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Así se robaron una colección de arte de 3 millones de dólares hace 23 años
Un misterio rodea el robo de 56 pinturas de una casa de Cali.
Las 56 pinturas estaban colgadas en la casa de la historiador Soffy Arboleda. Foto: Archivo Familiar.
En mayo del 2009, Elisa* una reconocida historiadora, volvió a saber de la colección de arte colonial avaluada en más de tres millones de dólares que le fue robada el 20 de diciembre de 1998 de su casa, en Cali.
Un señor con vestuario de empresas de teléfonos me dijo que le mostrara las conexiones del segundo piso, al ir a mostrarle me dijo: nosotros no somos de la empresa, esto es un atraco
Once años después del robo aparecieron tres pinturas de las 56 de Elisa. Estas le fueron incautadas en Nueva Jersey (EE. UU.) a una banda que se dedicaba a robar museos del mundo.
La Policía nunca encontró a los responsables de uno de los robos más grandes de arte religioso en Colombia, que tuvo lugar a las 9:10 de la mañana del domingo 20 de diciembre de 1998, cuando Elisa y su esposo, Alonso*, se encontraban en su vivienda junto con dos de sus empleadas del servicio.
Tocaron a la puerta, eran tres hombres con uniformes de la Empresa Municipal de Cali, venían a arreglar el daño del teléfono que Alonso había reportado el día anterior. Una de las empleadas abrió la puerta.
“Nosotros (Elisa y Alonso) estábamos en el segundo piso y nos dispusimos a bajar para recibirlos. Mi mujer bajó primero, y cuando yo inicié a bajar, el señor me dijo que le mostrara las conexiones del segundo piso; al ir a mostrarle me dijo: nosotros no somos de la empresa, esto es un atraco”, relató Alonso en la declaración que le dio a la Policía ese domingo.
Los delincuentes tenían armas de fuego y apuntándoles les dijeron que no debían gritar. Hicieron subir a todos en la casa al segundo piso y le dijeron a Alonso que llamara al celador de la cuadra para que entrara; cuando entró, también lo subieron al segundo piso.
Alonso relata que uno de los hombres era de contextura delgada, de unos 1,70 metros de estatura, cara larga, tez trigueña y pelo corto. Mientras que el otro era de contextura fornida.
Los delincuentes decidieron amarrarlos para ir a buscar las cosas de valor de la casa. Los encerraron en la habitación principal, que es la más alejada de las ventanas que dan para la calle.
“Con una cinta plástica blanca transparente nos hicieron cruzar las manos y los pies y nos sujetaron con varias vueltas a cada uno y el señor fornido se quedó cuidándonos para que no nos fuéramos a mover, mientras que el más delgado bajó y con otro señor que nunca subió comenzaron a abrir todos los cajones de la casa”, dice la declaración de Alonso.
Como no encontraron nada de valor, le dijeron a Elisa que se iban a llevar los cuadros de la casa y comenzaron a desmontarlos. La familia tenía más de 200 obras colgadas en sus paredes, entre arte religioso, obras del maestro Obregón y varias esculturas.
Estos son algunos de los cuadros que se robaron de la casa de la historiadora. Foto:Archivo familiar.
Elisa llevaba más de 45 años coleccionando las 56 obras que se llevaron, la mayoría era de los siglos 17 y 18, trabajadas en lienzo y cobre con una medida promedio de 29 por 22 centímetros, entre las que se destacan: Nuestra Señora de la Gracia, San Juan Nepomuceno, dos Inmaculadas, dos Vírgenes de Chiquinquirá, la Santísima Trinidad; dos San Ignacio de Loyola, de Vásquez y Ceballos –el pintor más importante de la época de la Nueva Granada en el año 1650–; una Santa Bárbara, dos obras de Alejandro Obregón y uno de María Thereza Negreiros.
Entraron dos hombres más a la casa y comenzaron a quitarles los marcos a los cuadros. Luego de una hora y media, los ladrones les anunciaron que se irían, pero uno de ellos se quedaría afuera de la habitación para vigilarlos.
