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Camilo Romero, el hombre que quiere derrotar a Petro en su propia cancha

El precandidato habló en BOCAS de sus enfrentamientos políticos y su relación con su padre, ex M-19.

Romero competirá por la presidencia en el Pacto Histórico.

Romero competirá por la presidencia en el Pacto Histórico. Foto: Revista BOCAS

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Camilo Romero solo sabe nadar de espaldas, no come nada que venga del mar y cuando vivió en Caracas, durante su paso como periodista en TeleSur, se sentía demasiado andino en una ciudad tan cálida y caribeña. Sin embargo, el exgobernador de Nariño no es tan andino ni tan pastuso como para comer cuy —su plato favorito es el AM, arroz, carne, papa y maduro— ni, mucho menos, para odiar a Simón Bolívar, algo muy común en esa región de Colombia, por cuenta de la crudeza de las batallas que allí ocurrieron hace más de 200 años.
La edición 113 de BOCAS circula a partir del 19 de diciembre de 2021.

La edición 113 de BOCAS circula a partir del 19 de diciembre de 2021. Foto:Revista Bocas

De hecho, en una entrevista que dio hace un tiempo y ya no recuerda, dijo que el libertador había sido el mejor presidente de Colombia, y bautizó a su hijo menor con su nombre. Esto puede calificarse como un acto profundo de provocación y rebeldía en el departamento de Nariño, algo digno del hijo de un militante del M-19 y una líder estudiantil —a quienes no se refiere como papá y mamá, sino como Cayo y La Leo, respectivamente—, que se atrevió a pintar grafitis en una universidad privada y que saltó a la escena política al fundar un movimiento conocido como Tienen Huevo, en el que les entregaron huevos a personajes desde el expresidente Álvaro Uribe hacia abajo, como una manera de protesta contra la política tradicional.
Dice que el último lujo que se compró fue un iPad y un Apple Watch. En ocasiones habla de “nosotros” en vez de “yo”. Le gusta el fútbol, ha intentado ver quince veces House of Cards, su película favorita es La vida es bella y afirma que salió endeudado de la Gobernación. Se mueve en un Volkswagen Gol y tiene un esquema de seguridad de la UNP. En medio de su campaña para ganar el aval del Pacto Histórico, donde se enfrenta a Gustavo Petro, está viviendo un proceso de separación —“amable”, afirma— con su hoy exesposa Nathaly Cardona, con quien tiene dos hijos.
“Rebelde” puede ser una de las palabras más precisas para definirlo. Tuvo una gobernación marcada por fuertes enfrentamientos con el presidente Duque por el glifosato —cree que esto, en específico, le costó la visa a Estados Unidos—, el paro nacional y una guerra frontal contra el exfiscal Néstor Humberto Martínez: su Fiscalía le imputó cinco cargos por presunta corrupción en contratos de comercialización de cajas de Aguardiente en Nariño. Sin embargo, quizá el enfrentamiento más fuerte que tuvo fue contra su propia familia: su papá, Ricardo Romero Sánchez, quedó elegido alcalde de la ciudad de Ipiales, donde nació, al mismo tiempo que él fue elegido gobernador de Nariño. En esta entrevista habla un poco de su tormentosa relación.
Yo tomé la decisión de vida de nunca militar en un grupo de izquierda. Mi familia se pasó la vida en eso: un tío en el MOIR, otro en la UP, y mi padre en el Eme.
¿Por qué decidió estudiar periodismo?
Me leí el documento de los diez sabios, Colombia al filo de la oportunidad [libro en el que participaron Rodolfo Llinás y Gabriel García Márquez, entre otros], donde decían que esta vaina iba hacia la tecnología, que necesitaríamos ingenieros de sistemas y me metí a estudiar en una universidad de monjas, en Nariño, la Universidad Mariana. A mitad de semestre les dije a mis compañeros que tenían una gran responsabilidad con el país, porque yo me iba a estudiar periodismo.
¿Cómo era usted en el colegio?
Mi rebeldía viene de ahí. La primera tutela en Nariño fue nuestra. Estábamos en grado once y ya quería salir del colegio. Entonces se vino una seguidilla de paros que acompañamos a su inicio, pero llegó un punto en que dijimos “ya está bien”.
Entonces se fue a Cali, a la Universidad Autónoma, a estudiar periodismo…
Yo llegué a vivir a la casa de un tío, camionero, un personaje extraordinario, se llamaba Elpidio. Cuando llegué me dijo “¿qué te trae por Cali?”, le dije que había ido a estudiar y me respondió “cómo serás de bruto, hijito, que te toca estudiar”.
Camilo Romero oficializó su candidatura con la coalición del Pacto Histórico el pasado 17 de noviembre

