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¿Cómo funciona la relación entre Inteligencia Artificial y arte?
Entrevista con Solimán López, una de las figuras más reconocidas del new media art.
La obra ‘Celeste’ permite ver en directo cómo los cielos de diferentes ciudades del mundo son integrados en una misma imagen autogenerativa y dinámica. Este proceso es obtenido gracias al envío en tiempo real de imágenes del cielo. Foto: Cortesía Solimán López
¿Un disco duro puede ser un museo? No se puede considerar arquitectura, por lo menos no en la más estricta definición de la palabra ‘arquitectura’; tampoco tiene paredes para colgar, proyectar o instalar una obra de arte, y tampoco se puede visitar de una forma física. Sin embargo, etimológicamente hablando sí se podría considerar a un disco duro un museo, o por lo menos así lo expone el Harddiskmuseum, el mismo museo es una evidencia de que sí se pueden relacionar ambas ideas.
La página web del museo digital señala que un disco duro permite organizar la información en carpetas, permite que esta información se revele y aumente a través de dispositivos periféricos, pero principalmente porque un disco duro es todo un universo.
Para muchos sin duda la idea de un museo virtual puede resultar siendo polémica, muchos dirán que no lo es y que el arte digital que en este se exponga no es arte, pero aun así, a pesar de esas críticas, el llamado new media art es real por más virtual que sea su existencia y en estos tiempos de pandemia ha tenido un impulso mayúsculo.
El Harddiskmuseum es justamente eso, una iniciativa que defiende la idea de que el arte y la cultura en nuestros días se desarrollan en entornos abiertos y múltiples, como el imaginario colectivo, no solo en espacios tridimensionales.
El fundador del museo es Solimán López, artista nacido en Burgos (España) en 1981 y una de las figuras más importantes del momento en el new media art. El año pasado participó en el Festival RealMix 2020, un evento virtual del Instituto Distrital de las Artes que tiene como objetivo reconocer y fomentar la creación y experimentación tecnológica a través de proyectos de realidad virtual y realidad aumentada. EL TIEMPO conversó con el artista.
¿Qué es la ‘birrealidad’?
Etimológicamente solemos separar el concepto de realidad y el de realidad virtual. Entonces, prácticamente es que la realidad virtual se ha superpuesto sobre la realidad tradicional que veníamos conociendo. Pero ya no tenemos una realidad como la de antes, es decir, ya vemos un mundo focalizado y positivado por la mirada digitalizada. Siempre pongo el mismo ejemplo: si le dijéramos a nuestros abuelos que intentaran imaginar el mapa de París o el de Bogotá de forma tridimensional, al estilo Matrix (un fondo negro con líneas blancas que nos permiten ver la arquitectura en su alámbrica), quizá nuestros abuelos no serían capaces de imaginárselo, pero porque en su cerebro ese imaginario aún no está adquirido. Sin embargo, si se le dice eso a cualquier joven, lo más probable es que se lo imagine perfectamente. Eso significa que hay una inoculación de la mirada digital y, por lo tanto, que ya no vemos la realidad como la veíamos antiguamente, sino que es una realidad que ya está totalmente polarizada por las estéticas de lo digital y la conexión que hay entre la mirada de los objetos reales y esa mirada potenciada por lo numérico, lo tecnológico.
Es que ahora estamos conectados 24 horas, 7 días a la semana…
Sí, siempre tenemos un dispositivo que nos va conectando con ese espacio, nos genera notificaciones, llamadas, nos embulle en esa información que viene de otro entorno que suplementa la presencia actual. Constantemente estamos haciendo referencia a lo digital: no conocemos una palabra, vamos a Google a buscarla; estamos con el tema de las fotografías y los filtros de Instagram, que es lo real, pero con una capa aditiva. Al final, todo eso confluye en una nueva realidad que es la que no existe en el diccionario como tal, pero sí creo que vamos a tener que hablar de comunidades y de sociedades y hasta de especies humanas, o subespecies, que van a estar viviendo una birrealidad, es decir, gente que acepta que la tecnología forma parte de su futuro y de su presente.
No le preocupa que esa realidad creada por el ser humano se escape de la incertidumbre de la naturaleza...
