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Las consecuencias que el turismo depredador podría llevar a Cartagena

Expertos señalan que es urgente cerrarla y advierten los peligros del turismo masivo.

El turismo depredador sumado al comercio ilegal  está devastando Playa Blanca. Las autoridades no han sido eficientes.

El turismo depredador sumado al comercio ilegal está devastando Playa Blanca. Las autoridades no han sido eficientes. Foto: John Montaño- EL TIEMPO

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“La situación de los corales y los recursos naturales en la zona insular en Cartagena es tan grave por cuenta del turismo en masa y mal istrado, que a la ciudad le llegó la hora de proteger ya los recursos naturales y plantear otra solución al problema de empleabilidad y pobreza”, dice el ambientalista George Salgado, ante el anuncio del cierre de Playa Blanca, por el caos turístico de esta temporada.
“Cuando se hizo el puente Barú nunca se midió la capacidad de carga de playa blanca, ni la cantidad de desechos que iban a ingresar. La situación cobra mayor gravedad cuando vemos que hay un Parque Nacional involucrado. ¿Qué están haciendo todas la autoridades?”, agrega Juan Armando Sánchez, profesor de Biología de la Universidad de los Andes. “Personas heridas cada 8 días, incluso muertos, son una alerta clara de que allá no hay ningún turismo sostenible”.
La problemática ambiental que hoy vive Playa Blanca ya hace eco en Isla Grande, la isla de mayor extensión de las 27 que conforman el Parque Nacional Natural Corales del Rosario y San Bernardo.
Las comunidades afrodescendientes de la isla que ostentan la titulación colectiva del territorio desde el año 2014, y que hasta ahora han trabajado por un turismo sostenible y han sembrado parte del territorio marino de corales, hoy ven con preocupación la llegada masiva de turismo invasivo.
El Consejo Comunitario de la isla denuncia que no hay control sobre los operadores turísticos, que convirtieron a Playa Blanca y a Isla Grande en lugares de moda de ‘pasadía’.
Por 150 mil pesos, por persona, “negociables”, centenares de turistas son enviados en lancha hasta el punto conocido como Playa Libre, en Isla Grande, un lugar paradisíaco donde los viajeros pasan parte del día, sin control de autoridad alguna.
“En esta zona no hay baños. La gente llega con bolsas repletas de comida, bebidas alcohólicas como latas de cerveza y botellas plásticas, por la tarde se van y dejan las montañas de basura”, señala Ramiro Revollo, líder afro de Isla Grande.
El Consejo Comunitario de la isla denuncia que no hay control sobre los operadores turísticos, que convirtieron a playa blanca y a isla Grande en lugares de moda de pasadía
El otro de los problemas es la cantidad de lanchas y yates con turistas que llegan a las playas que llegan a las islas. Muchas embarcaciones atracan sobre los arrecifes de coral y sueltan el ancla dejando como consecuencia la destrucción de estos sistemas de vida.
Hacer buceo de superficie o Snorkel en los alrededores se convirtió en una actividad riesgosa, pues lanchas repletas de viajeros pasan veloces sobre los corredores marinos, donde están los corales, dispuestos para esta sana práctica deportiva.
“Con la comunidad estamos repoblando y cultivando corales, pero el turismo sin control y operadores turísticos sin capacitación y desconocimiento del territorio destruyen lo que la gente de la isla con tanto sacrificio ha trabajado”, dice la antropóloga Lavinia Fiori.
“El gran problema es que la ciudad está vendiendo un destino natural, que es finito, como si fuera una pieza comercial inagotable”, concluye Salgado.
JOHN MONTAÑO
Corresponsal de EL TIEMPO
CARTAGENA
En Twitter: @PilotodeCometas

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