Camilo Romero oficializó su candidatura con la coalición del Pacto Histórico el pasado 17 de noviembre Foto:Natalia Hoyos

¿Cómo le fue en la universidad?
Aguanté tres semestres como un estudiante normal. Ahí tengo una crisis que me mandó al médico, por una angustia existencial. Yo tuve una niñez un poco álgida; me salté la juventud porque todo lo hice en la niñez. Con mis primos nos íbamos al matadero en Popayán a saltar por encima de las vacas, arriesgando todo. En mi juventud yo no fui de rumbas, me aburrían profundamente. Los amigos en Cali se animaron una vez a llevarme a un bar y me quedé dormido.
Es decir, se sentía un poco fuera de lugar…
Yo estaba encarretado más en una cosa autodidacta y me encontré con un loco como Estanislao Zuleta, que marcó un referente para mí total. Les dije a mis papás: “estamos perdiendo el tiempo, el dinero; déjenme yo me vuelvo autodidacta como Estanislao”, pero terminé con el compromiso de decirles “por ustedes, me comprometo a terminar esta cosa”. Y ahí surgió la idea de rayar paredes de grafitis en una universidad privada. Con diez amigos lo planeamos, pero, a la hora del té, llegamos solo tres y fracasamos. Era un 7 de agosto, festivo, alcanzamos a rayar cada uno un grafiti y nos agarraron, a las tres cuadras nos cargaron en una patrulla, cual guerrilleros. Somos llamados por el rector de la universidad, y es mi primer encuentro con el poder, de tú a tú. El rector se llamaba Luis H. Pérez. El eslogan de la universidad era “no-sé-qué-cosa futuro”, y el grafiti decía “Luis HP eres no futuro”. “No somos tres locos marihuaneros rayando paredes, entre los tres tenemos un promedio superior a 4,5. Y para nosotros el grafiti no es un acto delictivo, sino lingüístico”, le dije al rector y le hablé de Umberto Eco y otras cosas que habíamos aprendido. “Ustedes son estudiantes ejemplares, de allí que el castigo debe ser ejemplar”. Cada argumento me lo devolvía más fuerte, hasta que cometió un error, porque dice: “Manejemos esto con reserva”. Salimos de allí y les digo a mis compañeros “armemos el alboroto más grande que podamos. Si no, nos echan por la puerta de atrás”. Escribí un comunicado, hicimos un volante en el que estaban los grafitis que no habíamos podido terminar, escribí un ensayo sobre el valor del grafiti en la comunicación y recogí firmas de respaldo de más de mil estudiantes, diciendo que ellos pensaban lo que nosotros habíamos dicho, entonces el mensaje era “no jodan a tres, jodan a mil”. Un grafiti había molestado mucho: “Aquí no hay salones, pero sí algunos ladrones”. Y terminé encontrando al que le robaron el carro en el parqueadero, al que le robaron un dinero… Después de esto, convencí a un amigo muy pilo, Rubén Paul Valencia, un líder joven cristiano, para montar un periódico, El Grafito, a full color, con un formato nuevo, con portadas sugerentes. Una era, por ejemplo, un dedo con un condón intentando entrar a una tinta de azul y rojo, de los partidos tradicionales. “Política, una vieja maña que ya no contagia”, fue el titular.
Después de El Grafito vino Tienen Huevo…
Se me ocurrió que debíamos construir un movimiento político irreverente, de opinión política, un movimiento “pollítico”, juvenil y mamagallista. Se necesitaban cincuenta mil firmas, pero solo alcancé a recoger diez mil. El 20 de julio del 2001 llegamos al Congreso de la República, había conseguido unas invitaciones de un senador alternativo para meternos, nos ubicamos detrás de todos los medios de comunicación, en lo que se llamaba “el gallinero”, palabra perfecta para Tienen Huevo. Llevábamos bombas de aire y aviones de la FAP, “Fuerza Aérea Pollítica”, aviones de papel con instrucciones sobre cómo armarlo, doblarlo y escoger el objetivo para lanzarlos. Fue un bombardeo simbólico en el Congreso de la República en el último discurso del expresidente Andrés Pastrana. Cuando él terminó, empezamos con el coro de “Tienen huevo, tienen huevo”. De ahí salimos muy maltrechos, hasta que un representante a la Cámara dijo: “Lo que les pase a ellos, me pasa a mí, me quedo con ellos”. Como movimiento de opinión política teníamos la opción de seguir como un movimiento irreverente o meternos a lo electoral. Y cometí el error de meterlo a lo electoral. El mayor de nuestro grupo era Camilo, que tenía 25 años, no podía ser senador porque la edad era de treinta. Entonces nos quedaba Cámara por Bogotá, se podía con 25 años. Dejamos las universidades, me traje a Bogotá 18 jóvenes del suroccidente del país, dejando familias, novios y novias, y conseguimos de sede una casa en la Séptima con 53 que había sido funeraria durante 35 años y dormíamos en las salas de velación. Esa era la casa más barata porque nadie la quería. La señora que nos la arrendó, cuando iba a recoger el dinero no era capaz de entrar. Nos conseguimos un carrito, un Dacia, y lo convertimos en un huevo móvil, hacíamos campaña en él, la gente nos pitaba. Hasta que llegó el día de elecciones. Salimos con huevos de codorniz, con nuestro número ahí pegado, el 306, y pasó algo muy fuerte: la gente que vota es la mitad y nos habíamos ganado el cariño y la simpatía de la mitad que no vota. Necesitábamos 18.000 y sacamos 4.000. Quedamos fritos. Cambio y pío.
¿Cuál fue la mejor anécdota que les ocurrió en esa casa?
Armando Benedetti tenía la sede ahí al lado, a dos casas de la nuestra. Una mañana vimos que a su afiche le habían hecho bigotes y lo habían dañado. A las tres de la tarde nuestro inflable, que era un huevo gigante de tres metros, estaba en el piso. Habían apuñalado nuestro huevo. Yo creo que Benedetti creyó que los daños de los bigotes habían sido de nuestros muchachos. Yo tengo la teoría de que…
Unos esbirros de Benedetti…
Fueron a hacerle daño a nuestro huevo, que quedó en el piso. Entonces, fui a hablar con Benedetti. Él me dijo: “Yo amanecí así, usted atardeció asá; cuidémonos entre todos”.
Camilo Romero fue el gobernador de Nariño entre 2016 y 2019.

