En este portal utilizamos datos de navegación / cookies propias y de terceros para gestionar el portal, elaborar información estadística, optimizar la funcionalidad del sitio y mostrar publicidad relacionada con sus preferencias a través del análisis de la navegación. Si continúa navegando, usted estará aceptando esta utilización. Puede conocer cómo deshabilitarlas u obtener más información
aquí
Ya tienes una cuenta vinculada a EL TIEMPO, por favor inicia sesión con ella y no te pierdas de todos los beneficios que tenemos para tí. Iniciar sesión
¡Hola! Parece que has alcanzado tu límite diario de 3 búsquedas en nuestro chat bot como registrado.
¿Quieres seguir disfrutando de este y otros beneficios exclusivos?
Adquiere el plan de suscripción que se adapte a tus preferencias y accede a ¡contenido ilimitado! No te
pierdas la oportunidad de disfrutar todas las funcionalidades que ofrecemos. 🌟
¡Hola! Haz excedido el máximo de peticiones mensuales.
Para más información continua navegando en eltiempo.com
Error 505
Estamos resolviendo el problema, inténtalo nuevamente más tarde.
Procesando tu pregunta... ¡Un momento, por favor!
¿Sabías que registrándote en nuestro portal podrás acceder al chatbot de El Tiempo y obtener información
precisa en tus búsquedas?
Con el envío de tus consultas, aceptas los Términos y Condiciones del Chat disponibles en la parte superior. Recuerda que las respuestas generadas pueden presentar inexactitudes o bloqueos, de acuerdo con las políticas de filtros de contenido o el estado del modelo. Este Chat tiene finalidades únicamente informativas.
De acuerdo con las políticas de la IA que usa EL TIEMPO, no es posible responder a las preguntas relacionadas con los siguientes temas: odio, sexual, violencia y autolesiones
Noticia
Cuando el caos es un arte: Turnstile dio lecciones de Hardcore en Bogotá
La banda estadounidense visitó Colombia luego de dos años y trajo un espectáculo frenético.
Turnstile en concierto, Royal Center, Bogotá Foto: Loren Buitrago
Un hombre sin camisa intentó arrojarse del segundo piso al tumulto de gente que bailaba en círculos en la sección preferencial del recinto. Contrario a lo que se creería, nadie se quitó. En el suelo y mirando hacia arriba, un grupo de personas gritaba emocionada: "¡tírate!, ¡tírate!" mientras alzaban sus brazos a aquel hombre que, a cuatro metros de altura, no parecía demostrar ningún miedo. De fondo, Turnstile, la banda estadounidense de hardcore, tocaba ‘T.L.C’. El 7 de abril de 2024, el Royal Center fue escenario de anarquía, mosh y pogo.
Los rostros sonrientes de las personas contrastaban con sus conversaciones: “¿está listo, parce? Vamos es a darnos pata”, “sisas, estoy emocionado, camine para el frente, hágale”. Si escucha esto en un concierto de punk no es necesario que salga corriendo despavorido: no se trata de la violencia misma, sino de lo que significaba para los hombres y mujeres presentes en el escenario. Si asiste a un concierto de punk (y sus subgéneros) no sólo asiste a un recital; asiste a un ritual.
Si le pegan un puño no es personal; es que lo están invitando a bailar. El ‘mosh’ o pogo (también conocido como ‘slam dancing’) es un tipo de baile en el que las personas se arremolinan en círculos y empiezan a mover las manos, piernas y cabeza de manera aleatoria. Incluso, si es un gran bailarín, las piruetas están permitidas. Y aunque nace en el seno de la cultura punk, conocida por sus mensajes de anarquía, tiene ciertas reglas:
Los golpes no pueden ir dirigidos contra una persona en específico.
A la cara (en lo posible) no.
Si alguien se cae, se ayuda a levantarlo. Usted no le pasa por encima.
No es obligatorio unirse, nadie lo puede empujar hacia adentro del remolino.
Los teloneros encargados de calentar motores fueron los de la banda de hardcore bogotana Raw Bridage, quienes iniciaron su espectáculo con un mensaje de paz y tolerancia: “esta va para todos nuestros hermanos venezolanos, son bienvenidos, y al que no le guste, pues que se jo**n”. La guitarra eclipsó la voz de Carlos Chavarriaga, vocalista, y las patadas y puños que empezaron a dar los asistentes fueron incontables: el baile había empezado.
Quien escuche tantos gritos y groserías podría caer en comentarios estigmatizantes: ¿estarán invocando al demonio? ¿fomentando la violencia? La verdad es que el metalcore y el hardcore son géneros musicales pertenecientes a la cultura punk; una que acoge filosofías de colectividad, cuestionamiento de dogmas y libertad. “¡Gracias por venir a vernos, esto está dedicado para todos aquellos que nos veían en bodegas al inicio! Qué chimba. Vamos, quiero que esto sea una licuadora”, dijo Chavarriaga.
No se trata de la violencia misma, sino de lo que significaba para los hombres y mujeres presentes en el escenario. Si asiste a un concierto de punk (y sus subgéneros) no sólo asiste a un recital; asiste a un ritual cargado de significado.
