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El médico, pupilo de Héctor Abad Gómez, que sueña con publicar libro
Ha pasado más de 30 años en Concordia, Antioquia, y defiende que lo debe ser un médico de pueblo.
Álvaro Aristizábal Pérez compiló lo crudo del sistema de salud en su libro, en 1987. Foto: Jaiver Nieto/ El Tiempo
Álvaro Aristizábal Pérez se presenta como el médico de Concordia, Antioquia. Durante más de 31 años ha aprendido qué es ser médico de pueblo, algo que define como ir más allá de resolver las afecciones de salud; es tener sensibilidad social.
En el pueblo suele ser reconocido, entre otras cosas, por preocuparse por problemáticas como las drogadicción, los problemas de tuberías y la convivencia de un lugar del que no es oriundo, pero al que llegó en el año 1989, para ser el director del hospital.
Con gracia, se define como el peor director que ha tenido el hospital del pueblo, porque junto con dos médicos más le tocaba atender a una población de 20.000 personas, por lo que prefería “atender los pacientes que estar ahí haciendo cuentas de cuánto vale cada ración de la comida del restaurante”.
Completó un año como director y se enamoró de este pueblito cafetero, de alrededor de 21.688 habitantes. En 1990, en la cabecera municipal, puso su consultorio privado, parte del municipio donde viven unas 9.000 personas, aunque también atiende a quienes viven en las 24 veredas.
De todo este tiempo ha aprendido y recordado lo necesario de tener sensibilidad social, que relaciona directamente con la política.
“El médico que no le importe la política para mí no es médico. ¿Cómo curo más personas? Atendiendo una diarrea en el consultorio, que me demoro media hora, ¿o eligiendo el gobernante que ponga alcantarillado? Los grandes problemas de salud se solucionan con los políticos, aunque son muy mentirosos la mayoría, pero uno cumple con hacer el intento y algo se puede hacer”, manifestó con la franqueza que lo caracteriza.
Ese interés por lo social, y desde luego por la política, dice, lo heredó de su mentor, Héctor Abad Gómez, quien editó su libro Confesiones de un médico interno, publicado en 1987, y divulgado justo un mes antes de que asesinaran a Gómez.
Cuando yo hablé con Hector Abad Faciolince, él recordaba esa anécdota, “mi papá a toda hora hablaba de ese libro”. Él se conmovió. De hecho, esto se llamaba era Memorias de un médico interno
Sus relatos surgieron durante su rural, en el municipio de Cáceres (Bajo Cauca antioqueño), donde cada día escribió un diario para desahogarse de las situaciones que evidenciaba. En los momentos de descanso o cuando llegaba a casa, escribía sus memorias, de las que surgió un manuscrito enorme, del que luego depuró las ideas o historias más relevantes, para hacer un borrador de libro.
En su momento, pensó que necesitaba un médico famoso o conocido, alguien de autoridad, que lo me asesorara para publicarlo.
Plaza central del municipio, ubicado en el Suroeste antioqueño. Foto:Esneyder Gutiérrez
“El doctor Héctor Abad había sido profesor mío de salud pública. Ahí en la oficina que tenía por Villanueva (Centro de Medellín), yo lo visitaba con mucha frecuencia para compartir el libro. Todavía tengo el original con las notas de él, y me hizo el prólogo y me lo empezó a impulsar. El libro salió a la edición en 1987, a principio de año y el doctor lo adoptó con su prólogo”, recordó Aristizábal.
El médico recuerda que dos días antes de que Gómez fuera asesinado, dedicó su programa de radio de la emisora de la Universidad de Antioquia, para hablar del libro.
“Cuando yo hablé con Hector Abad Faciolince, él recordaba esa anécdota, “mi papá a toda hora hablaba de ese libro”. Él se conmovió. De hecho, esto se llamaba era Memorias de un médico interno y él fue el que me dijo, Álvaro esto no son memorias, son confesiones, estás confesando cosas”, dijo.
Ser médico de pueblo
Luis Ángel Vélez Correa, quien conoce al doctor Aristizábal desde hace más de 20 años, lo describió como un concordiano más y destacó el significado que este le da a ser médico de pueblo.
“Él es muy buen médico, pero tiene un componente muy importante que es el componente social. En estos pueblos, y en todas partes, los médicos deben ponerse en el lugar de la gente, porque no solamente es un tema de atender un paciente, sino que también detrás de ese paciente hay una historia, unos problemas familiares, la vía, el medio ambiente, todo eso”, explicó.
Y agregó que, pese a su modestia, es una persona muy humana, entregada a la gente, “yo me atrevo a decir que el doctor Aristizábal ha hecho un trabajo que lo debía haber hecho el Estado, y él con sus propios medios lo ha hecho”.
En propias palabras de Aristizábal, hay que entender las problemáticas de la persona.
"El médico de pueblo tiene ciertas características. Yo me mezclo en la política, estoy enterado de todo, soy profesor de inglés y he tenido un grupo de niños allá hace más de 25 años, entonces me le meto en la vida de la gente. En el parque hay tres funerarias y suele preguntar quién se murió. Yo tengo un o directo con el pueblo, la gente me felicita y me hace reclamos", señaló.
Agregó que también conoce la lucha de los cafeteros de cerca, teniendo en cuenta que según la Alcaldía de Concordia, la economía del pueblo depende en un 80 por ciento del café, con unas 7.300 hectáreas, pero es monocultivo, por lo que solo hay empleo en tiempos de cosecha, unos cuatro meses.
"Sé la lucha de los cafeteros, cargando bultos de 80 o 90 kilos, entonces cuando me vienen con un dolor les digo, ¿hermano usted de cuánto está cargando el kilo? Y así por el estilo, entonces me le meto a la gente por ahí, me conozco todas las veredas", agregó Aristizábal.
Destaca, en cuanto al tratamiento médico, y como buen seguidor del psicoanálisis, que hay que preguntarle al paciente por otros asuntos más allá del dolor, para entender lo que tiene, además de hacerle seguimiento después de la consulta, algo que destaca, están haciendo algunas entidades actualmente a raíz del covid-19.
Así también lo ven su esposa Gladys Ortiz, con quien llegó al pueblo, y sus hijas Oriana, Rosa Manuela Aristizábal, Juliana y Ana Marcela Aristizábal que se criaron viendo a su padre ser el médico del pueblo, y escuchando sus anécdoctas.
Precisamente una de las historias más crudas, que una vez escucharon como anécdota, quedó plasmada en un libro, que hoy sueña publicar y que refleja la vida de una mujer atrapada en el cuerpo de un hombre, en un municipio que aún es tradicionalista. Fue paciente de Aristizábal.
“Es un libro increíblemente actual, muy crudo, real, que tiene la voz de su protagonista, sus sueños, sus miedos, sus historias. Narra cómo la trata la gente, cómo fue su infancia, el rechazo en su casa por sentirse una mujer siendo un hombre, en una familia muy tradicional, con un papá que ni siquiera lo dejó ir a la escuela. De un momento a otro se siente mujer”, explicó Oriana Aristizábal, que por estos días además de hija, hace las veces de editora del libro de su padre, para que el escrito quede listo para ofrecerlo a una editorial.
Aunque esta es la pieza que sueña publicar ahora, no es la única que viene cocinando. Otra es Médico de pueblo, donde narra la importancia de lo social.