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Chano Domínguez, el arquitecto del jazz flamenco

El pianista gaditano cumple 45 años de carrera y regresa a Colombia para el Jazz al Parque en Bogotá

Chano Domínguez es uno de los mayores exponentes del piano flamenco.

Chano Domínguez es uno de los mayores exponentes del piano flamenco. Foto: Cortesía Chano Domínguez

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Me cuenta que anda reformando el estudio de su casa, a las afueras de Barcelona, y que ensayó tres horas de piano en la mañana antes de atender esta entrevista. El maestro Chano Domínguez, cuyo nombre completo es Sebastián Domínguez Lozano (Cádiz, 29 de marzo de 1960) prepara tres repertorios distintos para presentarse en Italia con su grupo flamenco; actuar en el legendario Café Central de la capital española; e interpretar, ante otro público, los temas de Piano ibérico, precioso álbum en el que visita el sonido de Falla, Granados y Albéniz, a quienes considera los primeros pianistas flamencos.
Para su concierto en Madrid, estrenará un cuarteto con tres jóvenes músicos y tocará los teclados, no el piano; tal como lo hacía en Cai, la banda de rock progresivo con la que empezó a finales de los setenta. La idea del regreso al origen tras 45 años de carrera le pone chispa en los ojos.
Chano Domínguez se hizo pianista de forma autodidacta, influenciado por la musicalidad de sus padres y de su tierra, Andalucía. También por el cancionero del jazz estadounidense y los sonidos de Cuba y Brasil, que ha explorado con impecable factura a lo largo de su discografía. A mediados de los noventa, cuando escuché por primera vez su álbum Hecho a mano supe que estaba ante uno de los mejores pianistas del mundo, algo que he venido confirmando año tras año en conciertos o en sus magníficas grabaciones, la última de ellas, Chabem, nominada al Grammy junto a los brasileños Rubem Dantas y Hamilton de Holanda.
¿Una versión andaluza de Naima, de John Coltrane? ¿Lush life, de Billy Strayhorn, con aires flamencos? ¿Luiza, de Tom Jobim, envuelta en nostalgias granadinas? Sí. Todo eso y mucho más cabe en el piano de Chano Domínguez, el mismo que se atrevió a grabar Llora, uno de los boleros insignes de la gran Marta Valdés, en ritmo de swing; el compositor de Soleá blues y el único referente español de Calle 54, el documental que Fernando Trueba dedicó al mal llamado jazz latino.
Entre sus álbumes, una auténtica travesía por distintos géneros de España y de América, destaco la complicidad de años y cantes junto a Martirio (Coplas de madrugá, Acoplados, Flor de piel, Mucho corazón, A Bola de nieve); su fecunda sociedad con el bajista pamplonés Javier Colina (Chano, 10 de Paco, Hecho a mano, Imán, Chano & Colina, entre otros); sus trabajos en solitario (Piano solo, En directo, Over the rainbow); y varios discos antológicos: Flamenco sketches, Paramus (con la flautista israelí Hadar Noiberg), Estándares (con Antonio Lizana), Tú no sospechas (con Marta Valdés) y Chano & Josele (con Niño Josele).
Domínguez ha colaborado, además, con una larga lista de artistas en la que sobresalen Paco de Lucía, Wynton Marsalis y Herbie Hancock. En 2020, el Ministerio de Cultura y Deporte de España le entregó el Premio Nacional de Músicas Actuales, en reconocimiento a su trayectoria como arquitecto del jazz flamenco. Sus composiciones incluyen programas originales en formato de big band, estrenados por Wynton Marsalis en el Lincoln Center, de Nueva York; y por la legendaria WDR Big Band, junto a la Orquesta Filarmónica de Colonia, Alemania.
La contribución del maestro Chano al flamenco es incalculable
Para Josemi Carmona, guitarrista y productor español, “la contribución del maestro Chano al flamenco es incalculable. Su álbum 10 de Paco, marcó un punto muy alto porque es la aportación de un ‘jazzero’ nacido en Cádiz con auténticas raíces flamencas. Es un álbum que nos hace sentir muy orgullosos”.
Si en Paquirri Guanter y en Patiño encontramos a los pioneros de la guitarra flamenca, y en Paco de Lucía a su máximo exponente, justo es decir que en Chano Domínguez está la cumbre del piano flamenco. En él resuena la maestría de quien ha trajinado los tablaos y los clubes de jazz respirando los cantes de ida y vuelta que navegan entre Cádiz y La Habana, desde hace siglos, al punto de no saberse ya dónde empiezan y dónde acaban.

