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Cuando hasta la piel humana se convierte en mercancía
En cines está 'El hombre que vendió su piel', basada en una historia real. Entrevista.
El trato que firma Sam Ali es el de exhibir su cuerpo tatuado en los museos que se le pida. Foto: Fotos: Cine Colombia
La idea de El hombre que vendió su piel comenzó a germinar en la cabeza de Kaouther Ben Hania en 2012. Ese año, la directora de cine tunecina se encontraba en París, específicamente en el Museo del Louvre. En ese momento había una retrospectiva al artista belga Wim Delvoye. Allí, en los apartamentos de Napoleón III, vio la obra Tim.
En realidad, a un hombre sentado exponiendo su espalda desnuda, en la que se observa un tatuaje que fue vendido por 150.000 euros, a cambio de ser expuesto varias semanas al año en los museos más importantes del mundo y de recuperar su piel tras su muerte.
Desde ese momento, esa imagen singular y transgresora no ha abandonado a Kaouther. Poco a poco, otros elementos de su experiencia, como la actualidad ardiente y el imprevisto de los encuentros, enriquecieron esa imagen.
Una vez que llegaron todos estos elementos juntos, la historia se sintió lista y la obligaron a escribirla. Un día de 2014, cuando estaba a punto de editar la enésima versión del guión de su película anterior Beauty and the Dogs, se encontró escribiendo sin parar durante cinco días la historia de El hombre que vendió su piel (en Cine Colombia).
La cinta, nominada al Premio Óscar como mejor película extranjera en 2021, “fue un proceso largo que comenzó con una imagen y resultó en una rica historia”, aseguró la directora en una entrevista. A esa rica historia llegó el actor sirio Yahya Mahayni.
Mahayni interpreta a Sam Ali, un joven sirio, sensible e impulsivo, que abandona su país huyendo de la guerra, pero que sueña con llevar a su novia a Europa. En medio del desespero por estar “atrapado”, se encuentra con un reconocido artista que le ofrece convertir su piel en una obra de arte.
EL TIEMPO conversó con Mahayni, quien por su trabajo en esta película obtuvo el Premio Horizon a mejor actor en la 77.ª Bienal de Venecia.
¿Cómo describe a su personaje?
Es un hombre que vende su piel para obtener un visado, pero su objetivo último es conquistar el amor. No conozco ningún hombre que esté dispuesto a vender una parte de su cuerpo. Es sensible y orgulloso, no en el sentido de arrogante sino que no está influenciado por las apariencias, todo eso le da igual. Para él, el mundo del arte contemporáneo es la antítesis de lo que es y de lo que necesita y de lo que quiere. Al mismo tiempo es un poco infantil. La historia es una fábula y se evidencia en al película cuando le dice al artista en el bar: “No puedo estar con la mujer que amo porque ha sido secuestrada por un monstruo y necesito un caballo para rescatarla”. Es como una pequeña fábula.
Él accede para poder estar con su pareja, una joven mujer siria que se encuentra atrapada en su país. Foto:Cortesía Cine Colombia
El mundo del arte contemporáneo se basa mucho en las apariencias, en el mercantilismo, los códigos. Mientras tanto, el mundo de los refugiados es el de gente que intenta sobrevivir, tener comida
Es una historia basada en un hecho real...
Está basada en una obra de arte real, hay una pequeña distinción. Es decir, nunca ha habido un refugiado sirio que haya vendido su piel. La historia está inspirada es en una verdadera obra de arte que es del artista belga Wim Delvoye, que tatuó la espalda de un ciudadano suizo. El pacto era que en contrapartida él tenía que ir y sentarse en museos y que su piel, cuando muera, pueda ser expuesta, cualquier coleccionador que haya comprado su piel tendrá el derecho a tenerla como obra de arte. La directora pensó en lo más opuesto al arte contemporáneo y pensó en los refugiados...
¿Por qué son opuestos el arte contemporáneo y la crisis de refugiados?
