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Salí adelante aunque me atropelló un tren; usted también puede hacerlo
José Adolfo Herrera quedó sin piernas y un brazo cuando una locomotora casi lo aplasta.
Jose Adolfo Herrera se convirtió en un referente del atletismo, pues participa en competencias de alto nivel en Colombia y todo el mundo. Foto: Tomada de Facebook: Jose Adolfo Herrera Aguirre
No existen las limitaciones, esa es la premisa de la vida de José Adolfo Herrera, un samario de 57 años que se sobrepuso a un accidente al cual los expertos señalan que ni el uno por ciento de la humanidad lograría sobrevivir, que un tren le pase por encima.
En su trabajo la gente lo puede ver de traje y corbata, todo un ejecutivo, por tal razón, creen que es una persona ordinaria de la empresa. Sin embargo, sus hazañas y su vida son extraordinarias. Nadie se imagina, por ejemplo, que bajo esa chaqueta y esos pantalones, solo hay un torso y un brazo llenos de vida y energía.
José Adolfo nació en Santa Marta el 2 de febrero de 1963. Sus primeros ocho años de vida los pasó como los de todos los niños de su barrio, jugando fútbol, yendo al colegio y corriendo de un lado a otro.
Esos casi siete años de correr y caminar se interrumpieron abruptamente en cuestión de tres segundos.
Jose viajaba de Santa Marta hacia Bogotá con su mamá y su hermana en un tren de la empresa Expreso del Sol. Foto:Tomada de Facebook: Jose Adolfo Herrera Aguirre
José viajaba de Santa Marta hacia Bogotá con su mamá y su hermana en un tren de la empresa Expreso del Sol. En ese tiempo, año 1971, era un excelente medio de transporte traído por unos ses a Colombia.
Un tren a vapor de ocho vagones amoblados que conectaban la capital del Magdalena con la capital del país cruzando 956 kilómetros de vía férrea.
Cuando la locomotora transitaba por Barrancabermeja, José, su mamá y su hermana fueron acompañados por una de las empleadas del Expreso a cambiar de vagón. Iban a ir en el segundo.
Ese trasbordo podría asustar a muchos, pues era salir por una pequeña puerta y cruzar un pasillo muy pequeño, que conectaba con la entrada a la otra recamara, en el que se sentía la potente brisa y el ruido de la maquinaria moviéndose a 130 kilómetros por hora. Quizá eso fue lo que sintió José, miedo.
Hoy en día Jose disfruta jugando y practicando todos los deportes que pueda, uno de sus favoritos es el tenis. Foto:Tomada de Facebook: Jose Adolfo Herrera Aguirre
Su mamá cruzó con su niña de brazos, mientras que José era ayudado por la empleada, quien lo sostenía de un brazo.
Sin que nadie lo advirtiera y seguramente sin que se escuchara, el niño se soltó del brazo de la auxiliar del tren y cayó a las vías, desapareciendo de la vista de su mamá y su hermana.
En solo tres segundos toda la vida de José cambió. Más de 28 toneladas de metal a 130 kilómetros por hora pasaron sobre su pequeño cuerpo. El niño gritó de dolor, pero ni siquiera él se pudo escuchar por la potencia de la maquinaria que lo destrozaba.
La locomotora siguió su camino y dejó atrás al niño, quien se desangraba y perdía la consciencia inmovil sobre la tierra caliente de Barrancabermeja.
Fueron 15 minutos en los que José estuvo ahí tirado. En ese lapso, su familia logró que el tren se detuviera, algo nada fácil para una locomotora trabajando a toda su capacidad, a tres kilómetros de donde estaba el niño.
Cuando la gente llegó hasta donde José para socorrerlo, él estaba casi perdiendo la consciencia. Solo recuerda gritos, llanto y que la misma auxiliar que lo estaba ayudando a cruzar de vagón fue quien lo envolvió en una sábana y lo cargó. Hasta ahí llega la memoria de José.
La recuperación
Cuando logró abrir los ojos, ya habían pasado casi tres semanas. Había estado 20 días en coma por la pérdida de sangre. Se miró y se dio cuenta de su nueva realidad: no tenía sus dos piernas ni su brazo izquierdo, los cuales nunca fueron encontrados. Tenía su cabeza bastante magullada, incluso, había perdido casi todo su hueso frontal del cráneo. Si alguien tocaba la piel de su frente, podía sentir algo blando debajo, no un hueso. A día de hoy esa parte de su cuerpo sigue igual.
Él no se enteraba de mucho de lo que pasaba, solo sabía que estaba muy mal y que su vida nunca iba a volver a ser igual.
Jose Adolfo logró subir y bajar la piedra de El Peñol, Antioquia, en solo 25 minutos. Foto:Tomada de Facebook: Jose Adolfo Herrera Aguirre
Los médicos en Barrancabermeja lograron salvarle la vida, pero aseguran que José no murió debajo del tren por cuestión de suerte.
Según Jesus o Aguilera, ingeniero mecánico, probablemente el tamaño de José fue el factor determinante para que sobreviviera.
"Su cabeza y torso, por ser un niño, cabían en la parte interna de la vía, por donde las ruedas no pasan y hay una distancia entre el suelo y la locomotora, lo cual mantuvo sus órganos vitales fuera de peligro", señaló o.
Pocos días después de que despertó, desde Barranca lo enviaron al antiguo hospital infantil Lorencita Villegas de Santos en Bogotá, donde lograrían hacerle varias cirugías para que sobreviviera.
