes como el acordeón que ya se paseaba por estas tierras, y la guachara indígena.
La unión de estos sonidos fue lo que dio como resultado la explosión de un ritmo propio que hoy conocemos como el vallenato, y que hace parte de una de las riquezas folclóricas de muchos pueblos norte del país.
El gestor cultural Álvaro Castaño Castillo (izq.), observa con iración al juglar  Alejo Durán mientras toca su acordeón.

El gestor cultural Álvaro Castaño Castillo (izq.), observa con iración al juglar Alejo Durán mientras toca su acordeón. Foto:Archivo EL TIEMPO

De todas las personas asociadas con la historia de la hacienda, la más célebre es Alejandro Durán Díaz, acordeonero y compositor, que marcó la historia del folclor vallenato.
“En las primeras décadas del siglo XX, la vida económica y social de la población de El Paso giraba alrededor de Las Cabezas. Muchos de sus habitantes trabajan allí y había múltiples encadenamientos entre el pueblo y la producción ganadera de la gran hacienda. El Paso fue uno de los lugares del antiguo departamento del Magdalena, que cobijaba lo que hoy son los departamentos de Cesar, Magdalena”, señala Meisel.
Luciano Fernández Trespalacios se desesperaba tratando de dormir y le mandaba de regalo una a y plata para que dejara de tocar y él poder dormirse
Aquí empezó a trabajar Alejo Durán de niño, repartiendo comida a los trabajadores de la hacienda, luego haciendo oficios en la casa, pasó a corralero y luego a vaquero.
“Cuenta la tradición oral de la familia Trespalacios que siendo Alejo un muchacho, al terminar su faena diaria se dedicaba por la noche a aprender a tocar el acordeón. Al principio repetía una y otra vez la misma rutina. Como vivía en una de las casas de los trabajadores ubicada cerca de la casa grande de la hacienda, Luciano Fernández Trespalacios se desesperaba tratando de dormir y le mandaba de regalo una a y plata para que dejara de tocar y él poder dormirse”.
Con el tiempo, agrega Meisel, los dueños de Las Cabezas se dieron cuenta del gran talento que tenía Alejo Durán y lo apoyaron. Cuando se dividió la hacienda en 1942, a Alejo le tocó trabajar con los Piñeres Trespalacios.
“Fue precisamente por Germán Piñeres que Alejo salió por primera vez de El Paso, pues lo llevó a que tocara en Mompox, en el Teatro Atenas, en 1949. Ya para esa fecha Alejo se había retirado de Las Cabezas y decidió dedicarse a la música, alcanzando un inmenso reconocimiento como acordeonero y compositor”, dice el historiador.

La candela viva

Dentro de las historias que el autor se encontró durante la investigación, se encuentra la que da cuenta sobre el origen de unos de los vallenatos clásicos: ‘Candela Viva’, interpretado por Alejo Durán y el Binomio de Oro, entre otros.
La historia de la canción se remonta al 26 de marzo de 1919, miércoles de Ceniza, cuando por segunda vez en su historia El Paso fue quemado.
Alejo Durán, primer rey vallenato. Se cumplen 100 años de su nacimiento.

Alejo Durán, primer rey vallenato. Se cumplen 100 años de su nacimiento. Foto:CORTESÍA RAFAEL OÑATE Rivero

La intención era controlar las invasiones de colonos en estas tierra pertenecientes a Las Cabezas y para ello los interesados habían traído a un hombre de Mompox llamado Eusebio Ayala.
“Este individuo, apodado ‘Rapelo’ era empleado de una de las principales haciendas. Inició su fatídica misión rociando gasolina por las calles del pequeño caserío... como los paseros no conocían la gasolina y velan atónitos que el fuego avanzaba rápidamente, al fenómeno le dieron el nombre de candela viva”.

El comienzo del fin

La liquidación de la ganadería Las Cabezas, como muchos otros fenómenos, se debió a múltiples causas.
Durante muchas décadas la historia de Las Cabezas quedó solo en el recuerdo, ya que sus dueños nunca se interesaron en participar en política, tampoco en historias, prefirieron seguir en Mompox, un pueblo que se quedó estancado.
La producción es la parte que se verá más afectada con la subida del dólar.

La producción es la parte que se verá más afectada con la subida del dólar. Foto:ARCHIVO PARTICULAR

A fines de la década de 1950, los propietarios de Las Cabezas también se quejaban de que los campesinos robaban la madera para vendérsela al ferrocarril que por esa época se construía entre Ciénaga y el interior del país.
No debía ser fácil el control de una hacienda con una extensión tan grande y donde había zonas de denso bosque seco tropica
“No debía ser fácil el control de una hacienda con una extensión tan grande y donde había zonas de denso bosque seco tropical. Esto se evidencia en que en la década de 1950 un grupo de barranquilleros que participó en una cacería en Las Cabezas se encontró con tigres y venados, como se observa en una fotografía de la época”, narra en el libro Meisel.
El autor reseña, entre otras, las invasiones de colonos, que con el paso del tiempo se incrementaron tras la fundación de la Asociación Nacional de Agricultores Campesinos, luego hubo presencia de la guerrilla de las Farc y el Eln, que generaron amenazas contra la familia.
Además que las nuevas generaciones de propietarios no se interesaron en vivir en la hacienda, prefirieron habitar las lujosas mansiones del barrio El Prado, en Barranquilla, sumada algunas dispuestas internas entre la misma familia, que ya había crecido mucho y decidieron dividir la finca en 1942.
Otro factor que golpeó a la hacienda fue la finalización de la sociedad con Packing House, entre 1921 y 1937, para la cría y levante de ganado los terrenos de las Cabezas, para ser llevado a Coveñas (Sucre) y ser exportado al Caribe, Centro América y en ocasiones a los Estados Unidos.
La construcción de carreteras que conectaban a las sabanas de Bolívar y el Sinú con Medellín principal mercado ganadero para el ganado costeño, fue una estocada para el próspero negocio de la hacienda.
“Con el avance de las comunicaciones por transporte automotriz y la construcción de carreteras la ventaja comparativa de Las Cabezas por estar ubicada cerca del río Magdalena se redujo”.
A esto se sumó, enfatiza Meissel, que la exportación de ganado costeño al exterior perdió competitividad, ya que el aumento de las exportaciones de café revaluó el peso frente al dólar “efecto conocido en economía como ‘enfermedad holandesa’”.
El libro de Adolfo Meissel ha sido presentado en Barranquilla, Mompox, Cartagena y la Feria del Libro en Bogotá.

El libro de Adolfo Meissel ha sido presentado en Barranquilla, Mompox, Cartagena y la Feria del Libro en Bogotá. Foto:Cortesía Universidad del Norte

Para el profesor Santiago Colmenares, Ph.D en Historia Económica, la obra constituye un ejemplo excelente para repensar el problema del desarrollo económico del Caribe colombiano en el largo plazo.
“Es lo que el autor hace en el libro, trayendo a colación los debates historiográficos que se han dado en torno al rol de la ganadería como factor de desarrollo o de rezago en el largo plazo”.
En palabras del docente, es un libro que puede “impulsar una renovación de los estudios sobre la historia de la propiedad de la tierra y de la ganadería en el Caribe colombiano y en el Gran Caribe”.
LEONARDO HERRERA DELGANS
Corresponsal de EL TIEMPO Barranquilla
Escríbeme a [email protected] o @leoher69 

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