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'Diomedes Díaz es a Colombia lo que Frank Sinatra para Estados Unidos'
Mario Jaramillo estrena su libro 'Diomedes y su camino largo', acerca del ídolo muerto hace 10 años.
El 22 de diciembre se cumplirán 10 años desde esa tarde de domingo, en la que, tras "dejarlo dormir de más", se decidió que un niño se metiera por la ventana del cuarto de Diomedes Díaz para que abriera la puerta y ver si estaba bien. No lo estaba. Diomedes había fallecido a los 56 años, después de un largo trasnochón posterior a hacer la ruta Barranquilla-Valledupar. En la capital del Atlántico había hecho su último concierto y se despidió deseándoles a todos los asistentes y sus familias una feliz Navidad. No lo fue para sus seguidores. Algunos emprendieron el camino hacia Valledupar para despedir al ídolo que acompañó sus enamoramientos y desencantos, así como sus días cotidianos, en un funeral de nochebuena.
Diomedes fue omnipresente. En la radio, en la televisión y en las noticias. Su muerte sirvió para que se exaltara su figura y el impacto de su música en la colombianidad, y también para recordar la muerte de Doris Adriana Niño, un crimen por el que fue condenado y encarcelado. Después hubo libros y telenovelas con su música y su historia. De Diomedes Díaz se ha escrito mucho. Y en medio de ese mar de historias, leyendas y superstición, sale a la luz el libro Diomedes Díaz y su camino largo, del escritor colombiano radicado en España Mario Jaramillo.
Camino largo fue la primera canción que le dio Gustavo Gutiérrez Cabello, el compositor emblemático del vallenato lírico, para que un joven Diomedes la grabara. Selló una sociedad musical y una amistad en la que las confidencias y la sinceridad sin maquillaje fueron el alimento. Gutiérrez Cabello fue la fuente principal de Mario Jaramillo y se refleja en el libro, en un relato ameno que el autor aún no sabe si definir como biografía, crónica periodística o literaria, en la que pasa de las preocupaciones del cantante a relatar, a grandes rasgos, hechos de la vida nacional, aparentemente ajenos, como el nacimiento del M-19, las intervenciones de la DEA en el país o los horrores de la época de Pablo Escobar.
Mario Jaramillo, autor del libro Diomedes Díaz y su camino largo. Foto:Cortesía Intermedio Editores
El libro de Jaramillo no es un recuento de qué canción cantó primero y qué discografía vino después, y cuando incluye algún verso, su contexto hace brillar su significado. Es su interpretación del ser humano que descubrió a partir de hablar con gente de su entorno y al que solo tuvo la oportunidad de ver de cerca una vez a través de una ventana.
"El libro es una respuesta a una incógnita sobre un hombre que marcó la vida de muchas personas en Colombia -cuenta Jaramillo-. Sus contemporáneos vieron en él una forma nueva de cantar y de interpretar el vallenato. Entiendo el legado de Diomedes Díaz al vallenato como un legado romántico. Veníamos de un vallenato narrativo, que contaba situaciones de la región a través de juglares. De repente, cambia el paradigma, se le da un espacio al amor. Muchísimos colombianos de generaciones posteriores y nuevas se han enamorado con las canciones de Diomedes.
¿Por qué decidió escribir sobre Diomedes Díaz?
Hace poco, con Juanita Samper, publicamos una biografía de Frank Sinatra, el gran cantante norteamericano. Llegué a concluir que Diomedes Díaz es a Colombia lo que Frank Sinatra a Estados Unidos. Es un marcador musical, no sucumbe, no muere, está permanentemente, con mayor reconocimiento, es una figura convertida en un mito. Cuando Diomedes y Gustavo Gutiérrez ven surgir nuevas figuras, marcadas básicamente por Carlos Vives, llegaron a suponer que su vida musical acababa ahí, porque venía una nueva forma de interpretación. Sin embargo, sobrevivieron a esa onda y están hoy. Diomedes es todavía uno de los cantantes más oídos en Colombia, es un emblema musical.