El mundo del arte contemporáneo se basa mucho en las apariencias, en el mercantilismo, los códigos, y está muy regido por algunas normas. Mientras tanto, el mundo de los refugiados es el de gente que intenta sobrevivir, tener comida y seguridad. Más allá del hecho de que los refugiados están representados en olas, las olas son un grupo de individuos.
¿La película es una crítica al arte contemporáneo?
No sé si la intensión de Kaouther era criticar el arte contemporáneo porque, primero, es muy fácil de meter todo en el arte contemporáneo, es una categoría muy amplia. Creo que es más plantear la paradoja de un mundo que funciona según un sistema en el que el valor mercantil es lo que verdaderamente le pone el valor a la libertad. Y por otro lado tenemos un mundo donde la gente está luchando por sobrevivir. Era plantear esa paradoja del hecho de que por una parte está el capitalismo, el consumismo, el poder, y por otra, la dificultad de desplazarse, los muros, los obstáculos que se generan por el lugar donde uno nace. No creo que ella intentara criticar al arte contemporáneo, sino que está evocando temas que permiten una reflexión sobre la paradoja entre dar más valor a las apariencias que a la humanidad. Pero ese es uno de los temas, son varios los que toca...
La reconocida actriz Monica Bellucci (Italia, 1964) interpreta en un papel secundario a Soraya Waldy, propietaria de una galería de la alta sociedad que humilla a Sam Ali (Yahya Mahayni) cuando él entra a ese lugar. Foto:Cine Colombia
El tema de los refugiados me imagino que lo toca por su nacionalidad, al igual que a nosotros los colombianos...
Sí, es un tema muy fuerte. Yo he tenido la suerte de no tener que vivirlo porque emigramos de Siria a Francia y luego a Canadá y en mi vida nunca he tenido que pedir un visado Schengen, que es lo que se me tatúan en la espalda en la película. Yo sentía que no tenía la legitimidad para interpretar un papel así. Pero vuelve el hecho de que no es un papel que intenta sensibilizar a la gente sobre el tema de los refugiados, no lo vi así cuando entendí mi papel; en la película es mucho más trascendental sobre la paradoja entre decir que el valor humano es la declaración universal de los derechos humanos, en los que figura la dignidad, la libertad, y mientras tanto, a lo que todos nosotros le damos más importancia es al dinero, al estatus. ¿Una obra de arte qué necesita? Solo un espacio. Entonces claramente una obra de arte va a poder circular más fácilmente que un ser humano.
¿Qué fue lo más retador para usted como actor?
La ansiedad de no saber si interpretaba el papel como se lo imaginaba la directora. Mi preocupación era que ella estuviera satisfecha. Hubo muchos momentos en los que me pregunté si iba a arruinar toda la película...
¿Hasta ese punto?
Sí, sí, es que era muy difícil. Una cosa que aprendí es que en un set que no tiene el presupuesto tan alto, y que la directora tiene demasiada presión, no tiene tiempo de después de cada toma venir y felicitar o corregir. Porque ella manejó todo, es muy perfeccionista, se concentraba en lo que se tenía que concentrar. Al final, yo no sabía si lo que había hecho era bueno o malo. Eso me provocó mucha ansiedad, pero aprendí a manejarlo.
¿Y cuando vio la película pensó que lo logró?
Cuando vi la película pensé: “Wao, lo que logró Kaouther”. Finalmente comprendí la visión de Kaouther, cuando ella hablaba de algunos símbolos en la película, de la selección de colores, el sentido de que siempre están encarcelados con los reflejos; cada cosa tenía un sentido y estaba planeada. Yo puedo entender a la gente que dice que no sabe si es una película que critica el arte, o si es una película de amor... pero eso es lo que me encanta. Kaouther hizo lo que quería. Antes de ver la película le pregunté: ¿en qué género se enmarca esta película? Y me dijo algo así como: película de autor...