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El perverso enfermero que asesinó a decenas de pacientes durante 16 años

Su modus operandi predilecto fue el alto suministro de medicamentos intravenosos a sus pacientes.

Entre 1988 y 2004, mató a 40 personas, según los reportes de las autoridades.

Entre 1988 y 2004, mató a 40 personas, según los reportes de las autoridades. Foto: iStock4

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Charles Cullen era un enfermero con serios problemas mentales, los cuales hicieron tambalear su misma autoconcepción como asistente médico, pues es sabido que en la medicina la estabilidad mental y emocional lo son casi todo al momento de prestar este servicio.
Comenzó su carrera en el año 1986, mismo año en el que se logró graduar de enfermería en la Universidad de Mountainside, en Montclair, Nueva Jersey, al noreste de los Estados Unidos.
Su primer trabajo como profesional fue en la unidad de atención para quemados del Centro Médico de San Bernabé, en Livingston, y fue ahí donde conoció a Adrianne Baum, una colega con la que rápidamente contrajo matrimonio y tuvo una hija llamada Shauna.
No obstante, tanta felicidad que obtuvo de forma tan repentina fue algo que no supo manejar. Su núcleo familiar siempre estuvo lejos de ser normal, pues fueron varias las ocasiones en las que Cullen, sin ninguna razón aparente, se dedicaba a maltratar y torturar a sus mascotas.
Dos años después, cometió su primer asesinato, tras suministrarle una dosis bastante alta de medicina intravenosa a un paciente que había sufrido una reacción alérgica peligrosa ante aquel fármaco.
El propio Charles itió ante las autoridades que, trabajando en San Bernabé, había matado a dos personas más; entre estos un paciente de SIDA luego de suministrarle dosis peligrosas de insulina, según el libro ‘The Good Nurse’ escrito por el antropólogo David Graeber.
Fue en dicho hospital que estableció su modus operandi: matar pacientes, suministrarles dosis letales de medicamentos intravenosos; sin embargo, se iría ante las sospechas que fue levantando a raíz de los misteriosos decesos de los ingresados.
Por eso, un mes después de su primer crimen, se trasladó al hospital Warren, en la ciudad de Philipsburg, no obstante sus asesinatos no pararían, pues en ese centro médico, Charles mató a tres mujeres mayores de edad tras una sobredosis de un medicamento llamado digoxina, el cual es utilizado para tratar la insuficiencia cardiaca.
Tarde o temprano, las ganas de matar de Cullen se enfocaron en su familia, la cual ya sospechaba sobre el peligro que él podría representar para la sociedad. Luego de un intento fallido de matar a su mujer, ambos se divorciaron; sin embargo, los dos compartieron la custodia de sus hijas.
Durante el proceso, Adrianne confesó ante la justicia que Charles era un alcohólico crónico y muy agresivo, quien tenía el hábito de meter animales en bolsas, además de verter el líquido de los encendedores en las bebidas de la gente y hacerle bromas telefónicas a las funerarias.
Esto coincidió con las ganas de Cullen de renunciar a su trabajo, pero ante el decreto que le impuso la justicia por su divorcio, este siguió trabajando para poder cubrir la manutención de sus descendientes.
No obstante, Cullen ‘la tuvo clara’, pues maquinó una estrategia que le permitiera no ser descubierto: trasladarse a un hospital nuevo ante la mínima sospecha que se formara hacia él. Fue así como, durante la década de 1990, logró matar alrededor de 30 personas, en su mayoría con la misma metodología, de acuerdo al libro de Graeber.
Además, el contexto laboral en su país le benefició, pues la escasez de enfermeros en Estados Unidos en aquel entonces era bastante alta, por lo que aprovechó la gran oferta laboral y trabajó en diferentes hospitales.
Ya a vísperas del nuevo milenio, Charles empezó a dudar cada vez más de su entorno, que lo llenó de inseguridades, pues en su mente tuvo la idea que era cuestión de tiempo para que lo atraparan con ‘las manos en la masa’, y no estaba equivocado.
Ya en el año 2002, uno de sus compañeros de trabajo en un hospital de la población de Bethlehem, Pensilvania, encontró varios frascos de medicamentos sin usar en una caneca. Para él, fue prueba suficiente para denunciar a Cullen por robar medicamentos, por lo que fue despedido pocos meses después.
Seguramente Cullen estaba confiado, pues sabía que tarde o temprano trabajaría en otro hospital. No obstante, Charles ya estaba más al tanto de las sospechas que podía levantar ante el asesinato de pacientes en los lugares que trabajaba, luego de ese primer freno que recibió en Bethlehem.
Según el libro, la investigación por parte de las autoridades duró aproximadamente tres meses, tiempo que fue suficiente para Cullen para asesinar a otras cinco personas. En ese mismo año, el Sistema de Educación e Información sobre Envenenamientos de Nueva Jersey le hizo una advertencia al hospital en el que Cullen estaba trabajando sobre varios casos de sobredosis a causa del accionar de alguno de sus empleados.
Ante esta advertencia, el hospital terminaría por despedir a Charles a finales del 2003, y eventualmente fue arrestado.
Durante los interrogatorios, confesó absolutamente todo lo que hizo a lo largo de 16 años, por lo cual fue sentenciado a once cadenas perpetuas, las cuales está cumpliendo en la prisión estatal de Nueva Jersey desde el año 2004, de acuerdo al periódico ‘The New York Times’.

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