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El día en que el departamento de Boyacá le declaró la guerra a Bélgica

La venganza de un gobernante boyacense por un amor fallido fue una declaración de guerra.

El conflicto invisible duró 121 años, hasta que un armisticio fue firmado.

El conflicto invisible duró 121 años, hasta que un armisticio fue firmado. Foto: Banco de la República / Ministerio de Cultura

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No muchos conocen la historia de un conflicto que se libró silenciosamente durante 100 años entre el entonces Estado de Boyacá y el ahora país del primer mundo, Bélgica. Lo que parecía ser el final de la tierra de la papa, el cocido boyacense y la carranga, terminó convirtiéndose en una de las anécdotas más memorables y divertidas en la historia del país.
Solo hizo falta un amor no correspondido, un mandatario despechado y una misiva de guerra fallida para protagonizar una de las guerras más largas y absurdas de todos los tiempos. Ni una sola bala, ni una mínima gota de sangre dejó esta historia en la que la venganza y la retaliación fueron los ingredientes principales.
Yendo al psicólogo, pasando la página o simplemente llorando hasta el cansancio es como muchas de las personas en la actualidad hacen frente al dolor embriagador y a la pérdida inconmensurable que supone separarse de un amor. No obstante, José de los Santos Gutiérrez es la prueba viviente de que siempre se puede ir un paso más allá y lidiar con la tusa declarándole la guerra a un país europeo.
Al parecer el político y militar colombiano quiso tomarse muy a pecho los votos matrimoniales que nunca pudo recitar en el altar y bajo la premisa de ‘hasta que la muerte los separe’ decidió luchar por un amor imposible. ¿Habrá valido la pena arriesgar su vida y la de todo un país por un romance condenado al fracaso?

¿Quién fue José de los Santos Gutiérrez?

Nacido el 24 de octubre de 1820 en el municipio del Cocuy, Boyacá, José de los Santos Gutiérrez fue un estadista, político y militar que llegó a la Presidencia de Colombia en el año 1868.
Hijo de Ignacio Gutiérrez y María Prieto realizó sus estudios primarios en El Cocuy, mientras que su educación secundaria la llevó a cabo en una institución en el municipio de Tunja. De allí ingresó a la Universidad Central en Bogotá, la cual le brindó la oportunidad de sumergirse en el multifacético universo de la jurisprudencia y de formarse como el reconocido político en el que se convertiría.
Fue presidente de Colombia entre 1868 y 1870.

Fue presidente de Colombia entre 1868 y 1870. Foto:Banco de la República de Colombia

Con tan solo 20 años de edad tuvo que enfrentarse cara a cara con la crudeza de la Guerra de los Supremos, no obstante, fiel a sus ideales liberales tomó rápidamente la decisión de desviar su camino y enlistarse en la guerilla, en la que no solamente aprendió tácticas de combate sino también se hizo merecedor de una gran lista de triunfos.
Quizá uno de los momentos más emblemáticos de su vida se dio en 1868, cuando con el apoyo del expresidente Murillo Toró logró lo inimaginable: llegar a la presidencia tras vencer a tres de sus contendores políticos.
Pese a que su mandato fue corto, pues duró tan solo dos años, son muchos los logros que se le atribuyen. La apertura de la navegación por el Río Magdalena, la mejoría de las redes telefónicas nacionales y la construcción de una red telegráfica submarina son solo algunos de los proyectos que dan cuenta de su esfuerzo, dedicación y compromiso con la patria.
Aunque es mayormente recordado por su espíritu guerrero y su vehemente fidelidad hacia el Partido Liberal, muy pocos tendrán presente ese oscuro momento de su vida en el que puso en jaque la seguridad del pueblo colombiano, cuando el desamor tocó a su puerta y le ganó la partida.

La guerra por un amor condenado al fracaso

Hay quienes describirían la trayectoria política y militar de José de los Santos Gutiérrez como impecable. Con un cúmulo de victorias a su espalda, nadie podría llegar a creer que el hombre nacido en el ‘remanso de paz’, como también es conocido el Cocuy, le declarase la guerra a uno de los países más fuertes en materia económica, política y armamentística.
Era tan solo un joven cuando fue enviado a Bélgica como parte de una importante delegación colombiana, cuyo principal objetivo era estudiar leyes y conocimientos generales en el país del noroeste europeo. Sin embargo, la vida a menudo trae planes insospechados y lo que él no se esperaba era que el amor estaría aguardando a 8. 817 kilómetros de su hogar.
Josefina y José se conocieron en la Universidad de Lovaina, Bélgica.

