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Hace 18 años la guerra golpeó a la Ciénaga Grande
Nueva Venecia no olvidan la masacre de 50 pescadores por las Auc. Esperan la reparación del Estado.
El jueves se cumplieron 18 años de una de las masacres que aún permanece en la memoria de muchos habitantes del Caribe, por la forma como 50 pescadores indefensos fueron asesinados por los paramilitares.
Los familiares de esas víctimas aún esperan la reparación del Estado que, a través de la Policía y el Ejército, los dejó solos cuando la caravana de la muerte irrumpió para asesinarlos sin piedad.
Todos estos años no han sido suficientes para sanar las heridas que la guerra dejó a los habitantes de Nueva Venecia, o El Morro, aquella madrugada del miércoles 22 de noviembre del año 2000.
Ese día el aterrador sonido del tableteo de los fusiles despertó a los pescadores de este centenario palafito enclavado en la Ciénaga Grande, localizado a media hora en lancha de Sitionuevo (Magdalena).
‘La masacre de la Ciénaga Grande’, como se le conoció a este macabro exterminio, provocó el desplazamiento de por lo menos 3.000 familias de pescadores y fue calificada por las organizaciones internacionales de Derechos Humanos, como una prueba clara de la degradación del conflicto armado en Colombia.
Caravana de la muerte
La tranquilidad en que vivían los habitantes de Nueva Venecia fue espantada durante las ocho horas que duró la nefasta visita del Bloque Norte de las Auc.
Ese miércoles 22 de noviembre de 2000, unos 50 paramilitares, cuyo comandante era Tomás Freyle Guillén, alias ‘Esteban’, quien 9 meses antes había dirigido la masacre en Trojas de Cataca, ejecutó a unos 50 pescadores, acusados de robar ganado, cometer atracos sobre la vía que comunica a Barranquilla con Ciénaga, y de colaborar con la guerrilla del Eln.
Jesús Suárez Gutiérrez, un habitante de Nueva Venecia, que reconstruyó lo que pasó y recuerda que la caravana de la muerte subió por el río Magdalena rumbo a la ciénaga. Entró por el caño Clarín y a las 11:21 p.m. llegó al lugar conocido como Kilómetro 13, un pequeño puerto donde los pescadores comercializan el pescado que va a Barranquilla.
“Preguntaron si habían visto algo raro, y luego por seis personas auxiliadores de la guerrilla. Antes de irse mataron a los pescadores José Cruz Romero, Efraín Miguel Benthan Escorcia, Juan de Jesús De la Hoz Martínez y Eder Londoño González, a punta de cuchillo y bayonetas para no hacer ruido, y se llevaron a otros cinco como rehenes para que los guiaran por los caños”, cuenta Jesús quien lleva esas memorias en un cuaderno con la esperanza de que algún día publicará un libro.
Las lanchas llegaron a Nueva Venecia y se dividieron en grupos por el pueblo. Los paramilitares desataron su furia contra el pueblo: “disparaban contra las casas, reventaban puertas a patadas y culatazos de fusil, saqueaban las tiendas, y algunas viviendas; entraron y rompieron todo”, agrega.
dfg Foto:Vanexa Romero
Los dejaron solos
Algunos habitantes aseguran que avisaron a la Policía y el Ejército, pero sólo a las 3 de la tarde un helicóptero que traía una comisión militar llegó a verificar la noticia de la masacre, que ya se escuchaba por todas partes.
Según los testigos, duraron menos de 15 minutos en el lugar. El Tribunal istrativo de Magdalena determinó que el Estado incurrió en graves omisiones al no proteger a la comunidad, pese a la existencia de serias amenazas que indicaban que grupos de paramilitares iban a arremeter, y le ordenó a la Nación pedir disculpas públicas a los familiares de las víctimas de esta masacre.
El 11 de junio del 2013 policías y militares presentaron las excusas, pero los familiares de las víctimas no las aceptaron, al asegurar que los dejaron solos.
Dieciocho años después algunos han regresado a rehacer sus vidas, esperando las reparaciones del Estado, que aún para muchos aún no llegan, pese a las denuncias y demandas istrativas.
Hoy el pueblo intenta recuperar su brillo y alegría de antaño, tratando de superar el doloroso recuerdo que los marcó para siempre, mientras que por los caños y ríos que desde siempre han llegado a la Ciénaga Grande, se escuchan las voces y se dibujan los rostros de todas las víctimas que la guerra le quitó a esta apacible caserío de pescadores que no deja de pensar en la barbarie vivida.