Al cabo de 20 minutos gritaron para ver si alguien entraba o respondía y, como nadie llegó, el celador sacó una navaja de su cinturón y echándose de para atrás lograron romper las cintas para poder llamar a su hija. Cuando entró a la casa vio un desastre, dejaron los marcos tirados. La familia cree que algo pasó y se tuvieron que ir antes de tiempo porque había obras que estaban descolgadas que no se alcanzaron a llevar. No sacaron ni una sola escultura.
El teléfono que estaba dañado se arregló justo minutos después de que salieran los ladrones de la casa.
Llamaron de inmediato a la policía para hacer el denuncio; esta llegó con un cuerpo de agentes especiales para tomar las huellas en la casa.
Al caso fueron asignados un detective y un par de agentes de policía. La primera hipótesis que manejaban era que podía ser algún pedido específico de uno de los grandes capos del narcotráfico, que por esa época estaba en sus días más álgidos.
“Una semana después del robo encontraron cuatro cuerpos dentro de un carro en la vía Cali-Buga y los policías dijeron que estaban convencidos de que era la gente que había realizado el robo, pero que seguían investigando”, relató el familiar de Elisa.
La familia hizo una denuncia a nivel internacional en la Interpol para que encendieran las alarmas sobre un posible tráfico de obras de arte.
Pasaban los días y seguían sin pistas de las obras. Dos meses después del robo no volvieron a arlos los investigadores. Diez meses más tarde los llamó el detective y les dijo que lo habían sacado del caso, pero que era gente “muy dura” la que estaba detrás.
Los periódicos reportaron el millonario robo al día siguiente. Foto:Cortesía familia Vega Arboleda.
“El caso parecía que había desaparecido de toda parte, solo quedaban los recortes de los periódicos que al día siguiente del robo registraron el hecho. No los volvieron a llamar las autoridades, simplemente se esfumó”, cuenta el familiar de Elisa.
Esto devastó a Elisa, quien en ese momento era profesora de la Universidad del Valle y soñaba con dejarle a Cali el legado de arte por el que trabajó toda su vida.
Aunque la familia insistió en que el valor comercial de esta colección era invaluable, la Secretaría de Cultura de la época anunció la donación semanas antes del robo e indicó que el valor era de miles de millones de pesos.
A Elisa la reconocían en la ciudad por su vasto conocimiento en historia y arte, pero también por su generosidad, ya que en cada exposición ella llevaba sus obras de arte para que la ciudad pudiera contemplarlas.
Los periódicos y las revistas siempre buscaban sacarla en sus páginas, incluso su casa fue fotografiada en varias ocasiones y reconocida como una casa de arte.
“Decidieron pasar la página, seguir con la vida, hacerle el luto a las obras y seguir porque su vida estaba en riesgo”, indicó la familia de Elisa.
El 30 de enero del 2010 volvió a recibir un nuevo correo de un investigador, pero esta vez del estado de Florida, indicando que le habían adjudicado el caso; la hija de Elisa le envió una carta detallada con todo lo que había ocurrido en 1998, pero el investigador fue enfático en que solo hasta terminar toda la investigación podía devolverle las obras.
Once años después de ese último cruce de correos aún la familia sigue sin conocer el paradero de las pinturas.
“No son muy fáciles de vender, pero existe un mercado local e internacional de piezas de este tipo. Mientras haya demanda, se traficará. (...) En este momento, el arte colonial no tiene precios muy altos, es más comercial el arte contemporáneo, pero en los noventa seguramente sí estaba bien cotizado porque hubo una decena de robos en 11 años”, indicó la directora del Museo Colonial, María Constanza Toquica.
La directora agrega que lo que más se robaba era la platería, dado que se podía fundir; sin embargo, las demás piezas eran vendidas en anticuarios.
Elisa murió en el 2018, veinte años después de albergar la ilusión de volver a ver sus obras; murió dejando un legado de arte en sus alumnos y en el pueblo caleño, pero con el sueño frustrado de poder dejarles la casa museo que quedó con las paredes vacías esperando.
“Elisa tenía un lazo muy fuerte con cada una de sus obras, contaba cómo había conseguido cada una de ellas. Era considerada una de las más grandes colecciones de arte religioso del país. Ella recorría los rincones del país buscando sus obras, a donde fuera iba y así recolectó las más de 200 obras, de las cuales le arrebataron 56”, relata su familiar.