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El desgarrador relato de cómo fue huir de Ucrania con una bebé a un destino incierto

La escritora Kateryna Babkina, exiliada en Londres, vino a Colombia y habló de la guerra en su país.

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EDITOR MESA VISUALActualizado:

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“Estuve conduciendo 20 horas seguidas sin posibilidad de dormir, de descansar. Y además, todos teníamos que estar muy alegres, simpáticos y tranquilos porque había una niña en el carro y nadie quería traumatizarla (...) Vimos explosiones en algún lugar, en el horizonte, y volaban aviones a nuestro alrededor. No sabíamos si se trataba de aviones ucranianos o rusos”.
La escritora Kateryna Babkina respira hondo al recordar cómo logró huir de Ucrania, pocos días después de la invasión rusa en febrero del año pasado, con su hija de año y medio y una adulta mayor a bordo de su automóvil. Babkina, invitada por la organización de los premios de periodismo Simón Bolívar, aceptó ser la oradora central del evento para dar su testimonio sobre el horror que vive su país.
(Más relatos de guerra, esta vez en Bojayá: Los fuegos cruzados de Leyner Palacios)
“La primera noche, cuando comenzó el bombardeo en Kiev, fuimos al refugio antiaéreo sin nada, con una maleta de mano que contenía en su mayoría cosas de mi hija. Llevé a mi mamá, a mi mejor amiga (Tatiana) y a mi bebé”, prosigue Babkina, de 38 años. “Todavía tenemos algunos refugios antiaéreos de la época soviética. Pero todos esos lugares fueron alquilados para ser oficinas o restaurantes. Así que al comienzo de la guerra no había a ellos”.
Babkina, quien ya era una escritora laureada en el exterior (premio Angelus por su novela 'Nadie bailó como mi abuelo'), corrió con sus vecinos en busca de supervivencia. “Tuvimos que acudir a algunas personas que vivían en un edificio con un gran parqueadero, del cual sacaron todos los carros y montaron el refugio antiaéreo. Eran bancas en el suelo para tumbarse y obviamente fue aterrador. Pudimos escuchar las explosiones, pero, como estás en las profundidades del subsuelo, realmente no entiendes dónde ocurren (...) Mi hija estaba muy feliz en ese refugio porque todos trajeron sus perros y gatos y ella nunca antes había visto tantas mascotas en un solo lugar. Además, los animales estaban un poco estresados, de manera que estaban muy felices de que los acariciaran. Mi hija apenas estaba empezando a caminar y simplemente iba de un perro a otro abrazándolos a todos”.
La poeta, novelista y columnista le contó a EL TIEMPO pormenores de su carrera literaria y periodística, pero sobre todo de la guerra y de su exilio: “Vinieron soldados ucranianos a ver si todo estaba bien en el refugio antiaéreo, porque eran familiares de personas que estaban allí. Nos dijeron que los rusos estaban tratando de rodear a Kiev, así que quien estuviera pensando en irse sería mejor que se marchara de inmediato, porque probablemente después no podría salir (…) Todas las carreteras principales ya estaban fuertemente bombardeadas por los rusos, disparaban a los carros civiles y mataban a la gente sin ninguna razón (…) Entonces, para no ser detenida, tomaba diferentes caminos de los pueblos más pequeños. Yo era la única persona en el carro capaz de conducir. Era invierno, había -12 °C afuera, casi no teníamos gasolina. El camino que normalmente demanda unas cinco o seis horas de conducción, nos tomó 20 horas”.

¿Y qué pasó después?

Cuando llegamos a Ucrania occidental, pudimos detenernos por primera vez. Dormí 3 horas y de pronto se activaron todas las alarmas, así que me desperté, agarré a mi hija y le puse toda la ropa. Es un desafío vestir a una niña de año y medio cuando tengo que hacerlo rápido y luego apresurarme a llevarla a un refugio contra las bombas. Luego de hacerlo tres veces, me dije que ya no podía seguir. Físicamente, solo quería sobrevivir. Nos volvimos a subir al carro, el hermano de mi mánager nos dio algo de gasolina y para lograrlo tuvo que pasar horas en la fila. Nos fuimos a la frontera polaca porque ahora tengo un editor de allá y en aquel entonces me dieron un premio de literatura en Polonia.

¿Con ese dinero se sostuvo?