Esta biografía trasciende la historia lineal de grabaciones y éxitos…
La biografía (o no sé si es crónica literaria o periodísica, creo que es una mezcla de géneros) muestra al Diomedes Díaz que pocos conocieron. Se conoció a un Diomedes más contento y enamorado, mujeriego. Pero fue un hombre que sufrió muchísimo. Eso no lo registran los hechos periodísticos, sino sus composiciones. Pese a la sonrisa que todos recuerdan, detrás había un hombre que vivió momentos dramáticos, infelicidades. No era como lo han pintado: un hombre ligero y liviano. Al contrario, era muy profundo.
¿Cómo lo descubrió?
Gusavo Gutiérrez Cabelllo, compositor de clásicos como Sin medir distancias. Foto:Carlos Capella. Archivo EL TIEMPO
A partir de las conversaciones con Gustavo Gutiérrez. Era una persona muy consciente del paso del tiempo y de su velocidad, del destino de la vida y de la muerte. Diomedes trasciende el quehacer musical para mostrarse como quien realmente fue: un hombre sufrido, cuyos sentimientos dejaron ver la trascendencia que puede haber en una persona de origen humilde que logra su propia interpretación de la vida. Es casi un filosofo musical. Era un hombre con una connotación de humildad muy profunda. Siempre despreció a los "importantes" y su humildad fue hasta el último día, con los que él llamaba su fanaticada.
¿Despreció a los importantes?
Diomedes era tambien víctima de su tiempo.
Lo invitaron a la recepción del Premio Nobel de Gabo y lo despreció. No quiso ir. Nadie en Colombia se habría atrevido a eso. Él sentía que los que se creían importantes encarnaban una falsedad que él no tenía ni comprendía. Lo mismo hizo con Escalona. Para él, Escalona no era un hombre simpático, no coincidía con su temperamento. Diomedes era un hombre de pueblo. Eso no había pasado en la historia musical de Colombia, donde el intérprete desarrolla una vida artística y se va enalteciendo, a medida que crece esa fama y el prestigio. Y con todo lo que pasó, los episodios de su vida complicada, con los hechos penales que conocemos y la cárcel, la investigación me reveló que era un hombre bueno, a pesar de eso. No era un hombre malo.
Gustavo Gutiérrez Cabello adquiere aquí otra dimensión, va más allá del autor que le pasaba canciones...
Sin duda, entre las grandes canciones de Diomedes, la mayoría fueron composiciones de Gustavo Gutiérrez, además de las propias. Gustavo fue una figura central y la forma como se aproxima Diomedes a él es de iración. Tienen conversaciones muy profundas, a veces alegres o muy sentimentales. Cuando necesitaba canciones, pensaba en Gustavo, iba a su casa en Valledupar y tenían encuentros únicos. Pasaban horas hablando, cantando, componiendo, hasta el amanecer. Diomedes no veía en Gustavo al compositor que le pasa canciones. Había una relación más íntima, de complicidad, se daba a conocer como no lo hizo con otros. Gustavo en su memoria tiene cada conversación, en la que de alguna manera se juntaban dos sensibilidades. No hay composición musical que trascienda si no hay unas sensibilidades artísticas comunes. Creo que ellos coincidieron no solo artísticamente, sino en todo, en la forma como se afectaban por problemas cotidianos. El artista es un hombre sensible que trasciende al público, eso fue Diomedes, un hombre sensible que le contaba sus cuitas a Gustavo Gutiérrez y él tuvo la generosidad de contármelas.
¿Cuándo se gestó este libro?
Diomedes Díaz y su camino largo, libro de Mario Jaramillo. Foto:Intermedio EdItores
No es un libro que nace repentinamente. Se empezó a redactar hace años, se ha ido enriqueciendo. Tiene elementos diferenciadores que aporto como escritor. Está el elemento nacional. No se puede entender a Diomedes sin su contexto histórico, las circunstancias del país, la política, las circunstancias sociales y económicas. Diomedes Díaz es un hombre y sus circunstancias. Por eso, el esfuerzo de no contar la trayectoria fría y ausente a lo largo de una carrera musical, eso no dice nada. A Diomedes hay que entenderlo en el entorno del país. Entiendes cómo surge y por qué. Fue producto de su tiempo, y esta crónica muestra que Diomedes era también víctima de su tiempo.
Se podría creer que no queda más que decir de Diomedes. ¿Era eso un reto con este libro?