¿Cuál es su primer recuerdo musical?

Como a los cinco años, en Puerta Tierra, cuando mi madre me dio permiso de salir de casa solo por primera vez y escuché a un guitarrista flamenco que tocaba en una muralla junto a la vía del tren, en los extramuros de Cádiz. Aquello fue mágico. Ya desde entonces cualquier instrumento me llamaba la atención. Yo era tan pequeño que debía empinarme y levantar los brazos para intentar tocar el piano que había en casa de una tía. Mi padre Antonio era un grandísimo aficionado al flamenco y eso era lo que se escuchaba en casa. Dolores, mi madre, era como un pajarito, cantaba de un lado para otro, era una mujer cantarina que hacía los oficios mientras sus cuatro hijos la escuchábamos interpretando coplas y canciones españolas. Esos dos mundos me marcaron al punto de grabar el repertorio que mi madre cantaba en casa. Ella alcanzó a escuchar mis grabaciones con Martirio y se emocionó mucho.

¿Recibió de niño alguna formación musical?

Soy totalmente autodidacta. La primera vez que pisé el Conservatorio de Música de Cádiz fue para impartir una clase magistral
Cero. Soy totalmente autodidacta. La primera vez que pisé el Conservatorio de Música de Cádiz fue para impartir una clase magistral. He tenido la suerte de estudiar, eso sí, con grandes músicos. Recuerdo en especial a Bill Dobbins, un pianista estadounidense dedicado a la pedagogía, que me cambió la vida. También a Richie Beirach y a Barry Harris, extraordinarios pianistas y educadores. Igual me acerqué un poco a la música clásica, primero a Bach y justo ahora ando tocando Mozart. Todo esto me ha enriquecido con los años, pero es algo que he aprendido solo. Nunca fui a un conservatorio, no pasé por ese proceso dogmático. Me guiaba más por lo que me gustaba: Bud Powell, Keith Emerson, Bill Evans. Luego aprendí a escribir música y estudié con grandes profesores aquí en Barcelona, hasta lograr escribir mi propio concierto sinfónico y hacer adaptaciones a ese formato.

No hubo diplomas académicos, pero sí muchas influencias…

Por supuesto. Cuando empecé a tocar, me llamaban mucho la atención los grupos de jazz-fusión que luego me llevan a profundizar en el lenguaje del jazz, en especial Jan Hammer, Chick Corea y Herbie Hancock. Luego conocí a Bill Evans y quedé enganchadísimo, lo mismo con Ahmad Jamal, Keith Jarrett, McCoy Tyner y Art Tatum, hasta llegar a Jelly Roll Morton, que fue el primero que improvisó. Pero también debo mencionar a Falla, Albéniz, Granados, porque soy un músico nacido en Cádiz, criado con toda la impronta de los aires de mi tierra, entre ellos el flamenco.
Chano Domínguez se hizo pianista de forma autodidacta y hoy es uno de los mayores exponentes del piano flamenco.

Chano Domínguez se hizo pianista de forma autodidacta y hoy es uno de los mayores exponentes del piano flamenco. Foto:Cortesía Chano Domínguez

¿En qué momento supo que lo suyo era la fusión entre el flamenco y el jazz?

No hubo tal cosa. Cuando se acaba el grupo Cai y tengo que buscarme la vida, el bajista del grupo y yo hacemos un dueto y nos ponemos a tocar en bares y en locales pequeños. Ahí empieza verdaderamente mi preocupación por aprender el lenguaje del jazz. En el 81 y 82 me intereso por aprender a escribir música y tocarla al piano, e inicio un proceso que me lleva a estos músicos que mencionaba. Pero jamás pensé, “a partir de ahora voy a hacer tal o cual cosa con el flamenco”, nada de eso. Pasados los ochenta ocurre eso que mencionas, porque justo cuando estoy tocando mi música me digo, qué guapo es este blues que compuse pero en ritmo de bulería. Aquello va fluyendo así, de un modo muy natural, mezclando cosas, haciendo que suenen como suena hoy Chano Domínguez. No fue algo premeditado.

¿Cómo va la idea del álbum sinfónico? ¿Tiene otros proyectos en marcha?

Lo del disco sinfónico lo he dejado aparcado por ahora, es una empresa muy grande. Desde que regresé de los Estados Unidos, he estado involucrado en proyectos más humildes, en el sentido de contar con una producción más escueta. Tras la pandemia no ha sido fácil trabajar con bandas grandes; de hecho, mis últimos tres discos son en formato de trío o cuarteto y sigo en esa dirección. Justo el proyecto que estreno por estos días en el Café Central es un cuarteto eléctrico llamado Cai, un acrónimo que significa Cooperación Artística Independiente.

