El escritor puertorriqueño Edgardo Rodríguez Juliá es el ganador del IV Premio León de Greiff al Mérito Literario. La distinción se entregará durante la 13.ª Fiesta del Libro y la Cultura
Este escritor ha explorado en sus obras asuntos relacionados con la música, la pintura, la gastronomía, el béisbol, las transformaciones urbanas, la política colonial y neocolonial, y la literatura misma. “Tuve, desde siempre, el gusto y regusto en lo propio, la curiosidad para explorar mi realidad caribeña en toda su diversidad (…) La autenticidad del Caribe reside en ser un lugar de encuentros y despedidas, porque a la vez que tenemos una cultura de gran originalidad, nuestro destino ha sido, tantas veces, la emigración. En mi novela Cartagena, la acción comienza en una playa de San Juan, se muda a Cartagena de Indias y termina en un loft de Soho, en Nueva York. Somos la raza cósmica, y más que la raza cómica—como dijo un crítico literario puertorriqueño—, somos la raza tragicómica”, manifiesta Rodríguez Juliá.
El Premio León de Greiff al Mérito Literario es posible gracias a una alianza entre la Secretaría de Cultura Ciudadana de la Alcaldía de Medellín, la Universidad Eafit y el Grupo Argos y sus empresas Argos y Celsia, quienes apoyan el reconocimiento. El poeta venezolano Juan Calzadilla fue el ganador en 2016, la escritora argentina del género narrativo Luisa Valenzuela fue reconocida en 2017 y el poeta antioqueño Elkin Restrepo se llevó el Premio en 2018.
A propósito del Premio, Edgardo Rodríguez Juliá se refiere a su obra y a sus expediciones.
Tuve, desde siempre, el gusto y regusto en lo propio, la curiosidad para explorar mi realidad caribeña en toda su diversidad
En sus escritos habla de todo aquello que desde la cotidianidad le ha dado vida a la cultura caribeña, ¿en qué momento de su vida como escritor encontró inspiración en estos temas?, ¿escribió antes sobre otros tópicos?
Eso ocurrió cuando cumplí treinta años. Había terminado la trilogía sobre el siglo XVIII puertorriqueño cuando me encontré en un callejón sin salida en cuanto a esa escritura. La había agotado. Entonces escribí Las tribulaciones de Jonás, un libro sobre el entierro de Luis Muñoz Marín, el político más importante de nuestra historia y el arquitecto del Puerto Rico industrial y moderno. Con ese libro descubrí mi voz y una manera de acercarme al entorno inmediato (…) Por años continué escribiendo crónicas a la vez que exploraba la escritura de ficción, aunque ya no desde una orientación historicista.
El descubrimiento de mi voz como cronista fue decisivo en mi desarrollo como cuentista y novelista. Estaba ahora no ante una escritura agotada sino ante una escritura que me incitaba a la exploración formal y escritural. He tenido la libertad de enfocarme en cada libro como una aventura particular, enlazada con las anteriores por un particular temperamento y unos temas recurrentes, pero no por un estilo. Mis libros son parecidos y, a la vez, muy diferentes
Los títulos de sus novelas y de sus crónicas son muy sugestivos, ¿cómo es ese ejercicio de elegir el título que define cada obra?
Siempre pensé que no era muy bueno con los títulos. Con los años soy menos severo. Un buen título señala el asunto de que trata el libro y a la vez sugiere su significación, ya sea mediante la ironía o alguna insinuación metafórica (…) Trato de que mis títulos sean sugerentes, plurivalentes, como la mejor literatura
Como cronista, ¿qué les diría a esas nuevas generaciones de periodistas que sueñan con escribir en tono narrativo?
No pierdan de vista el reportaje, narren lo que ocurrió en todos sus detalles. A la vez reflexionen sobre lo que están viendo; esto relaciona el reportaje periodístico con el ensayo; no se olviden que, al describir situaciones y caracterizar esos personajes del acontecimiento, deben hacerlo como novelistas y cuentistas, es decir, evitando la caricatura, siempre insinuando con la gestualidad la vida interior y el drama de lo acontecido.
Es importante caracterizar la muchedumbre, solo entonces ir a los rostros particulares, como ocurre en las pinturas de Brueghel. También hay que desarrollar un temperamento, una voz y un ego fuertes que resulten convincentes, a mitad de camino entre el filósofo y el flâneur
Y, como escritor, ¿qué ha sido lo fundamental para usted, en su proceso creativo?
“Encontrar una voz requiere paciencia y también suerte. Empecé evocando voces ajenas, como la de Borges, Cavafis, Carpentier, Lezama, García Márquez en su ambición totalizante. Encontré mi voz con las crónicas de actualidad. Esa autenticidad de voz y temperamento no se logra imitando, tampoco leyendo. Se logra indagando en esa relación particular y posible que cada talento literario tiene con su propia escritura (…) Este es un proceso muy íntimo, que implica suerte, lo mismo que el talento para reconocer la propia voz, el sonido particular de mi instrumento literario”.
El jueves 12 de septiembre, a las 6:30 p. m., se realizará la ceremonia de entrega del Premio León de Greiff, en el Auditorio Parque Explora.
Para un autor cada libro es importante porque significa algo en su vida y en su obra, pero ¿hay alguno que quisiera mencionar especialmente?
Sol de medianoche es una novela policial que considero mi incursión en el Arte con mayúscula de la novela. Casi todo cayó en su sitio en esta novela que es sobre el litoral de San Juan, la playa de Isla Verde, con sus personajes estrambóticos y su ambiente callejero. Es una novela existencialista colocada no en una playa argelina sino en una playa caribeña. Con ella gané en Venezuela el Premio Francisco Herrera Luque
Este año, las Expediciones son vitales en la Fiesta del Libro y la Cultura. En su concepto, ¿por qué todos somos expedicionarios?
Somos expedicionarios porque nos atrevemos a la curiosidad que la vida incita. Afortunadamente he tenido el privilegio de escribir en los tres grandes momentos de la vida: de joven, cuando subía la montaña, fui puro músculo y energía en la escritura; se me hacía difícil ver lo cercano con mi ambición panorámica. En la medianía comencé a ver lo cercano, pero con excesiva ironía. En esta infancia de la senectud, ya cercano a la cima de la montaña, puedo ver lo panorámico y, al mismo tiempo, fijarme en lo cercano cariciosa y sutilmente—como quien busca las grietas y sinuosidades en la piedra, el vaivén rizado en las olas—, más con empatía, y hasta amor, que con sarcasmo
Somos expedicionarios porque nos atrevemos a la curiosidad que la vida incita
¿Qué libro está leyendo por estos días?
Estoy leyendo Stoner, de un autor norteamericano casi desconocido, John Williams. Es de lo mejor que he leído en mi vida. Anteriormente, disfruté Largo pétalo de amor, de Isabel Allende. Stoner, lo mismo que Jude the Obscure, de Thomas Hardy, trata sobre la ambición de ser profesor universitario, mi renuente oficio de treinta y dos años
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