Seis meses después, el proceso debía seguir en un lugar con mejor tecnología médica en ese entonces, por lo cual lo trasladaron al Hospital Militar Central.
Yo jugaba con mis compañeros. No hacía casi goles porque no corría casi nada, pero me divertía mucho
Fue un año y medio que estuvo en el hospital Militar y en ese lapso fue sometido a más de 25 cirugías para reconstruir su cuerpo y lograr adaptar las prótesis que lo iban a ayudar por el resto de su vida.
Su mejoría fue impresionante. De hecho, nunca utilizó muletas, desde que se puso de pie fue solo con sus prótesis y ninguna ayuda más.
Un niño diferente
Jose Adolfo se graduó del colegio y empezó sus estudios de istración de empresas en Bogotá. Foto:Tomada de Facebook: Jose Adolfo Herrera Aguirre
Tras más de dos años hospitalizado, José volvió al colegio para seguir con sus estudios. Iba a sus clases con sus prótesis y le gustaba hacer lo mismo que siempre había hecho de niño, como jugar fútbol.
“Yo jugaba con mis compañeros. No hacía casi goles porque no corría casi nada, pero me divertía mucho”, relata José entre risas.
José aprovechó todo el tiempo que tenía para hacer actividades durante esa época escolar. Jugó fútbol, baloncesto, tenis y hasta béisbol.
Sin embargo, pese a su buena actitud, su felicidad y su ejemplo de lucha pese a las dificultades, no hubo forma de evitar el bullying.
Yo sí sentía que me apartaban y me rechazaban también en muchas cosas, pero me hice respetar ...
“Yo sí sentía que me apartaban y me rechazaban también en muchas cosas, pero me hice respetar y no dejé que eso pasara a mayores y me afectara”, dice José.
Ese “me hice respetar” tuvo un momento determinante, cuando un grupo de muchachos que molestaban a los compañeros de José y a él, estaban agrediendo a una compañera.
No pudo quedarse sin hacer nada y, con el gancho de la prótesis de su brazo izquierdo, le pegó en la cara al agresor. El golpe hizo que el muchacho sangrara, pero desde ese día nadie más volvió a burlarse de él ni a molestarlo.
Sus tiempo en clase, de febrero a noviembre era normal. Sin embargo, cuando llegaban las vacaciones todo cambiaba.
Sus compañeros se iban de viaje o disfrutaban del tiempo libre en casa, pero José no. Él sí viajaba, se iba todas las vacaciones a Estados Unidos, pero iba a hacerse más cirugías para intentar mejorar su salud. Así fue por cinco años, hasta que se graduó de bachiller.
Un atleta extraordinario
Jose Adolfo ha liderado por años proyectos y campañas para que las personas que padezcan alguna discapacidad en Colombia tengan más posibilidades de llevar una vida más cómoda y ajustada a sus necesidades. Foto:Tomada de Facebook: Jose Adolfo Herrera Aguirre
Si bien sobrevivir a que te pase un tren por encima ya era algo increíble, luego vinieron más hechos afortunados para José.
A sus 18 años empezó a estudiar istración de empresas en la Universidad de La Salle, en Bogotá, pero luego se pasó a La Sabana porque debía subir y bajar más de mil escalones diarios y su cuerpo no estaba preparado para ello.
En La Sabana se graduó como de empresas y quizás por el tema de los escalones, fue que José decidió que iba a convertirse en un atleta.
Ya era un hombre y había logrado conseguir trabajo, así que decidió fortalecer su físico. Él le iba a demostrar al mundo que pese a que su cuerpo era diferente y tenía ‘limitaciones físicas’, en realidad era capaz de hacer muchas cosas, incluso más que una persona sin ‘limitaciones físicas’.
Yo practico todos los deportes que puedo porque me gusta y porque me siento capaz de hacer todo lo que me propongo
Su primera maratón fue en Miami, donde corrió 23 kilómetros en poco más de 4 horas contra personas con todas sus extremidades y, de manera increíble, no quedó de último.
De ahí en adelante compitió en muchas otras maratones y en ninguna ocupó el último lugar, siempre compitiendo contra personas sin ‘limitaciones físicas’.
Entre sus múltiples logros atléticos está subir y bajar la piedra del Peñol en 25 minutos, algo que no cualquiera puede hacer. Además, siguió practicando todo tipo de deportes, incluyendo béisbol, un deporte muy complejo debido a la fuerza que se necesita para practicarlo.
“Yo practico todos los deportes que puedo porque me gusta y porque me siento capaz de hacer todo lo que me propongo”, manifiesta José.
Además, su carrera como de empresas también ha recibido reconocimientos, como el Premio Portafolio Empresarial al Mejor istrativo del País y el premio Al Mérito Estrella de la Esperanza.
La vida de José, que ya tiene 58 años, no ha sido fácil, pero de sus dificultades sacó toda la fuerza para mentalizarse en que él no es ningún discapacitado, es una persona normal capaz de hacer lo que sea. Actualmente, él vive solo con su mamá -quien siempre lo ha acompañado- al norte de Bogotá.
“La gente a veces dice: ‘ay, pobrecito’, pero no soy ningún pobrecito, yo soy capaz de mucho. Y mi mensaje es justamente ese, si yo puedo; todos ustedes también pueden”, concluye.
(Esta historia se publicó originalmente en febrero del 2021)