Carlos Felipe Montoya solamente necesitó diez minutos para narrar una historia que impacta por su sencillez, a la vez que siembra dudas en el espectador. Las reflexiones y preguntas siguen rondando la cabeza, incluso horas después de finalizado el corto: ¿Por qué una silla es tan importante en el relato? ¿Qué tanto cambian las cosas dependiendo con la óptica y perspectiva que se miren?
“La silla me atrae como objeto por su forma que moldea el vacío de la presencia humana. Ver una silla es como ver la humanidad que falta para completarla. Una silla me habla de lo humano”, explica el realizador acerca de su corto El tamaño de las cosas, con el que por segunda vez está en la Berlinale, que finaliza el domingo.
Seleccionado en la categoría Generation Kplus y compitiendo por el Oso de Cristal en el certamen cinematográfico alemán, 'El tamaño de las cosas' sigue a Diego, quien se encuentra una silla en medio del bosque y decide llevarla a su casa, donde no hay muebles. Pero su padre lo reprende por tomar lo ajeno. La relación del niño con la silla se tornará entre fantástica y tormentosa. Una situación que enfrenta a los personajes y sus decisiones.
“No sé si hablar de simbolismo, nunca he pensado que los elementos de la historia representen otras cosas distintas a lo que son (…) El cine tiene esa potente virtud de ser concreto y material y, al mismo tiempo, tocar otros niveles de la percepción. En el cine, una silla es una silla, no es el símbolo de una silla o su representación. Es una silla, tan material y concreta que ha dejado una huella luminosa en la película”, explica Montoya, quien participó en la Berlinale por primera vez en 2015 con su corto Camino del agua, en el mismo apartado.
“Es una sección que se enfoca en que las historias tengan relación o hagan referencia a la juventud y a la infancia. La curaduría hace un trabajo fantástico eligiendo historias bien contadas, con un gusto por las estructuras narrativas clásicas y no tan experimentales”, anota el director (Medellín, 1981), filósofo de profesión.
El tamaño... se rodó cerca del embalse del Neusa, en Cundinamarca, donde viven sus dos protagonistas: Diego Estiven Delgado y su padre, que se dedican a labores del campo.
La producción forma parte de la cuota colombiana en la 69.ª edición del festival alemán junto con la película 'Monos', de Alejandro Landes; el documental 'Lemebel', coproducción con Chile, y 'Lapü', que se proyecta en la sección Forum.
SOFÍA GÓMEZ G.
EL TIEMPO