El libro tiene cosas que no se habían dicho o pasaron desapercibidas. Soy escritor de ensayo y novela. En España acaba de salir una novela mía, elogiada por Mario Vargas Llosa, por la sensibilidad en la escritura. Es lo que permite ver cosas que otros no ven. El libro de Diomedes se hizo con el ojo de escritor, no es un relato, sino una búsqueda de situaciones que pasaron inadvertidas o desapercibidas. Es lo que marca la diferencia con otros trabajos sobre él.
¿Qué ejemplos hay de estas situaciones desapercibidas?
Sin duda, la sensibilidad humana de Diomedes. Siempre se vio como un hombre muy fuerte en su condición de artista. Se le describe enamorado, mujeriego. No se muestra que fue un hombre que sufrió muchísimo, pero muchísimo. Lo ven como alguien divertido, contento, alegre. La otra cara era la de quien padeció cada amor y cada desamor. Cada canción suya era producto de esa enorme sensibilidad. Tenía dificultades anímicas y espirituales que trataba de disminuir y apaciguar con alcohol y drogas. Creo que sus adicciones fueron la forma de tapar una depresión permanente.
¿Y qué momentos de la vida del cantante le impactaron?
Su nacimiento musical, cuando se va de pequeño con su primo y su tío y actúan por primera vez en La Junta. Los contratan para una fiesta y él saca toda la energía para estar allí 12 horas cantando, mejorando en cada canción, acompañado de un acordeón y una caja rudimentarios. Logró impactar en el círculo social de La Junta. Otro descubrimiento que me sorprendió mucho fue su afición al aguardiente. Uno piensa que porque es guajiro y costeño sus pasiones son el ron y el whisky. Pero descubrí que su licor favorito era el aguardiente. Hay otro episodio: Supe que una vez en el aeropuerto de Valledupar, coincidió con un grupo de niños ciegos que participaron en el Festival. La persona que iba con ellos los vio y le contó. Él abrazó a cada uno de los niños. Un abrazo de Diomedes era un abrazo de oso. Era un hombre alto, estrujaba y ese abrazo quedaba como un sello en cada persona que abrazó. Esos niños tenían 6, 7 y 8 años, ahora tienen 27, hablé con algunos. Decían que no olvidaban ese abrazo.
¿Tuvo la oportunidad de tratarlo en vida?
Lo conocí en un episodio imprevisible, en Ocaña (Santander). Fue a hacer presentaciones allá y estaba en el mismo hotel que yo. De repente, oí mucho ruido, bulla, en la entrada. Diomedes salía a presentar su concierto. Yo estaba en la ventana, la abrí, él sintió el ruido, miró hacia arriba, me hizo un gesto con la mano, como diciendo: Perdone por el ruido, con una cara muy bondadosa que me impactó muchísimo. Era magnético.
¿Esta escritura le cambió la forma de ver a Diomedes Díaz?
La joven Doris Adriana Niño junto a Diomedes Díaz. Foto:Archivo EL TIEMPO
Creo que todos los colombianos, ante los momentos más turbios de Diomedes, lo que ocurrió en Bogotá y la cárcel, tuvimos un momento de desconsuelo, apatía y rechazo hacia él. Hubo una decepción generalizada, basada en lo que publicaba la prensa. La mayoría de colombianos se defraudaron. Con el tiempo, esa sensación fue cambiando. Se fue convirtiendo en mito. Se demostró que Diomedes tuvo una culpabilidad. Pero el episodio fue causado por el consumo de drogas y nunca tuvo la intención de matar. Para mí, el relato de Gustavo Gutiérrez, cuando lo visita en la cárcel de Valledupar, es diciente. No hablan del episodio, pero se miran en un silencio que dura toda la hora de la visita. En silencio está contando que él no había matado a esta mujer (Doris Adriana Niño). Creo que poco a poco ese pensamiento de que Diomedes era un asesino que produjo rechazo en la sociedad colombiana, frente a la figura del cantante, se fue modificando.
¿También en usted?