Y que también alude a la primera banda que usted lideró, muy joven, a inicios de los setenta…

Así es. Se da esa feliz coincidencia. Aquí se recoge parte de la esencia de la música que hice con ese primer grupo, pero poniéndole la impronta y el conocimiento que tengo hoy. A esto se suma el talento de tres jóvenes músicos que acaban de terminar sus estudios de música. Con ellos seguramente grabaré pronto, usando el mismo sintetizador que tocaba con Cai hace 40 años y al que desde entonces no había vuelto. Lo veo como cerrar un círculo en relación con lo que fui y sigo siendo, porque me identifico mucho con estos dos momentos de mi vida: el de la banda de los setenta, que irrumpió mezclando ritmos del flamenco con influencias del rock y del jazz sinfónico; y este de ahora, en el que estoy aportando nuevas composiciones.

Pero hay más cosas en camino…

Desde comienzos de año estoy trabajando un álbum totalmente flamenco. Para ello, me la paso hablando con cantaores, componiendo falseta, moviéndome en la calle y viendo qué palos van a quedar. Mi plan es grabarlo antes de que termine este 2023. Por último, está el homenaje a Michel Petrucciani, un pianista fantástico que me marcó mucho cuando empecé a tocar.

Paco de Lucía fue otro de los grandes músicos andaluces nacido en la provincia de Cádiz. ¿Cómo lo recuerda?

Paco era un tipo con mucha guasa, con mucho picante, además de un artista irrepetible.
Tuve la fortuna de cruzarme con él en tres o cuatro ocasiones. Una en Sevilla, cuando lo conocí en su camerino y me di cuenta de que era un tipo muy de Cádiz, así como lo soy yo, en el sentido de tener una impronta y una manera de expresarnos y relacionarnos muy parecida. Después fui a su casa con Jorge Pardo, a que nos diera su bendición para el álbum 10 de Paco, antes de lanzarlo, y pasamos un rato inolvidable compartiendo con él. La tercera fue en el festival de jazz de Basilea, en Suiza, donde alternamos y salimos a cenar. La única vez que tocamos juntos fue en el festival de jazz de Vitoria, cuando me invitó a hacer un par de números en su concierto. Paco era un tipo con mucha guasa, con mucho picante, además de un artista irrepetible. Es una pena que se nos haya ido.

Vivir en los Estados Unidos aportó mucho a su evolución musical. ¿Cómo fue esa experiencia?

En 2014 decidí mudarme con mi familia a los Estados Unidos. Llegamos a Seattle, pero después de un año y medio me fui para Nueva York, que es donde siempre quise estar. Allá pasé cinco años maravillosos. La visité por primera vez en el 93 y me quedé tres meses tomando clases con Barry Harris y otros maestros. Toqué con Chris Hicks, Jorge Rossy, quien me acogió en su casa, y con Kurt Rosenwinkel. Fue un período en el que hice muy buenos os, Wynton Marsalis, por ejemplo, con quien empecé a tocar en 2003 a raíz de una suite que me encargó, llamada De Cai a New Orleans, que se estrenó en el Lincoln Center y que debe estar por salir luego de casi una década de haber sido grabada. Con Wynton estuvimos como diez años trabajando juntos con la Lincoln Center Jazz Orchestra.

Tiene una estrecha relación con Colombia. ¿Cuándo vuelve?

Colombia fue el primer país donde toqué mi música fuera de España, en 1998, y fue tal el recibimiento que me dieron que me enamoré de ella a partir de ese momento. También es el país latinoamericano en el que más he tocado. Justo acabo de enterarme de que volveré, junto a Martirio, para presentarme el 9 de septiembre en el Festival Jazz al Parque, en Bogotá, y estoy dichoso. Además, voy a darte una primicia que me hace mucha ilusión y es que puede que el año entrante reestrenemos el proyecto de 10 de Paco en Bogotá. Ahora mismo estamos cerrando agenda y hasta ahora todo va para adelante, así que es posible que en marzo o abril estemos allá con este repertorio maravilloso de Paco de Lucía. Es que lo mío con Colombia va más allá de lo musical. ¡Con decirte que me encantan las arepas!
JUAN MARTÍN FIERRO
PARA EL TIEMPO
X: @jmartinfierro

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