Los bogotanos interpretaron sus canciones por media hora. El público respondió: saltó, bailó y gritó cuando el momento lo ameritaba. Esa media hora fue el abrebocas de una de las noches más intensas que ha tenido lugar la escena musical colombiana.
Media hora después el escenario se iluminó con tonos magentas fluorescentes. ‘I Wanna Dance with Somebody’ de Whitney Houston empezó a sonar. “Esa es la intro”, dijo uno de los asistentes a su compañero. Más de mil hombres y mujeres vestidos de negro, con taches, puntas y ropa de cuero estaban bailando tranquilamente aquel éxito de la música pop. Al mismo tiempo podía verse cómo empezaban a arremangarse las camisas, se quitaban los rios y guardaban bien los celulares. Cuando el primer acorde de guitarra sonó y la luz magenta desapareció la “licuadora” volvió a funcionar: Turnstile se había subido al escenario.
Volvieron después de dos años de debutar en Colombia el 27 de marzo en el Festival Estéreo Picnic del 2022. Brendan Yates, vocalista de la banda, le preguntó al público si estaban listos y alzó el micrófono. La respuesta fue un grito, el grito fue un “sí”, y el sí fue recibido con los acordes de ‘Mystery’.
Meg Mills guitarrista Turnstile junto a un fanático de la banda en el escenario Foto:Loren Buitrago
El espectáculo de Turnstile (Baltimore, Estados Unidos) es experimentado, ya son veteranos. Han tocado desde 2010 y tienen 9 trabajos publicados: 5 de reproducción extendida, 3 discos de estudio y un álbum de video. Con el tiempo se han convertido en “los músicos favoritos de tus músicos favoritos” al captar la atención de grandes nombres del rock como Metallica y Blink-182. En 2022, Lars Ulrich, fundador de Metallica, fue visto asistiendo de incógnito (o eso creía) a una de las presentaciones de Turnstile; y en 2023 la banda originaria de Baltimore fue telonera de Blink-182 durante sus presentaciones en Norteamérica.
Su experiencia se ve reflejada en el escenario. Yates proyectó su voz por todo el Royal Center sin necesidad de gritar o frozarla; Franz Lyons tocó el bajo con seguridad, como si fuera una extensión de su cuerpo, y cantó su parte en los coros de manera afinada y fuerte; Daniel Fang, en la batería, captó la atención del público que, desde el inicio, gritaba que por favor tocara su solo en ‘T.L.C’; Meg Mills conquistó al público con su guitarra y Pat McCrory, su compañera guitarrista, recibió elogios de los fanáticos por su frescura al tocar. Sin embargo, ellos no fueron los únicos que ocuparon la tarima, el escenario de Turnstile es libre y abierto para el que quiera.
Nadie les hizo daño. A su alrededor volaron patadas y puños, pero ninguno llegó a tocarlos. Al contrario, varios aprovecharon para abrazarlos antes de tirarse del escenario dando piruetas. En el punk hay códigos no escritos, y el espectáculo de Turnstile no es la excepción: nadie duraba más de 20 segundos en el escenario, no le hacían daño a los de la banda ni los interrumpían. Ninguno de esos códigos se rompió durante la hora que duró la presentación.
Para cualquiera que extrañe la época en la que “sólo se vivía el momento”, un concierto de Turnstile es el lugar perfecto para calmar la nostalgia. Es 2024, y en el público no había más de dos o tres celulares grabando. Las manos de los asistentes estaban ocupadas recibiendo a quienes se tiraban del escenario, empujando al de al lado o pegándole en los brazos y espalda al cauto (o incauto) que estuviera cerca.
“La cultura y la comunidad hardcore, más allá de vivir los conciertos con mucha euforia y excitación, tiene una relación más pura con el espectáculo. Tuvimos que coordinar con el recinto (Royal Center) y un buen personal de enfermería. Estábamos listos desde el inicio”, explicó a EL TIEMPO la empresa Páramo, organizadora del evento.
La presentación fue un carrito de una montaña rusa que llegó al pico más alto al final. Tocaron éxitos nuevos y clásicos como ‘Endless’, ‘Underwater boi’, ‘Big smile’, ‘Real thing’ y ‘Gravity’. Pero todo lo bueno tarda y en el caso de Turnstile guardaron su canción más esperada ‘T.LC.’ (Turnstile Love Connection) para despedirse. Los saltos de emoción del público hicieron temblar el piso y las barandas del segundo piso, las mismas que no fueron impedimento para que un hombre se tirara al público del piso posterior, que lo esperaba con los brazos abiertos y gritos de aliento.
La banda se despidió, dio las gracias, y en minutos el recinto quedó vacío. En el piso encontraron mechones de cabello, gafas rotas, aretes y zapatos huérfanos. Y aunque sí salieron narices rotas, un par de cabezas sangrantes y cuerpos magullados, nadie salió en ambulancia. Las cicatrices se exhibieron como un trofeo, un recuerdo de cuando el hardcore estadounidense armó una fiesta en Bogotá.