Periodistas, presentadores, narradores, expertos y la gente que sale en la tele son muy pobres de palabra: no se les cae una idea y menos una historia.
Esto demuestra que los colombianos somos muy pobres en el hablar con sentido, crear ideas, contar historias.
Podría ser que este evento no tiene flujo televisivo ya que es de una lentitud desesperante o que ha perdido su sentido de lo popular y se ha convertido en un negocio para las marcas y el alcalde y su cohorte de aduladores pagos.
Lo que sí es evidente es que los presentadores del evento se esforzaban por mostrarse alegres, pero no decían nada y usaban las mismas palabras toda la tarde: qué alegría, qué fiesta, que orgullo, qué carnaval…
Y todo era más patético cuando se entrevistaba a la gente participante en las comparsas ya que solo decían “el carnaval es de quien lo vive” y qué que bacanería y orgullo de estar…
Y esto de que a presentadores y a la gente no se les caiga una idea o una historia me hizo ver que es lo mismo que sucede con los periodistas, presentadores, expertos, narradores y comentaristas.
Los periodistas están llenos de frases obvias y siempre las mismas, no se les cae una comprensión, menos una explicación, ni una historia; es más, dicen y repiten conceptos que ni entienden. Su máxima argucia es intentar sinónimos.
Los narradores de fútbol son los más pobres en lenguaje y por eso gritan y gritan para no decir nada y creen que todo lo solucionan con orgullos de adjetivo fácil.
Los analistas de fútbol y política ante la ausencia de concepto se llenan de una retórica de palabras extrañas.
Los presentadores de eventos dicen y repiten durante horas los mismos lugares comunes. Y la gente de la calle o del festival o del partido o del carnaval grita adjetivos.
No es que periodistas, comentaristas, expertos, narradores y la gente seamos mediocres, es que así somos los colombiches: pobres de palabras que resolvemos todo con gritería y adjetivos estruendosos.
Esta pobreza de palabras en la gente de la tele se debe por lo menos a cuatro asuntos: no leemos (o leemos libros de egoayuda) y como no lo hacemos, nuestra riqueza de vocabulario es limitada; no investigamos o preparamos ideas, datos, historias y contextos con lo cual nos quedamos sin nada que decir; no estudiamos, periodistas y presentadores nunca se meten a hacer una maestría, ni a algo que les amplíe sus horizontes de sentido; nuestro marco de referencia son las redes, y nos quedamos en ideas rápidas y desechables.
Tal vez, los colombianos somos la tierra de la bobería de palabras y la gritería como sentido.
Columna El otro lado, por Ómar Rincón, crítico de televisión. Correo: orincon61@hotmail.com
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