Yo soy bastante extremista al respecto. Pienso que al final la tecnología forma parte de la naturaleza. No olvidemos que el código digital es un código binario y el código de la naturaleza, en el caso del ADN, que es nuestra propia esencia, que es la que nos complejiza tanto, es un código cuaternario. Entonces es multiplicar por dos las posibilidades de programación que tenemos en lo digital. La tecnología forma parte de esa propia naturaleza que nos rodea, nos muestra que es autónoma, que puede generar divergencias, esas sorpresas que la naturaleza a veces nos da y que pueden incluso generar y custodiar ese caos que define en ocasiones a las inclemencias del tiempo o que generan todo lo que tiene que ver con los fractales, con los movimientos lunares. Creo que gracias a la tecnología estamos más cerca que nunca de entender la naturaleza.
El arte y la ciencia tienen eso en común, ayudan a entendernos a nosotros mismos… de distintas formas, pero al fin y al cabo apuntan al mismo lado, ¿cómo ha sido juntar estos dos mundos?
La evolución y la innovación, ambas en su sentido más amplio, están confluyendo en el mundo del arte. En ese sentido, creo que las disciplinas cada vez se están acercando de una forma más evidente. Por poner un ejemplo, de aquí a muy poco tiempo vamos a tener sensores biológicos en casa. Es decir, se va a normalizar esa mezcla entre lo digital, la ciencia y la vida. Creo que eso va a ayudar mucho a que esto se siga inoculando en el mundo del arte, que es como ese cajón del sastre.
Se podría decir que esta unión entre áreas del conocimiento: la ciencia, la tecnología y el arte, podría ser tan disruptivo como lo fue un movimiento como el dadaísmo...
Yo pienso que hasta más porque piensa que la revolución digital es vertical. El resto de revoluciones han sido horizontales porque la gente ha seguido en la línea de evolución de las empresas o los gobiernos. Por ejemplo, la revolución industrial fue impulsada por la industria de la metalurgia; en el siglo XIX, los ciudadanos eran s de esa tecnología, pero no creaban esa tecnología. ¿Qué ocurre hoy en día? La revolución digital es vertical porque todos creamos contenido, todos formamos parte de esta revolución, el open source posibilita que pequeños, medianos y mayores generen contenido digital, gadgets, artilugios, software, hardware, programar cosas... y luego, además, es conceptual. Al final, todo este caldo de cultivo está generando la mayor de las revoluciones de la humanidad y, por supuesto, toca al arte profundamente. Para responder su pregunta: el dadaísmo tenía en el centro del conflicto al objeto; hoy en día, el arte tiene su conflicto no solo en el objeto sino también en lo virtual, lo interactivo, en el dato, en internet...
‘Death Maps’ son imágenes generadas por inteligencia artificial que reconocen siluetas humanas. Foto:Cortesía Solimán López
¿Las obras de arte digital existen cuando se les da play?
Mi reflexión principal es que el arte con nuevas tecnologías o digital es un arte basado en archivos digitales... si hacemos la analogía, es como cuando el pintor suelta el pincel y dice: la obra está acabada; para mí ahora el acto simbólico es guardar como... Ese ‘guardar como’ genera una compilación en ese archivo digital, y ese archivo digital inmediatamente pasa a formar parte del disco duro y está ahí, pero a su vez no está. Es como si estamos en un pasillo, pero la luz está apagada. La obra existe y tiene que transmitir un mensaje. La experiencia estética dura apenas tres o cuatro minutos –ese es el tiempo en el que puedes realmente disfrutar de estar al frente de una obra estática, a partir del minuto cuatro el cerebro se habitúa a la imagen y ya necesita otro estímulo–. Lo mismo ocurre con esto.
Una de las cosas interesantes de lo digital es lo autogenerativo, este efecto sinestésico es muy potente porque la obra se autogenera, está cambiando su interfaz. Eso lleva a que el cerebro siga literalmente enganchado a ese tumulto visual. Y por otra parte, lo interactivo. Es decir, si no le das play, la obra no existe en el sentido riguroso de que le falta una parte fundamental que es interactuar con ella. Hay obras de arte en general que están en almacenes y que para mí no existen tampoco en cuanto que no las disfruto ni yo ni nadie, forman parte de una colección de un filántropo o filántropa o de la colección de un museo; pero si no está en cuatro paredes, pues no existe más allá de ser un vestigio cultural. Además, este tipo de arte genera democratización de la cultura. Es decir, una página web como Celeste, que estuvo por Colombia, unió a España y a Colombia por el cielo y con un solo clic tienes el a ese tipo de material.