Camilo Romero fue el gobernador de Nariño entre 2016 y 2019. Foto:Natalia Hoyos

¿Qué aprendió de la experiencia de Tienen Huevo?
El mayor aprendizaje fue una conversación que tuve en el Magazín Dominical de El Espectador con Enrique Gómez Hurtado. Prendieron la grabadora y me solté diez minutos en una cobrada histórica por lo de su familia, lo de su papá, lo del Partido Conservador, y en diez segundos don Enrique me despachó. Me dijo: “Mijito, estoy totalmente de acuerdo con usted”. Le dije “somos la antítesis, cómo va a decir que estamos de acuerdo”. Y me argumentó diciéndome: “Cómo será de difícil, mijito, combatir a ese régimen que mataron a mi hermano”. Hoy sabemos que lo mataron las Farc, pero en ese entonces no se sabía. Entonces le dije “quítense, háganse a un lado”, que dejaran que los jóvenes tomaran las riendas del país. Se quedó viéndome y me dijo “Oiga, mijito, ¿a usted no le han contado que vivimos en una democracia? A nosotros tienen que ganarnos”. Me quedó claro que esto es en democracia y que no bastaba con la indignación. Es con votos, jugando en un terreno empinado y nosotros abajo.
Usted describe una escena muy parecida a la Batalla de Bomboná, de Bolívar en Nariño…
Bolívar, derrotado dos veces por Agualongo…
Usted dijo alguna vez que Bolívar había sido el mejor presidente de Colombia. Su hijo se llama Simón. Eso es un sacrilegio para un pastuso…
¿Dónde dije eso?
En una entrevista en El Espectador…
Mándemela. Yo creo que, como San Martín para Argentina, es una tristeza que Bolívar haya caído secuestrado en una estigmatización como la de la Revolución Bolivariana de Venezuela, así como es injusta la manera como llegaron Bolívar y sus tropas a Nariño, en el peor diciembre que ha vivido nuestra tierra y nuestra región por una causa libertaria, a doblegar, atropellar y asesinar. Eso fue la antítesis de la libertad. Y Simón, mi hijo, tiene ese nombre por reivindicar a un Bolívar que debe ser valioso para todos y todas en América Latina y que no puede quedarse en este punto.
Hay una anécdota que usted ha contado entre Simón y la señora del servicio de su casa…
Simón hereda todos los disfraces de la hermana, Guadalupe. Entonces, un día le dio por disfrazarse de Vampirina. Yo llegué a la casa y la señora que los cuidaba estaba un poco preocupada: “Mire, su hijo se está disfrazando de mujer”, me dijo. Y yo le dije, “que se disfrace de niño, niña, déjelo ser libre”.
¿Cómo llegó usted a TeleSur?
Por Juan Carlos Lecompte. Lo conocí en la sede política de Íngrid en la época de Tienen Huevo. Por Lecompte llegué a donde Jorge Enrique Botero, que me pidió mi hoja de vida y le dije que no tenía. Yo aguanté nueve meses en TeleSur. Me habían pintado la idea de un medio de comunicación alternativo para América Latina, pero era más pequeño que Telepacífico, mi referente en Cali. Un día terminé de pelea con Jorge Enrique Botero, por un tema de criterio periodístico. Y había una amiga mutua, Isabel, que era editora del canal y que estaba afuera de la oficina y vio que estábamos peleando. Cuando yo salí me contó que había pasado Pedrito, un tipo joven, pero gigante, e Isabel estaba un poco nerviosa escuchando la discusión. Isabel le dijo a Pedrito “¿por qué no entras y les dices que se calmen?”, y Pedrito le dijo “tranquila, Isabel, ahí no hay 100 kilos peleando, ahí no pasa nada”.
Defina a Petro en una anécdota suya con él.
No la tengo. Puedo definirlo en una palabra, “revolucionario”, pero no tengo una anécdota con él. Yo creo que es más la creación, fortalecida por Angélica Lozano, de decir que “Camilo es petrista”. Yo no tengo ni cómo responderte a una anécdota de esas. Yo con Petro no me veo hace más de dos años.
¿Usted no se considera petrista?
No, yo no hago parte de quienes creen que la acción política es con enaltecimientos personales. Yo le valoro cosas a Gustavo Petro, sin duda alguna, para la democracia, para la pelea de este país, pero vengo de hacer parte del partido Alianza Verde.
¿Cómo se conocieron ustedes?
En el 2010 fui senador electo y decidí acompañar a Petro en la Presidencia. Él fue candidato presidencial por el Polo y yo fui senador del Polo. Conocí a Petro en esa época, quizá en una reunión que hicimos para él en Nariño. A propósito, yo no duré una semana como senador del Polo, por las contradicciones que tenía con políticos tradicionales, así sean de izquierda. Yo tomé la decisión de vida de nunca militar en un grupo de izquierda. Mi familia se pasó la vida en eso: un tío en el MOIR, otro en la UP, sobreviviente de toda la masacre, y mi padre en el Eme. Yo los jodo y les digo “jueputa, no nos falta ningún defecto”.
La segunda votación más alta en la consulta del Pacto Histórico tendrá la opción de ser vicepresidente. Si Petro gana y usted queda de segundo, ¿sería su vicepresidente?
Yo creo que eso será un debate posterior. Nosotros llegamos al Pacto por una invitación y por un contexto del partido Alianza Verde, que no se la jugó a tener candidatura propia. Pero llegamos a competir, a compartir y a construir en el Pacto.
Heraldo Romero, su tío, fue uno de los principales líderes estudiantiles durante los paros de los años setenta así como  concejal en Pasto e Ipiales.

Heraldo Romero, su tío, fue uno de los principales líderes estudiantiles durante los paros de los años setenta así como concejal en Pasto e Ipiales. Foto:Natalia Hoyos