Como caminante de la música vallenata, viví ese proceso. Fui redescubriendo que no fue un episodio de maldad, sino un episodio de circunstancias mal llevadas, mal terminadas, pero nunca algo intencional, nunca con el propósito de matar. Después de eso, en sus últimos diez años, Diomedes fue una figura triste: lo tenían como un muñeco que montaban en los escenarios y le daban droga para que pudiera cantar media canción que ya no se sabía de memoria, pero que enriquecía a mucha gente. Los años finales de su vida fueron años de abuso de la gente que lo explotó miserablemente.
¿Qué tan difícil fue abordar la muerte de Doris Adriana Niño?
Era difícil por ser un tema muy sensible. Sin embargo, fue fácil al final, porque había que entender al hombre y sus circunstancias. Lo digo como escritor de ciencias sociales y de historia. La historia está llena de figuras que no han estado involucrados en la muerte de una persona sino de miles, dictadores, por ejemplo. Lo de Diomedes ocurrió, fue castigado: fue a la cárcel, la justicia lo condenó y la sociedad también. Después de eso, trató de salir adelante, y sus últimos años fueron muy difíciles porque se convirtió en un muñeco al que todos manipulaban y explotaban. Es un problema de comprensión cultural e histórica: ver que ese tipo de personas pueden incurrir en ciertas circunstancias y en determinados momentos en algo condenable o rechazable. Pero el hecho está ahí, en el libro. No lo oculté, está relatado cómo ocurrió, sin ocultar ese momento de sombra.
El cantante Diomedes Díaz falleció el 22 de diciembre de 2013. Foto:Archivo particular
¿Cómo fue pasar de Sinatra a Diomedes Díaz?
El libro es una forma de ver a Diomedes desde una perspectiva, una visión, como puede haber más. Esta es la versión mía, como escritor, que hago de un hombre que trascendió el folclor colombiano. Me dijeron: 'Pero, Mario, usted es un tipo muy serio, ha escrito historia y novela de alto rango, verdadera literatura y de repente se va a escribir sobre Diomedes, no lo entiendo'. Mi respuesta ha sido: Diomedes es una persona cuya trayectoria musical está vinculada a mi trayectoria humana. Me enamoré y pelee con las novias con sus canciones. Su música fue un acompañamiento en la vida mía, como también lo fue Jorge Oñate o los Hermanos Zuleta. Era el medio musical que nos tocó. Con ellos me enamoré y sentí el despecho.Es el hilo musical de vida de uno. No puedo decir que el mío haya sido Mozart, el mío es el vallenato porque lo viví desde pequeño. De eso no se puede prescindir.
¿Le habría gustado conversar con Diomedes?
Me habría gustado hablar con él, oír más sobre sus sentimientos, porque su sensibilidad me impactó, de no tenerla no habría podido alcanzar a hacer lo que hizo.
Incluso, como usted lo dijo, seguir vigente, pese al fenómeno de Carlos Vives…
Cuando surge Carlos Vives, en Valledupar se vive un miedo porque se piensa que va a opacar a los compositores y cantantes de ese momento. Pero Vives reconoció el valor de Diomedes. Y luego, también de sus hijos: El Gran Martín Elías fue amigo de Carlos Vives y creo que Vives veía en él al sucesor natural de Diomedes. Lástima que haya muerto tan prematuramente. Hubo un sino trágico en la vida y la familia de Diomedes. Creo que para Carlos Vives, Diomedes no fue un rival, sino un hombre a entender y a seguir.
Volviendo al contexto, entrelaza con la historia de Diomedes hechos de la vida nacional que parecen no tener relación. Dan contexto, pero, ¿por qué aparecen allí?
Esos episodios están escritos con mucho desparpajo, incluso con cierta sorna, porque a veces a Colombia la vemos con un sentido excesivamente trágico. Con todo el respeto lo digo, Colombia en cierta manera es un circo, por eso utilizo ese lenguaje para retratar los episodios nacionales que ocurren a la par de la vida de Diomedes. A veces nos tomamos demasiado en serio a Colombia y resulta que en cierta medida, Colombia también es una comedia. Lo que hago ahí con el entorno nacional es mostrar, con esta escritura deliberada, el contexto de lo que ocurría, para que no fuera un recuerdo de una trayectoria musical fría. Es el contexto social de lo que fue Colombia en esos años. No me burlo de Colombia, pero le pongo un tono de sátira, porque es una historia del país que no se ha contado desde esa área y resultó muy entretenido hacerlo.