Siempre se ha dicho que lo único que los robots no van a poder reemplazar del ser humano es su capacidad de emocionarse, de sentir, y de una otra forma, eso significa que de crear arte... pero la inteligencia artificial ya está teniendo un rol importante en esa creación...
Para mí la inteligencia artificial en realidad es una técnica más. Podríamos decir que tenemos pintura, escultura, fotografía, dibujo, grabado, performance, instalación, arte urbano y tenemos arte digital; y dentro de esta última está la inteligencia artificial. Como todo en la vida, depende del uso que uno le dé. Se pueden hacer cosas maravillosas, así como pésimas. Y creo que la figura del ser humano sigue siendo fundamental en todo lo que tiene que ver con la poetización de la obra, con la metáfora. Al final creo que es una obra compartida. Es decir, vamos a empezar a hablar de obras en concomitancia con la máquina. Antiguamente la máquina estaba a disposición del artista, y ahora la máquina está casi al mismo nivel creativo del artista.
Pero igual la máquina le sigue sirviendo al artista, ¿en algún punto se invertirá ese rol?
Es un punto interesante que hay que plantear. Sí creo que se puede revertir, es decir, pensar en cómo yo como artista me voy a poner a disposición de la máquina, cómo hago para hacer lo que la máquina me dicta, o cómo pinto lo que la máquina me dice que pinte. ¿Es arte? ¿Es bueno o malo? Mis planteamientos cuando son preguntas radicales se dirigen a que no pretendo dictar cátedra, sino abrir un discurso y un debate. No digo que sea peor o mejor, pero sí creo que es interesante abrir esa línea de pensamiento.
El artista actual es conceptual o deja de ser artista porque la técnica se lo puede comer. Creo que la perdurabilidad de las obras de arte digital va a depender mucho de esa actualización
Cree que en algún momento la gente se llegue a emocionar tanto frente a una obra de arte digital como se emociona frente a un cuadro tan histórico como Las meninas...
Hay varios puntos ahí por tocar. Por un lado, la distancia de tiempo y lo que podríamos llamar la mitología. Es decir, la mitología que se ha creado entorno a obras como Las meninas y demás generan un aura conceptual que es la que ayuda a que se mitifique un objeto. Esto puede ocurrir con muchísimas cosas. Tener la oreja de Van Gogh la haría la oreja más famosa del mundo. Esa mitología hoy más que nunca es brutalmente potente porque con que algo guste se convierte en un trending topic mundial y todo el mundo se enloquece por poseerlo. O sea que esa parte de la mitología sí creo que es totalmente viable que se logre. Y por otra parte, desde el punto de vista de lo experiencial, creo que lo que nos falta todavía es entender bien el lenguaje. Todavía somos muy analfabetos en ese sentido y no nos olvidemos que finalmente la digitalización de la sociedad está señalando que no por tener un celular o un portátil de última generación estás siendo digital. Ambas caras pueden posibilitar que esa experiencia estética sea plena.
En las redes sociales, un mensaje tiene un impacto muy amplio, pero durante un periodo de tiempo muy corto. ¿Cómo hacer para que una obra digital perdure en el tiempo?
Las redes sociales y, por ejemplo, los stories de Instagram han sido una ruptura de espacio-tiempo brutal, esa mirada plural de la realidad con diferentes prismas, con miles de ojos al mismo tiempo... La perdurabilidad de la obra digital es finalmente el concepto. Pensamos que la obra de arte digital está en constante evolución. Todo el tiempo es una obra diferente. El artista actual es conceptual o va a dejar de ser artista porque la técnica se lo puede comer. Creo que la perdurabilidad de las obras de arte digital va a depender mucho de esa actualización y de que el concepto se mantenga vivo sobre todo más que la presencia final de la obra como objeto.