¿Usted ha hablado en persona con Néstor Humberto Martínez? ¿Alguna anécdota?
Nos encontramos en un Consejo de Seguridad en Tumaco. El presidente Duque convocó a cuatro gobernadores —Huila, Valle, Cauca y Nariño— con todo el peso del Estado, fiscal y fuerza pública. O sea: Néstor Humberto, el man que me hizo esa vaina, allí, en la sala. El tema era el paro indígena en el Cauca. Esa fue una absoluta división de criterio con el presidente Duque, que terminó pidiéndome que lo acompañara en la rueda de prensa y yo le dije: “No está ni tibio. Yo necesito resolver un problema para mi gente en Nariño, que está bloqueada por el Cauca, no voy a salir con una parte del conflicto, que es usted. Y menos voy a respaldar una barbaridad suya que, estudiado en el exterior, cree que esto es gobernar con cartilla. Allá fue Uribe, allá fue Santos, a conversar con los indígenas del Cauca, lo que usted se está negando a hacer”.
¿Cómo cree que usted va a salir del tema de la Corte? ¿Tiene fe en que va a salir victorioso?
Defendiéndonos, como corresponde. Como es todo proceso. Con decirle esto: la Fiscalía presentó dos testigos estrella que dicen en sus testimonios que no tienen ninguna prueba en contra mía.
Su primo Andrés Felipe Arango Romero es uno de esos testigos. ¿Qué es lo último que ha pasado con él?
Dice que no tiene pruebas. Ahí hay un contexto. Néstor Humberto convirtió la Fiscalía en un aparato criminal para arrodillar gobernadores para que votaran en el 2018 por Germán Vargas Lleras. Y quien no se arrodilló está aquí, con ustedes, y me tiene en un proceso penal en la Corte. ¿Cuántos negociaron con Néstor Humberto? Habría que preguntarse.
¿Cómo era su relación con ese primo?
Cercana. La expectativa era que él pudiera ser senador del equipo que me acompañaba. Pero hay dos cosas que a mí me molestan: el afán del dinero, porque con el dinero tengo una relación definida desde siempre, nunca he tenido y nunca me ha faltado. Y dos: no soporto la prepotencia.
¿Quién estuvo detrás de su revocatoria de visa? A usted le revocaron la visa estando en la sala de abordaje…
Intuyo quién: Néstor Humberto. Yo iba a la Cumbre Global Ambiental, en Nueva York. Estaba en la sala de espera, la persona del counter me pidió el pasaporte y me notificó que tenía una anotación. Eso se dio en la misma época en que Estados Unidos les revocó la visa a magistrados de la Corte Constitucional que se negaron al glifosato, y mi postura ambiental en contra del glifosato ha sido total.
¿Qué le dijo el presidente Duque después del regaño que usted le dio en medio de un foro en el que tocaron el tema del glifosato en Nariño?
En medio del evento el presidente me dijo: “Pero, gobernador, ¿por qué esto así?”. Yo le dije “presidente, usted me conoce desde siempre”. Tengo una anécdota con él: antes de ese incidente, yo viajé de Bogotá a Nariño con él en el avión presidencial, y me contó que lo primero que hizo cuando llegó al Senado de la República, como senador, fue ir a conocer mi oficina, porque yo monté una oficina abierta, pública y visible, con cámaras web, para que la gente viera lo que hacía y dejaba de hacer desde el Congreso. También monté una rendición de cuentas semanal.
Ya lo dijo usted: un tío en el MOIR, otro en la UP, su papá en el M-19. ¿Cómo es su familia? Usted tiene mamá biológica y una madrastra muy sonada [Miriam Margot Martínez, directora de la Unidad istrativa Especial de Servicios Públicos (Uaesp) durante la Alcaldía de Samuel Moreno Rojas, destituida e inhabilitada por irregularidades en la licitación del relleno de Doña Juana].