Josefina y José se conocieron en la Universidad de Lovaina, Bélgica. Foto:iStock

Josefina sería la mujer que durante mucho tiempo invadiría sus pensamientos, dominaría sus sentimientos y doblegaría cada atisbo de lucidez en sus decisiones. Tras conocerla en la ciudad de Lovaina, Bélgica, José no tuvo más remedio que caer rendido ante sus pies. Era tanto el amor desbordado y sus anhelos de permanecer a su lado, que las campanas de boda no tardaron en sonar para la entonces feliz pareja.
Tanto en los cuentos de hadas como en la vida real, existen historias de amor que no están destinadas a ser y por el contrario, se encuentran condenadas al fracaso. El romance de Josefina y José no sería la excepción. Con el anuncio del matrimonio, unos nuevos enemigos llegaron para demostrarles que pese a que el panorama a veces se vista de júbilo inmortal, al final siempre estará surcado de dolor, al menos en su caso.
Los padres de Josefina no vieron con buenos ojos la relación entre su hija y el abogado colombiano, por lo que tomaron la drástica determinación de oponerse al casamiento. Sin esposa y con el corazón hecho pedazos, José regresó a Colombia y se convirtió en el afamado estadista, político y militar por el que sería recordado toda la vida.
El tiempo pasó pero su amor por Josefina nunca se marchitó. En su memoria aún permanecían los recuerdos de aquellos momentos que quedaron inmortalizados en su corazón. La venganza y la retaliación surgieron como sus amigos, aliados para el dolor. Así que sin meditarlo mucho, el mandatario boyacense decidió cobrarle su despecho al pueblo de Bélgica.
Con una misiva de guerra enviada en 1867 al país europeo, José de los Santos Gutiérrez pretendía cobrar aquella terrible ofensa hecha en detrimento del amor que tenía con la esbelta, rubia y hermosa ciudadana belga. Sin embargo, la carta nunca llegó, según se dice debido a las ineficiencias del sistema de transporte.
Lo que parecía un inevitable y fatal conflicto internacional, terminó transformándose en una leyenda de la cual hoy en día no existe soporte histórico, pero sí muchas teorías.
Lo cierto es que el 28 de mayo de 1988, un poco más de un centenio después del envío de la misiva, el embajador de Bélgica en Colombia, Willy Stevens, conoció la intrigante historia de la guerra invisible en la que su país estuvo sumido por más de 100 años.
Sin nada que perder y mucho por conmemorar, Stevens decidió celebrar un armisticio simbólico, que a diferencia del hecho original, sí protagonizó cientos de titulares noticiosos a lo largo y ancho del globo.
Al evento asistió el entonces gobernador de Boyacá, Carlos Eduardo Vargas Rubiano y contó con la participación de embajadores de los países de Bolivia, Uruguay, Holanda, Marruecos, Líbano y China, quienes oficiaron como testigos.
Así fue como se dio por terminado este capítulo en la historia de Colombia. Una guerra que no fue, al igual que el amor entre Josefina y José protagonizaron quizá una de las leyendas más controversiales, irresolubles y divertidas del país.

De los rumores a la literatura

La leyenda ha despertado la curiosidad de hasta los más ávidos escritores, como Juan Esteban Constaín, quien en su libro ‘Cartas abiertas’ rescata de manera magistral hechos reales que por sus aspectos inverosímiles casi que rayan la ficción.
En unas cuantas páginas, el columnista colombiano explora la guerra y la paz a través del lenguaje incluyente, los hechos anecdóticos y la cultura epistolar. La historia del día en que Boyacá le declaró la guerra a Bélgica no pudo pasar desapercibida por el escritor payanés, quien decidió incluir el relato de una manera muy particular en su obra.
En entrevista con el diario ‘Criterio’, Constaín explica los motivos que lo llevaron a sumergirse en esta historia llena de delirios, ficción y mucha imaginación.
Alguna vez, buscando sobre el secuestro de Álvaro Gómez, que fue en mayo de 1988, en el archivo de EL TIEMPO, vi la noticia de que un embajador belga en Colombia, llamado Willy Stevens, se había lanzado de manera delirante a hacer un armisticio entre su país y Boyacá. Y en la noticia estaba el relato de un viaje en tren que el tipo había armado a Boyacá con todo el cuerpo diplomático presidido por el nuncio y por un expresidente de la República para firmar la paz. Un absoluto delirio, el surrealismo mágico en toda su expresión”, precisó.
Realidad o ficción, amor o locura, la respuesta quizá nunca llegue a saberse, lo que sí es cierto es que la historia de amor entre Josefina y José de los Santos Gutiérrez perdurará para siempre en medio de rumores, escritos y obras surrealistas como las de Juan Esteban Constaín.

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