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El paisa que ganó premio nacional por estudiar la economía del crimen
Santiago Tobón fue reconocido por su investigación para enfrentar el crimen organizado en ciudades.
“Eran personas muy sanas y trabajadoras”, contó uno de sus familiares. Foto: iStock
El economista, docente, investigador y director del Centro de Investigaciones Económicas y Financieras (CIEF) de la Universidad Eafit, Santiago Tobón Zapata, obtuvo el premio Juan Luis Londoño de la Cuesta 2020.
La fundación, que rinde homenaje al economista y político Juan Luis Londoño, exministro de Protección Social que murió en un accidente aéreo en el 2003, concede cada dos años este premio a un colombiano menor de 40 años que impacte el bienestar de la sociedad por sus aportes en investigación, diseño o implementación de políticas públicas.
Pensar en soluciones para enfrentar al crimen organizado requiere investigar cómo se organizan las pandillas, cómo reclutan niños, si las personas tienen posibilidad de salirse de esos grupos, cómo pagan salarios y qué tan probable es que alguien muera o ascienda. Esa es parte de la agenda investigativa que le mereció al eafitense Tobón dicho premio.
¿Cómo se estudia la economía del crimen y cuáles son las particularidades de Medellín?
Hay cuatro asuntos que tratamos de comprender del crimen organizado en la ciudad. El primero es el fenómeno denominado ‘gobierno criminal’.
En teoría del Estado hay tres funciones básicas: prestar servicios de seguridad, istrar justicia y cobrar impuestos.
En muchos barrios de Medellín, combos cumplen esas tres funciones y queremos entender por qué ocurre, qué tipos de consecuencias trae para la ciudadanía y qué puede hacer el Estado para contrarrestar esto.
Lo segundo es la estructura, la organización industrial del crimen organizado. Cuántos son, cómo se relacionan entre los distintos grupos.
Nosotros tenemos censados 350 combos en Medellín. Encima de ellos hay unas súper estructuras que son entre 15 y 20 y tienen cierto tipo de relación con los combos de abajo y entre ellas. Buscamos conocer cuáles son los salarios, las posiciones y funciones en los grupos, qué tan probable es que alguien ascienda.
Lo tercero tiene que ver con el proceso de reclutamiento. Estimamos que hay entre 8.000 y 12.000 en los combos y el ingreso a ellos toma, generalmente, entre cuatro y cinco años en los que se empiezan a acercar, a hacer cierto tipo de favores, de pronto consumir algo de droga y eso los va llevando a ser .
Es un proceso que ocurre desde los 11, 12, 13 años. Estamos tratando de entender cómo funciona ese proceso, qué pasa por la cabeza de los chicos, qué tan probable es que hagan una actividad legal.
Y el cuarto tiene que ver con el uso de la violencia. No es un secreto que gran parte de la violencia en Medellín la regulan los combos y cómo lo hacen es una pregunta muy importante.
Hoy el Estado es más capaz y les manda señales cuando se dan casos de violencia. Antes no llegaban de esta manera. Entonces, también queremos mirar qué puede hacer el Estado para bajar la violencia sin sacrificar la legitimidad y delegarles el control a los grupos criminales.
Tobón, en su trayectoria académica ha sido también estudiante doctoral e investigador posdoctoral de la Universidad de Chicago. Foto:Cortesía Eafit
¿Cómo han recopilado la información?
La información cuantitativa no es suficiente. No es suficiente coger datos de denuncias o tasas, cantidades de homicidios. Eso te cuenta solo una parte de la historia.
Nosotros estuvimos un año y medio entrevistando a muchas personas, de la comunidad, para tratar de entender cómo funciona el crimen organizado y nunca obtuvimos respuestas suficientes porque la gente no tiene claridades.
Lo que hicimos fue ir a las cárceles a tratar de encontrar personas que quisieran hablar. Hay quienes se animan y quienes no.
Antes de la llegada de la pandemia, llevábamos cerca de tres años yendo cada ocho días a las cárceles de Bellavista, Pedregal, Itagüí. Esto es una exploración de las formas.
¿Cuáles considera que son los alcances de esta investigación, sobre todo con respecto al reclutamiento de niños?
Digamos que hay dos fases en este trabajo. La primera es que queremos entender mejor. Llevamos mucho tiempo diseñando instrumentos para hacer encuestas a los niños porque esto es realmente muy difícil. Si yo me siento con un niño y le explico el proyecto, él probablemente me va a tratar de decir lo que él cree que yo quiero escuchar.
Entonces, la disminución de esos sesgos es un reto grande. Estamos esperando entrevistar al menos 2.000 niños, con un énfasis especial en los que creemos que están en mayor riesgo de ingresar a un grupo.
En la segunda fase, que probablemente viene en el segundo semestre de este año o en el próximo, queremos hacer intervenciones dirigidas a reducir el reclutamiento de niños por parte de grupos criminales.
Parte de esta fase vamos a tratar de explorar qué puede hacer que ellos cambien las decisiones, que miren cuáles son las oportunidades en el mercado laboral, qué tan probable es morir o ir a la cárcel si están en un combo, porque quizás ellos subestiman esta posibilidad.
¿Qué es lo más retador para las istraciones municipales en relación con el control del crimen organizado en Medellín?
Hay un reto grande y es ir a las causas raíz de estos problemas y tratar de repensar cuáles son los instrumentos de política pública para utilizar.
Encarcelar no es siempre la mejor opción. Uno va a las cárceles y piensa que es absolutamente imposible que alguien se resocialice. Lo más probable es que termine reclutado, si no era miembro de un grupo. La gente ni siquiera cabe en las cárceles ni en las estaciones de policía de Medellín.
El gran reto es tratar de disminuir la violencia sin cederles legitimidad a los grupos criminales, pensando alternativas de políticas públicas más exitosas. Que no sé si existen hoy. Hay que diseñarlas.
Yo creo que la política pública se está agotando en el sistema de justicia criminal.