Van como varias madrastras. En algún discurso público dije: “Le agradezco a mi padre, que ha sido tan responsable conmigo que me ha puesto varias mamás”. Va como en la quinta, creo.
¿Usted se considera un delfín?
Eso es más para familias como los Galán, los Gaviria. Yo fui hijo de una generación rebelde, e intento una nueva rebeldía, muy distinta a la de esa época, negándome a participar en los proyectos de izquierda tradicionales.
¿Cuánto tiempo vivió usted con su papá y su mamá?
Hasta los cinco o seis años. Tengo muy pocos recuerdos. Luego viví con mi mamá y los abuelos maternos, Benicio, un viejo liberal, gaitanista, y Aurelia, una vieja conservadora. Cuando mi mamá estaba en sus luchas estudiantiles, ella le decía que hacía parte del “Partido de la Bandidez”. A mi mamá le digo La Leo, se llama Leonor Galeano. Ella, conmigo a cuestas, logró terminar economía en la Universidad de Nariño.
¿Qué recuerdos tiene de su niñez con su mamá?
Sobre todo la recuerdo los sábados en la mañana, en la tarea de oficio de casa y su música, que luego me heredó: Silvio, Pablo, Mercedes, mucha música de protesta, salsa…
¿Qué recuerda de los años de su papá en el M-19?
Mi papá se vinculó al M-19 más o menos en 1985, yo ahí tenía nueve años. Con mi madre teníamos un proyecto de vida, que era irnos a vivir a Europa, a Suiza, allá ella tenía una hermana. Estaba todo listo y ocurrió algo que desmontó todo: la tortura y la detención de Cayo. Recuerdo cuando regresó a casa: golpeó la puerta, alguien le abrió, yo lo vi desde lejos, era una casa vieja, había un pasillo gigante, y me le tiré a Cayo a abrazarlo y él completamente adolorido.
¿Qué le hicieron?
De todo. En aquel momento existía el F2 [la policía secreta y judicial de Colombia], que eran los encargados de la tortura. Recuerdo que hablaba de golpizas, encapuchadas, ahogadas…
¿Lo soltaron sin que revelara nada?
Cayo es un tipo inquebrantable. No había manera de que revelara nada. Recuerdo que intentó suicidarse en la tortura.
¿Cómo veía usted a su papá? ¿Como un héroe?
Ausente, distante. Mi cotidianidad era con mi mamá y él era más como un relato, “Cayo estuvo en el monte”, “Cayo está en el Eme”, pero llegaba un diciembre con un regalo. Un juego “4 en línea”, un reloj, que quizá no pudo llevármelo, sino que me lo mandó. Muy esporádico.
Usted ya no habla con su papá. ¿Cuál fue la última frase que le dijo?
No recuerdo, tuvo que ser un saludo. Si buscas en la página de Facebook de la Presidencia la transmisión del 18 de mayo del 2019, ese fue el último día que me encontré con él. En diciembre del 2018 ya habíamos roto y el encuentro fue ya en un ejercicio político como alcalde de Ipiales y yo como gobernador.
¿Pero hubo antes un último encontrón, unas últimas palabras?
Pero antes y antes y antes… Fue un camino de desencuentros, casi que una negación de mi parte. Cuando cuento mis inicios en esta entrevista, sin duda Cayo marcó la esencia y creo que este duelo ha sido de años y que ha quedado resuelto luego de años. Hoy no contemplo ninguna posibilidad de relación ahí.
¿Y con su hermana, Natalia, tampoco?
Sí, igual.
Durante su gestión como gobernador, en 2016, Romero formuló para Nariño un Plan de Desarrollo que fue reconocido como uno de los mejores del país.

