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Netflix se atreve a llevar a los zombis al colegio
Una mirada al nuevo éxito de la plataforma de streaming que llegó desde Corea del Sur.
“Estoy bien…no me mordieron”, es la frase más aterradora en una serie de zombis.
Es casi seguro de que quien la dice esconde un pedazo de piel rasgada o un recuerdo de los dientes de un infectado en alguna zona de su cuerpo. Ese ‘afortunado’ ya está muerto. Y eso es lo que repiten algunos protagonistas de la impactante serie Estamos muertos, una nueva apuesta coreana con muertos vivientes como protagonistas (ya la habían probado con la espectacular Kingdom), en la que el ‘infierno de la vida escolar’ se ve bruscamente interrumpido por adolescentes sedientos de sangre y vísceras que llevan su caos a una institución educativa.
Los ojos de una chica se enrojecen, sus huesos comienzan a crujir debajo de su uniforme y lanza un gruñido aterrador. Ya está infectada y los que no han sufrido un ataque corren despavoridos entre salones de clase y compañeros caídos. Ese es el escenario que ofrece Estamos muertos, un interesante contraste entre el destino que parece pintarles esa nueva realidad a esos colegiales que en esa carrera harán todo lo necesario para luchar por sus vidas y madurar a la fuerza.
La trama muestra la crueldad por la que tienen que pasar los que no son populares cuando no están en el espacio seguro de una clase, todo eso, antes del despertar zombi, lo que le da una base sólida a la historia que podría haber sido más de lo mismo: infectados, mordidos, muertos y resucitados de principio a fin.
Pero Estamos muertos consigue ser creíble al contar los retos cotidianos de los adolescentes, el valor que tiene la amistad en el ámbito escolar y hasta la ausencia del adulto en los momentos cruciales, pero no hay que olvidar que se trata de una serie coreana, así que también confluyen situaciones de humor y momentos que parecer acariciar el melodrama más telenovelesco.
Pero cuando tiene que ser radicalmente cruda, cumple con la tarea a cabalidad. Tal vez lo más interesante de esta apuesta de Netflix, que se ha mantenido en el primer lugar de los más visto en el mundo en este mes, es que este apocalipsis zombi atrapa desde el principio, no hay forma de no estar enganchado a esa narrativa que parece dispararse como un coctel excesivo de Redbull.
Es cierto que a Estamos muertos le han criticado que se arriesgue a tocar otros temas que parecen más trascendentales que la batalla por la vida con palos, bates y hasta arcos y flechas entre los angostos corredores del colegio donde las cosas se salieron de control.
Los ojos de una chica se enrojecen, sus huesos comienzan a crujir debajo de su uniforme y lanza un gruñido aterrador. Ya está infectada
Aunque tratar de explorar los conflictos familiares, la tensión y la brutal competencia en la que vive día a día un adolescente, y hasta la corrupción política, en medio del caos y la muerte, hace más interesante la serie: la decisión de abrir un poco la trama le da un respiro a la violencia que destila el escenario escolar y su colección de tripas.
No se puede negar que el impulso de El juego del calamar también ha llevado a que la atención a las series coreanas se haya incrementado en todo el mundo y eso pudo haber ayudado a que Estamos muertos tuviera el éxito del que hoy goza.
Eso sí, apelando a un perfil bajo y sin la impresionante referencia cultural que alcanzó ese poderoso calamar, esta locura de zombis tiene lo suyo para aterrar y divertir, en una momento en el que el género en el que se sostiene está por despedir con más pena que gloria a uno de sus grandes referentes: The Walking Dead, pero no todo está perdido. No todo está muerto.