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¿Vale la pena ver ‘La masacre de Texas’ que estrenó Netflix?
Es un nuevo baño de sangre de un cásico del cine del horror, que ha causado polémica.
El primero de octubre de 1974 se estrenó La masacre de Texas, que costó apenas un poco más de 120 mil dólares y se convirtió en un clásico instantáneo. La audiencia salía aterrada de la sala, algunos en silencio y otros con una mueca de tensión. ¿Qué demonios acababan de ver?
Tobe Hooper rodó a los 31 años la historia de un grupo de jóvenes que viajaban a un pueblo a visitar la tumba del abuelo de uno de ellos y terminaban en las garras de una familia de psicópatas que convierten el paseo en una pesadilla. Se adelantó al cine de Slasher (en el que asesinan sistemáticamente a adolescentes) de sagas como Halloween o Viernes 13 e impactó porque ofrecía una aventura de horror lejos de parámetros sobrenaturales.
En esta masacre el miedo se gesta en un pueblo horrible, en el universo rural de la América profunda en el que los monstruos son de carne y hueso.
Afiche de la pelíucla que se estren+o en 1974 Foto:archivo EL TIEMPO
La escasez de recursos en el rodaje se transformó en una estética cruda. El propio Hooper recordó que el calor del lugar donde se filmó era infernal. No había camerinos y los actores tenían que esperar encerrados en un auto. Se enfermaron (algo que se notaba en cámara y que potenció la desesperación que enfrentaban los personajes).
A su vez, Ted Nicolaou, el sonidista, contó la anécdota de los perros: un día alguien consiguió unos perros muertos reales para algunas tomas (que no se hicieron) y al desecharlos, el olor que expelían inundó la casa que usaban como locación. En una delirante escena entre plumas y huesos de pollo, una actriz y el equipo casi se desmayan. Todos se llevaron, además, algunos cortes y hematomas de recuerdo a casa cuando finalizó el rodaje.
Pero eso hizo que el producto final funcionara, La masacre de Texas es una pieza de culto y tiene una copia en el Museo de Arte Moderno de Nueva York. La crítica coincidió que más allá de la aniquilación de unos hippies a manos de unos matarifes sin control, la cinta ofreció un inquietante retrato de una sociedad olvidada y apartada a la fuerza de los estándares de un Estados Unidos que quería venderse como próspera, bonita y moderna.
La fama y nuevos miedos
El éxito trajo más películas. Había que convertir en estrella de cine a Leatherface, el personaje más aterrador de la historia y un experto con la motosierra. El propio Hooper regresó a la silla de director para La masacre de Texas 2 (1986) con más dinero, un poco de humor para suavizar el baño de sangre. Era otra cosa.
La masacre de Texas Foto:Netflix
Otros buscaron nuevos enfoques. En 1990 llegó a las salas Leatherface: La masacre de Texas 3; cinco años después La masacre de Texas: la nueva generación (con unos todavía desconocidos Renée Zellweger y Matthew McConaughey), y otras cuatro versiones muy violentas, pero poco inquietantes.
Cuando parecía que se había extraído hasta la última gota de sangre de este producto, Netflix decidió darle una nueva vida y estrenó La masacre de Texas, modelo 2022. Esta apuesta se enfoca en un grupo de jóvenes emprendedores e idealistas que consiguen quedarse un pueblo perdido en Texas (Harlow) para convertirlo en un remanso de cafés orgánicos, tiendas de cómics y otros negocios para la generación de las redes sociales.
Su llegada no es bien recibida por los pocos pobladores de la zona, que ven la intromisión de gente extraña en su pequeño territorio decadente y un evento desafortunado, lleva a que un viejo conocido reaparezca para hacer de las suyas.
La masacre de Texas tiene a su favor que es impactante visualmente y sostiene momentos de suspenso muy decentes en su ejecución. Además, no tiene miedo de concebir una de las secuencias más salvajes de sangre y motosierra para una película para streaming.
No tiene miedo de concebir una de las secuencias más salvajes de sangre y motosierra para una película para streaming.
Pero tampoco logra el ambiente malsano de la original. Plantea una débil crítica a la doble moral de una juventud que cree que puede comerse el mundo con sus ideales, pero es capaz de engañar o ser insensible en la búsqueda de los mismos.
Mucho de lo que promete se queda en el terreno de lo superficial y no evoluciona o sorprende. Es como un trozo de carne a término medio que te deja lleno, pero no tan satisfecho.