Durante su gestión como gobernador, en 2016, Romero formuló para Nariño un Plan de Desarrollo que fue reconocido como uno de los mejores del país. Foto:Natalia Hoyos

Lo que se nota es un poco una saga familiar. En un artículo de La Silla Vacía se cuenta toda la historia, con más de diez fuentes, y dicen, palabras más, palabras menos, que todos sus familiares querían entrar al juego de la política, usted apoyaba a uno, su papá a otro, y por cuenta de eso se empieza a dañar la relación…
Mándeme el link, a ver cuál es. Sin duda, Cayo marcó un camino en la acción política y lo que se dio fueron contradicciones profundas que nos llevaron a romper. Que si a mí me hubiesen dicho “prefiere la política o la familia”, habría preferido la familia. El lío es que estas discusiones se dieron cuando yo era gobernador. No tenía opción.
Cuando usted ganó la Gobernación y su papá la Alcaldía, ¿estaban bien o ya había roces?
No. Yo le voy a dar este dato que no se ha contado: yo lo acompañé a la posesión en Ipiales y él no me acompañó a la posesión en Pasto. Creo que ya es un indicador.
¿Y usted todavía tiene el historial de chats de WhatsApp con él?
No. Aquí debe estar… [revisa el teléfono]
Cuénteme cuál es la última frase en el WhatsApp…
Nada, vacío. Nunca había hecho esto. Y aquí está el otro que uso más, Telegram [revisa el teléfono y el chat está vacío]. Mire, ni siquiera he visto la foto. Este ya no es el número de él, es otra persona. No tengo el número. Cosas que pasan. Te digo: desde lo humano, es intolerable e inisible, pero sucede.
¿Cómo se siente usted a nivel personal con esta situación?
Absolutamente tranquilo de consciencia y corazón y profundamente libre. Hice todo para recuperar el tema familiar y cuando entendí que no había opción alguna, lo que hice fue, tal vez, una tarea de autoprotección. Porque es antibiológico, antinatural y antihumano que no te sientas protegido por quien… Ya es un tema de instinto de protección.
La portada de la edición 113 de BOCAS es Steven Spielberg, la leyenda del cine mundial.

La portada de la edición 113 de BOCAS es Steven Spielberg, la leyenda del cine mundial. Foto:Revista BOCAS

Gracias por leernos. 
POR: Simón Posada.
FOTOS: Natalia Hoyos
EDICIÓN 113. DICIEMBRE 2021

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