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'¡Paremos ya!', el grito en contra del tráfico de fauna
Corantioquia y el Área Metropolitana lanzaron campaña para proteger los animales de la región.
Las aves están entre las especies más apetecidas para el tráfico ilegal. Foto Foto: Guillermo Ossa / EL TIEMPO
La imagen es desconsoladora: un pequeño mono cariblanco aferrado al lomo de un macho adulto que no es su padre. Desde muy joven lo separaron de su madre y ahora busca protección en otro de su especie.
Sin embargo, hay algo en lo que se parece a su protector: los ojos vidriosos que reflejan una profunda tristeza. Ambos sufrieron un destino común, fueron sacados de su entorno para ser comercializados. Ahora se recuperan en un centro de protección para que, si todo marcha bien, puedan volver a vivir en libertad.
Para prevenir escenas como esta, la corporación ambiental Corantioquia lanzó oficialmente, junto al Área Metropolitana, la campaña ‘Paremos ya’, que luchará contra el tráfico de fauna silvestre.
Ana Ligia Mora, directora de Corantioquia, cuenta que la idea es mostrar el lado oscuro de esta práctica ilegal. Explica que, si bien ha habido campañas para prevenir este flagelo, no tenían la contundencia necesaria.
Antes, dice, se utilizaban fotos de jaguares o primates a los que la gente calificaba de ‘hermosos’. Entonces, paradójicamente, tenían un fin contraproducente: la gente deseaba tenerlos como mascotas.
En una de las nuevas piezas gráficas, por ejemplo, aparece un chigüiro con un ojo herido. Detrás hay una historia de maltrato: el animal, en vez de estar en su hábitat, se encontraba entre humanos cuando fue golpeado con un palo. A causa del ataque, además de perder el ojo, sufrió fractura cerebral.
Ellos pensaban que la tenían bien, pero no es así. Para estos casos necesitamos de los ciudadanos, que nos alerten ante estas situaciones para que podamos tomar acciones
“Lo importante es que el mensaje llegue a todos los ciudadanos, en especial a los que viven en las zonas rurales más apartadas. Se trata de lo siguiente: por más que consideren que mantienen bien al animal, este no tiene por qué estar entre humanos, ese no es su ambiente”, manifiesta Mora.
En eso consiste la tesis formulada entre el Área Metropolitana y Corantioquia. Los animales silvestres deben estar en su entorno no solo porque sacarlos de él es un maltrato, sino también porque esto conlleva un deterioro ambiental.
Mora pone un ejemplo: el oso andino, al caminar por los bosques, ayuda a llevar semillas y fertiliza el ecosistema. “Hemos visto casos de primates a los que les ponen ropa y les dan hamburguesa. La gente tiene que entender que el hecho de alimentarlos no es tratarlos bien, ningún animal silvestre debe estar fuera de su ecosistema”, expresa.
Una vez loa aimales pueden ser recuperados, son liberados en su hábitat. Foto:Guillermo Ossa / EL TIEMPO
Eugenio Prieto, director del Área Metropolitana, resalta que el reto de la campaña es que las personas tomen conciencia sobre lo perjudicial que es el comercio de fauna silvestre. Añade que las autoridades municipales y departamentales han recuperado 22.000 animales en los últimos tres años. El 80 por ciento de ellos se debe a entregas voluntarias por parte de los dueños.
Entre los más comunes se encuentran aves, monos cariblancos, zarigüeyas, iguanas y boas. “Lo importante es que poco a poco vamos generando conciencia”, destaca Prieto.
Para proteger la fauna de las manos humanas, Corantioquia creó la Red de Fauna Libre. Con esta esperan que ciudadanos del departamento apoyen de manera voluntaria la lucha contra el tráfico de animales silvestres.
Las personas interesadas pueden vigilar sus territorios y denunciar ante las autoridades cuando alguien se está apropiando o tenga en su casa uno de estos especímenes.
Mora cuenta una historia en particular. En el Magdalena Medio había una nutria que, de andar entre humanos, se había desacostumbrado a los de su especie. Vivía más en tierra que en agua, lo que provocó que su cuerpo se deformara. Además, estaba en un lugar entre personas y jugaba constantemente con un perro.
Le daban las sobras de un restaurante (comía fríjoles y chicharrón) y esto causó en ella un sobrepeso desmedido. “Ellos pensaban que la tenían bien, pero no es así. Para estos casos necesitamos de los ciudadanos, que nos alerten ante estas situaciones para que podamos tomar acciones”, anota la directora de Corantioquia.
En el transcurso del año, 590 animales han entrado a los dos centros de rehabilitación que tiene Corantioquia. Se trata de animales silvestres que iban a ser comercializados o estaban ya viviendo con humanos. De ellos, 276 son aves; 156, mamíferos; y 148, reptiles.
Anualmente son unos 1.000 los que terminan en los centros de la corporación autónoma. Mora explica que, más allá de la alta cantidad, es preocupante que muchos de los animales llegan después de años de convivencia con humanos, lo que hace imposible que puedan volver a su hábitat natural.
El caso de los loros, por ejemplo, es dramático: “Podría decirse, así suene raro, que tenemos un ancianato de loros en nuestros centros”, comenta Mora, quien también hace un llamado a los ciudadanos para que entreguen a los animales silvestres que tengan como mascota.
Vamos a decirlo con contundencia: traficar fauna es secuestrar a los animales. Queremos que este mensaje llegue a todos los ciudadanos y tomen conciencia del horror de esa práctica
Para tranquilizarlos explica que no se aplica ninguna sanción para quien voluntariamente entregue el espécimen.
A modo de conclusión de la campaña, la directora de Corantioquia sentencia que sacar a los animales de su hábitat es causarles un dolor solo equivalente al que siente una persona cuando es secuestrada: “Vamos a decirlo con contundencia: traficar fauna es secuestrar a los animales. Queremos que este mensaje llegue a todos los ciudadanos y tomen conciencia del horror de esa práctica”.