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Drogas, un infierno en la calle, pero tiene a sus redentores en Cali
Una fundación para más de 50 consumidores, creada por un caleño que se enfrentó a este laberinto.
En el centro de Cali, hay zonas vulnerables donde llegan recicladores y personas afectadas por la droga. Foto: Juan B. Díaz. EL TIEMPO
¿A quién le gusta ver morir a aquellos ‘parceros’ con espuma en la boca y con temblores en la calle porque tienen una sobredosis? Esa pregunta se la formula Francisco, cuyas grandes ojeras revelan cansancio y su mirada tiene marcada la tristeza. Francisco no deja de tomarse las manos ni de apretar los puños. Cuenta que ha visto morir a muchos amigos en la calle por sobredosis, causada por la droga maldita. En medio de su nerviosismo suelta una jeringa en el andén.
Es uno de los tramos del barrio Sucre, en el corazón de Cali, ese que palpita por el deambular de seres humanos, de cuerpos enflaquecidos, algunos, deseosos por por salir adelante, pero desorientados, arrastrando en sus espaldas el peso de la angustia y la pérdida del sentido de sus vidas.
Francisco sigue ansioso, al tiempo que sus brazos muestran lesiones por agujas en sus venas brotadas. “A nadie de por aquí le gusta la calle. Eso cree la gente, que a uno le gusta esto, pero no. Tener que esculcar entre bolsas de basuras tiradas para vender algo a 2.000, 5.000 o 7.000 pesos y para luego comprar la ‘merca’. Esta droga maldita”, repite. “Ni siquiera se busca vender para comer. Paso días sin hacerlo porque se pierden hasta las ganas. Solo hay una cosa que importa: meter y seguir metiendo, así esto lo lleve a uno a la tumba. Empecé con marihuana, pasé por la cocaína, pepas, y la ansiedad por la heroína se volvieron todo un infierno para mí y para mi familia porque les robaba cosas para seguir comprando. Yo sé y muchos los sabemos: que la droga mata, pero cuando uno se mete en este infierno, se pierden las fuerzas de salir por uno mismo”.
Juan Manuel también dice que su vida ha rodado por todas las drogas, pero su vicio lo concentró en el ‘pipo’, como le dice al alcohol antiséptico.
Añade que su vida también transcurre escarbando la basura que encuentra por las calles de El Calvario y Sucre, que tienen sus zonas de la heroína, para comprar droga. Hasta los 25 años, Juan Manuel tuvo una vida como auxiliar contable en una oficina, pero luego empezaron las fiestas, y llegaron el frenesí y el descontrol por consumir a toda costa.
Juan Manuel tiene los ojos enrojecidos. Dice que en una calle de la ‘H’, en el barrio Sucre, ha visto morir a recicladores y a uno que otro 'parcero' por la droga. No quiere hablar más. Tiene sueño y se aleja caminando hacia el vecino barrio San Pascual, donde está el cuarto del inquilinato que arrendó para pasar solo esa noche. De una larga caminata del día anterior y de escarbar más basuras consiguió los 4.000 pesos de la habitación.
Para José Jáiver Valdiri, hijo de un terapeuta que en el Centro Valle del Lili ayudaba a muchachos con problemas de drogadicción, escuchar estas historias le remueven en su alma y su cabeza, un pasado que fue tormentoso y que lo mantuvo en riesgo de hasta encontrar la muerte.
José Valdiri con su madre, Carmen Coral. Foto:Juan B. Díaz. EL TIEMPO
Hoy, este caleño, de 36 años, escucha estas historias a diario que suman más de 50. Es el mismo número de personas, con edades entre 18 y 65 años, que desde hace cuatro años atiende para rehabilitar en la fundación que él creó, pagando el alquiler en una casa en el barrio Benjamín Herrera, de Cali, con el apoyo de su madre, Carmen Coral, y de otros familiares.
José recuerda bien cómo esa adicción lo llevó a ‘la selva del asfalto’ desde que tenía 16 años, coincidiendo con Francisco en que nadie quiere una situación así, expuestos a todo peligro: a morir asesinados o por sobredosis, o por adquirir alguna enfermedad por el uso de una jeringa contaminada. Dice que le tienen tanto miedo a la calle, pero aun así se enfrentan hasta morir a quienes buscan quitarles la causa de ese infierno que llevan consigo o algunos pesos de la venta del material reciclable. De hecho, según Medicina Legal, entre las principales víctimas de homicidios en el país figuran personas adictas a una droga natural o sintética. Entre enero y octubre pasados fueron asesinados 486 consumidores en Colombia y el Valle es una de las regiones en alerta.
Entre principales víctimas de homicidios en el país figuran personas adictas. Entre enero y octubre pasados fueron asesinados 486 consumidores en Colombia y el Valle es una de las regiones en alerta
“Fue muy duro para mi familia. Muy difícil para mi papá, siendo terapeuta y para mi mamá. Con la droga se termina haciendo daño a las personas que más se quiere hasta que terminé viviendo en las calles. Pero de noche regresaba y dormía en el antejardín de mi casa porque era más seguro estando cerca de mi familia. Cuando ya amanecía me iba otra vez a la calle”, cuenta José.
Recalca que todo este proceso de ayudar a otros también le han permitido encontrar el camino de su redención. “Todo ese infierno empezó fumando marihuana, después pasé a la heroína, después con cocaína”.
“Nadie está preparado para esto. No solo sufre quien consume. Toda su familia por verlo en la calle y pensando que puede terminar muerto. También tuvimos que cambiarnos de barrios por amenazas, pero así como estuvimos con él en las malas, ahora estamos con él en esta recuperación con la fundación”, cuenta doña Carmen.
Para la Secretaría de Salud de Cali, el consumo de drogas implica una atención con prevención, acciones y mitigación de los riesgos, sobre todo, entre la población adolescente. La más reciente Encuesta Nacional de Salud Escolar, del Ministerio de Salud y que fue elaborada por la Universidad del Valle, arrojó que el 16,8 por ciento de los menores encuestados en Cali mostró prevalencia de consumo de drogas ilícitas alguna vez en su vida. Además, Medicina Legal mantiene la alerta por el consumo desde los 13 años.
Maritza Isaza, de Salud Mental y Convivencia Social en la Secretaría de Salud, indica que se hace prevención en 14 instituciones educativas públicas de Cali y también en colegios privados. Anota que en mitigación de riesgos se trabaja con población consumidora, entregándole material de higiene para evitar riesgos de transmisión de enfermedades por el uso inadecuado de jeringas. Se han entregado más de 800 ‘kits’, desde 2015.