Después del mediodía del 20 de marzo de 2020 a la Casa la comenzó a habitar un nuevo invitado que poco frecuentaba por allí: el silencio.
Las exposiciones de arte fueron desmontadas para que no se llenaran de polvo y, en su lugar, quedaron las blancas paredes. El auditorio, la oficina, el salón de ensayos y las cabinas de internet fueron quedándose solas, oscuras y aseguradas con candado.
Dieciocho años habían pasado siempre abiertas, iluminadas y habitadas por los s y amigos de La Casa Centro Cultural, que antes era más conocida por los paisas como Cabinas.
Desde septiembre del 2002, esta casa de cerca de 300 metros cuadrados, construida hace 100 años, había estado abierta durante las 24 horas, todos los días. Sin embargo, por la pandemia del covid-19 sus puertas tuvieron que cerrar de manera obligatoria.
“Nos sentíamos como desconectando una persona. Al final de la tarde ya solo quedábamos cinco personas. Recuerdo que en un momento nos encontramos en las miradas y fue sentir que estábamos cerrando un espacio que se mantenía vivo”, narra Sebastián Ruiz, director cultural de La Casa Centro Cultural.
Había estado abierta durante las 24 horas, todos los días. Sin embargo, por la pandemia del covid-19 sus puertas tuvieron que cerrar de manera obligatoria
Esta edificación fue diseñada por Agustín Goovaerts, arquitecto belga que fue responsable además de importantes espacios de Medellín como el Palacio de la Cultura Rafael Uribe Uribe, antigua gobernación.
Esta casa que funciona desde hace ya 18 años como café internet y que hace cuatro decidió ampliarse con una oferta cultural y académica, pareciera que se negara a cerrarse por sí misma.
Juan David Belalcázar, director general de este Centro Cultural, cuenta cómo vivió ese día, uno que nunca pensó presenciar: “Fue muy teso. Un día de mucho silencio. Yo madrugué a comprar unas cadenas gigantes para poder cerrar, porque no había llave y la chapa no funcionaba. Además, cuando nos tocó cerrar la puerta, no sabíamos ni cómo. Una de las rejas ni siquiera encajaba”.
No había llave y la chapa no funcionaba. Además, cuando nos tocó cerrar la puerta, no sabíamos ni cómo. Una de las rejas ni siquiera encajaba
Este lugar está ubicado en la calle Maracaibo, cerca al cruce con Sucre. Cercana al Parque Bolívar, lugar donde hace 100 años asentaban las residencias las familias más adineradas.
Hoy su edificación, que es patrimonio, resiste a las dinámicas de inseguridad del sector. “Hace algunos años empezamos a trabajar pensando en la conservación del patrimonio, pero también en la seguridad. Nosotros funcionamos 24 horas y no tenemos portero, ni vigilancia; empezamos a notar que estos espacios que se abren para las personas son espacios seguros porque están habitados. No creemos que la seguridad sean más policías”, expone Sebastián.
Con este norte, la Casa se había vuelto ese lugar satélite, después de la rumba en el Centro, para esperar a que amanezca mientras las personas disfrutaban de manera tranquila y responsable de una exposición de arte o de tomarse un café, conversar con amigos y fumarse un cigarrillo en el icónico balcón a las tres de la madrugada.
“Este se convirtió en el lugar para esperar que pasara el primer metro o que el sol volviera salir”, declara Juan David.
Este se convirtió en el lugar para esperar que pasara el primer metro o que el sol volviera salir
Con el panorama de la pandemia, los grandes eventos tuvieron que ser aplazados y no cancelados. Por lo menos, así lo esperan sus gestores. Cuentan que no ha sido para nada fácil. El arriendo y los gastos siguen aumentando la deuda y los ahorros solo alcanzaron para cubrir el primer pago de una nómina de un equipo que se encargaba del lugar, durante las 24 horas.
Además, manifiestan, el sector cultural sigue siendo uno de los más olvidados en medio de esta emergencia. “Pensamos en endeudarnos con un crédito, pero los bancos nos respondieron que empresas como las nuestras no les daban garantías de cumplimiento”, dice Juan David.
Los eventos que quedaron para luego y que se realizaron con bastante éxito hasta el año pasado son el festival Entre Lenguas, que se celebraría en abril, para conmemorar el Día del Idioma.
Además, manifiestan, el sector cultural sigue siendo uno de los más olvidados en medio de esta emergencia
También en marzo fue pospuesta la celebración del Día de San Patricio, una idea que nació de escuchar a los amigos de la Casa y que tuvo una buena acogida en su público.
Igualmente quedaron en pausa Casa Abierta, un festival de la diversidad que se celebraría en junio, al igual que Maracaibo cuenta su historia, un evento que estaba para noviembre y que lo que buscaba era “salir y apropiarse de la calle, con la gente”.
Así como lo ha realizado a su interior durante los últimos tiempos, pues además de contar con el servicio de cabinas de internet, para la navegación privada, también es un lugar que se ha vuelto sitio de ensayo y presentación de importantes grupos locales de teatro, danza y canto.
Además, como lo cuenta su director cultural “Es un espacio para las conversaciones de ciudad; cuando surge un tema, acá se hace la discusión y el diálogo”.
Es un espacio para las conversaciones de ciudad; cuando surge un tema, acá se hace la discusión y el diálogo
A pesar de que la puerta ya está un poco entre abierta y están prestando algunos servicios de papelería y navegación, todavía ven su futuro como algo utópico.
“Nosotros vivimos de la gente que viene. Eso nos da fuerza y nos recuerda la misión de seguir en el Centro, luchando por las disidencias. Que sea un espacio donde puedan levantar la voz. Pero la puerta a futuro aún no la tenemos muy clara”, concluyen.
Mariana Posada Moreno
Medellín