Sí, recibí la invitación a una residencia de literatura por tres meses, a la que se suponía que iría un poco más tarde con mi hija. Todo estaba pago, recibía dinero por ello y me conseguían un apartamento para escribir y colaborar con ellos en un libro. Simplemente los é y les dije que debía llegar un poco antes. Nos tomó cuatro días más hacer fila para cruzar la frontera. Mucha gente buscaba una vía de escape, venían de regiones ocupadas por Rusia y estaban aterrorizados. Fue una experiencia horrible, pero al mismo tiempo hermosa porque había una enorme solidaridad, ayuda mutua entre todos, la gente de los pueblos pequeños nos traía café caliente por la mañana a nuestros carros. Y me dejaban entrar a su casa para lavar a mi hija porque todavía usaba pañales. Perdón por estos detalles, pero los niños pequeños defecan los pañales con frecuencia. No puedes cambiarla en el carro conduciendo al mismo tiempo, cuando hace tanto frío. Entonces la gente me dejaba entrar a sus casas, nos traían comida y yo compartía con ellos lo que tenía, como algo de ropa abrigada y algo de gasolina también. Mucha gente se quedó sin combustible en la fila.

El conflicto eterno

A pesar de la guerra, Kateryna Babkina sigue apostando por la belleza, la literatura, la poesía y un mejor futuro para Ucrania.

A pesar de la guerra, Kateryna Babkina sigue apostando por la belleza, la literatura, la poesía y un mejor futuro para Ucrania. Foto:Sergio Medina. El Tiempo

Kateryna Babkina decidió estudiar periodismo, pero su primer amor fue la literatura: a los 17 años ya había publicado un libro de poesía. Su apellido no tiene la tradicional terminación ucraniana, lo cual revela de entrada la permanente contraposición con Rusia: “El apellido de los padres de mi abuelo era Babko, que es clásico en Ucrania. Termina como en Lavko, Savko, Drovko... esos son todos apellidos ucranianos. Cuando nacieron sus hijos se dio una especie de ‘ucranización’ de la Unión Soviética. Otorgaron el derecho a hablar el idioma ucraniano, a ser la minoría, lo cual es una gran tontería porque los ucranianos eran considerados minoría en su propia tierra. En esa época, mis abuelos creían que los niños tendrían un futuro y una vida mejores si tenían un apellido ruso. Entonces, ellos mismos inscribían a sus hijos como Babkin y la versión femenina, Babkina, para sonar más como si pertenecieran al lado ruso”.

Escuché que sus antepasados defendían el derecho de hablar ruso.

Oh, sí. Ucrania fue ‘rusificada’, literalmente, con armas, fuerza y sangre durante 400 años. Después de esto, obviamente mucha gente empezó a hablar ruso para sentirse más segura. Y a mis abuelos les lavaron el cerebro hasta tal punto que consideraban a la Unión Soviética como la construcción más grandiosa y eficaz, y defendían lo que hasta ese momento era soviético. Estaban en contra de la Ucrania independiente. Yo tenía 5 años y recuerdo esas peleas en casa. La única persona que apoyaba la independencia de Ucrania era mi tía.

Usted escribió en uno de sus poemas: “Hasta la piedra más pequeña se ha convertido en un arma para defenderse, por sí misma, en la guerra”. ¿Sus poemas se han convertido en un arma?

Sí, definitivamente. Es probablemente el primer caso en la historia del mundo en el que el ejército es financiado por civiles que tienen un enorme movimiento de voluntarios y ahora manejan miles de millones de dólares. Literalmente, la gente dona para comprar armas. Compran aviones, compran drones. Financiaron la construcción de fábricas. Están intentando fabricar sus propios drones de guerra y cosas así. Y obviamente todos esos insumos médicos extranjeros. Se trata de recaudación de fondos, donaciones privadas, hasta la donación más pequeña de las personas. Me gusta hablar de eso para una audiencia extranjera y esa fue también una de las razones principales por las que acepté con gusto la invitación de venir a Colombia. No solo para celebrar este importante premio de periodismo y para apoyar a las personas que se dedican al periodismo profesional de alto nivel.

¿Cuándo se interesó por la poesía?

Siempre escribí poesía, literalmente desde que pude hablar. Estaba descifrando algunos poemas cortos, como canciones infantiles. Y también contaba historias de cuentos de hadas. En ese momento, estaba segura de que era algo que todos podían hacer. Sin embargo, cuando comencé la escuela, todo el mundo empezó a prestarme mucha atención y me di cuenta de que eso era una especie de superpoder.

¿Ha leído a algún poeta latinoamericano?

Hay un interés particular en la poesía latinoamericana. Tengo un par de amigos que visitaron el Festival de Poesía de Medellín y quedaron muy inspirados por la cantidad de personas involucradas en él. Pero también ayer tuve la oportunidad de caminar un poco por Bogotá, no solo la parte turística de La Candelaria, sino algunas otras. Mucha gente estaba afuera y aquí y allá vi a jóvenes, algunos tocando música, mostrando sus trucos, pero también vi a unos jóvenes declamando poesía en la calle con un micrófono. Y mucha gente escuchándolos. Esto es algo que difícilmente puedo imaginar que suceda en Ucrania o en Londres. Me fascinaron. Estaba escuchando a uno de los chicos y puse el traductor de Google. Desafortunadamente no hablo español, pero puedo decir con certeza que era poesía y fue hermoso.

Ahora mismo, en Ucrania, ¿es más difícil sobrevivir siendo mujer o siendo hombre?

En general, no es fácil sobrevivir en Ucrania ahora, ya seas mujer u hombre, te pueden matar básicamente en cualquier momento, con algún dron iraní configurado desde territorio de Rusia o Bielorrusia. Apuntan a los restaurantes, a los hospitales, a las escuelas, a los centros comerciales. Se dirigieron a los grandes centros de correo, donde tendrían los paquetes para los hogares, como las entregas de alimentos. Entonces, en términos de que seas tú un hombre, una mujer, un caballo, un niño, un perro: no es fácil sobrevivir en Ucrania ahora.
No es fácil sobrevivir en Ucrania ahora, ya seas mujer u hombre, te pueden matar básicamente en cualquier momento, con algún dron iraní configurado desde territorio de Rusia o Bielorrusia.

¿Cree que la guerra en Gaza, entre Israel y Hamás, se ha convertido en un problema para Ucrania en términos de ayuda y atención internacional?

Sí, desafortunadamente. También veo una conexión directa entre la situación en Ucrania y el inicio de los ataques de Hamás nuevamente, porque cuando Rusia invadió Ucrania, yo personalmente esperaba más acciones de la comunidad internacional, lo que estaban haciendo era horrible. Y este es el siglo XXI. No solo sabemos de un número de personas, niños asesinados, mujeres asesinadas, civiles torturados, sino que podemos verlo literalmente en línea porque hay videos de las cámaras caseras, videos escandalosos de esos horribles crímenes que están cometiendo los soldados rusos. Sin embargo, esto no fue detenido y alguien quizás pensó: “Ajá, entonces ¿puedes hacer eso y no pasará nada?”. Veo esta conexión directa que impulsó este ataque en Israel porque se dieron cuenta de que, en realidad, no iba a pasar nada.

Usted ahora vive en Londres, ¿qué es lo que más extraña de Ucrania?

Mi gente, mis amigos, mi vida organizada, mis personas más queridas... mi todo. Siempre viví allí. Había muchas cosas que arruinaban a Ucrania y he sido bastante crítica de ello a veces, porque Ucrania nunca fue el país mejor gobernado, todavía estábamos luchando contra cosas que heredamos de los soviéticos. Sin embargo, era el lugar en el que conscientemente elegí vivir. Es mi vida. La extraño. La necesito, es mi hogar, es mi patria. Puedo hablar con mi exmarido, el padre de mi hija, todos los días por Skype. Él le cuenta historias a nuestra hija. Puedo conseguir libros de Ucrania. Puedo conseguir películas ucranianas en línea. Puedo pedir comida ucraniana prácticamente en cualquier parte del mundo... Sin embargo, extraño que todo eso esté junto en el lugar al cual pertenece.
Kateryna Babkina tiene 38 años y a comienzos de este año presentó en Londres su libro 'Mamá, ¿lo recuerdas?', sobre la invasión de Rusia a Ucrania.

Kateryna Babkina tiene 38 años y a comienzos de este año presentó en Londres su libro 'Mamá, ¿lo recuerdas?', sobre la invasión de Rusia a Ucrania. Foto:Sergio Medina. El Tiempo

¿Sueña con Ucrania?

Sí, a veces. Quiero decir, es muy difícil para mí rastrear lo que sueño por la noche. Pero sí, lo hago. Recuerdo que soñé que mi hija y yo íbamos a tener un perro. Solíamos tener perros en Ucrania. Y por alguna razón, en el sueño vamos a Ucrania a buscar este perro, y mi hija insiste en que debería ser un perro muy grande. Alguien nos ofrece uno y el perro es enorme como un caballo. Y yo pienso: ‘¿Cómo voy a transportar a esa criatura a Londres?’ Y luego, cuando todo termina, regresamos a Ucrania y mi hija dice: “Ahora este es nuestro perro, volvemos con él y es algo que no se discute”.

¿Qué podemos los colombianos aprender de la historia reciente de Ucrania?

A seguir sus verdaderos valores y hacer esas cosas, pase lo que pase. Eso es lo primero. Y lo segundo, que para que los resultados sean realmente buenos, tienes que pelear. Tienes que estar dispuesto a darlo todo, incluso la vida. Lamentablemente, los cambios hacia el bien nunca son fáciles ni indoloros.
Por Julio César Guzmán
En Twitter e Instagram: @julguz
Editor de la Mesa Visual de EL TIEMPO

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